Mantengo, como es natural, mi felicitación para los trabajadores de Cetursa que hacen su labor con profesionalidad y honradez; pero la dirección y sus medidas políticas son otra historia. La decisión de cerrar consultando sólo a su par de “lobbies” privilegiados, sin tener en cuenta las necesidades del resto de los trabajadores de la estación y cancelando unilateralmente todos sus compromisos (entre otros, la reunión anual de Nevasport) es el ejemplo perfecto de la perversión del poder público perjudicando impunemente a quienes se supone que tiene que servir: los ciudadanos.
Lo de menos, lamentablemente, son los casi trescientos foreros con vacaciones planeadas, vuelos y paquetes de hotel comprados (con la que está cayendo) que se quedan en tierra. Lo realmente importante es la triple lacra a la que ya, por desgracia, estamos acostumbrados. El daño irreparable a la imagen de una estación de esquí a la que tienen la obligación de cuidar y mejorar por el poder que se les ha delegado como empresa pública. En segundo lugar el irracional e innecesario perjuicio a los trabajadores y los negocios en una coyuntura en la que tener trabajo o proporcionarlo es poco menos que un milagro. En tercer lugar, como consecuencia más grave de lo anterior, la mayor de las calamidades colectivas que ya parece no tener solución: la desconfianza y el rechazo que genera el poder de la Administración y los partidos que la gobiernan con egoísmo, miopía, e ineficacia salvaje.
Y lo malo es que no es nuevo. Agencias de viaje envueltas en un caos de cancelaciones devolviendo un dinero que tenían depositado. Hoteles familiares que habían conseguido por una vez colgar el cartel de lleno, echando a la calle al personal y tirando a la basura la materia prima y los recursos que habían dispuesto. Negocios modestos de todo tipo - alquileres, bares, escuelas - para los que dos semanas permiten rascar unos días y unos euros al verano, tienen que cerrar y echar al personal a la calle con clientes y reservas hechas. Se rompe la ilusión y la potencial fidelidad de miles de usuarios mientras van al paro cientos – si no miles- de trabajadores autónomos y por cuenta ajena, que podrían estar un par de semanas más dados de alta aportando algo, por poco que sea, al maltrecho sistema del bienestar. Y no hablamos de ideas o teorías, sino de personas reales, con familia, con nombre y apellido que todos conocemos, sin otra protección ni ayuda más que si mismos, dispuestos a trabajar hasta el último momento siempre que la preciosa nieve esté ahí en las laderas para darnos una oportunidad.
Decía Carlo María Cipolla, un economista e historiador que escribía con mucha gracia, que hay cuatro tipos de actitudes posibles: las inteligentes, las malvadas, las imprudentes y las estúpidas. Las inteligentes benefician al que las hace favoreciendo también a los demás; las malvadas benefician a quien las lleva a cabo perjudicando al resto de las personas, las imprudentes resultan neutras pero corren el riesgo de caer del lado negativo y, finalmente, las actitudes estúpidas son las que perjudican a la vez al que las hace y además perjudican a todo el resto de la sociedad.
A la Administración hay que exigirle indefectiblemente la búsqueda de actitudes inteligentes, pues no otra es su razón de ser. Sin embargo, el cierre prematuro de la estación es el caso típico de actitud entre malvada y estúpida. No beneficia a nadie y perjudica a casi todo el mundo salvo, eso sí, a media docena de privilegiados, probablemente los más cercanos al poder, a los que importa muy poco la ruina de los demás mientras ellos recogen los trastos con comodidad antes de irse de vacaciones. Y esto lo hace - y no es la primera vez - una empresa propiedad de la Administración, que juega a ser privada y a llorar sus pérdidas cuando le conviene, pero que se beneficia de lo público, del favor del poder y de la financiación perpetua entre otros privilegios, en perjuicio del resto de la sociedad a la que supuestamente tiene que servir.
Lo contario de la empatía es la psicopatía, y en este empeño de no ponerse en la piel del resto de los locales y los esquiadores, año tras año, los que tomen esas decisiones de alto nivel en Cetursa no hacen sino un papel de auténtico psicópata, totalmente falto de comprensión hacia la realidad de las personas que conforman la comunidad en la Estación de esquí y la montaña. Un verdadero desperdicio en una empresa que, sin embrago, cuenta con trabajadores y técnicos tan buenos que son capaces de sacarla adelante incluso a pesar de sus fines políticos y sus maneras arbitrarias. A veces me pregunto hasta dónde serían capaces de llevar a Sierra Nevada sus profesionales, si no estuvieran en manos de ese moderno "politburó" y sometidos a objetivos totalmente ajenos al deporte del esquí.
Se olvida fácilmente, y ya hemos perdido la cuenta de las veces en que han decidido cerrar unilateralmente sin considerar el perjuicio que causan al conjunto de la sociedad. Todos cometemos errores y sabemos que gobernar grandes organizaciones no es fácil, pero tantas veces la misma actitud deja de ser un error humano comprensible. No sé por cuánto tiempo la Administración y los políticos puestos a su cargo se seguirán permitiendo estos lujos a nuestra costa, olvidando que su razón de existir es servir al bien común, y no otra. Mientras ellos reflexionan sobre esto, si es que no les da la risa floja, a ustedes lectores les deseo, eso sí
¡Buenas huellas y feliz fin de la temporada!
Carolo 2012