No es ningún secreto que el deporte da satisfacciones físicas y emocionales que transcienden, a veces, hasta ese constructo cultural que llamamos "lo espiritual". En estos días navideños en los que intercambiamos buenos deseos, reflexiono sobre la relación entre el placer que reporta la práctica del esquí y la felicidad que unos a otros nos deseamos.
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Desde un punto de vista físico la práctica del esquí hace segregar endorfinas, esos neurotransmisores relacionados con la experimentación del placer, la relajación y la liberación de tensiones. Psicológica y emocionalmente nos reafirma, nos sitúa en el entorno y suscita ese otro constructo que llamamos pasión, lo que es una fuente de motivación y de experimentación de satisfacciones por si misma. También estimula las relaciones sociales lo que, a decir de investigadores como el profesor Rojas Marcos, es determinante en la calidad de vida. La actividad física al aire libre, en fin, proporciona una enorme cantidad de beneficios físicos que se traducen en ganancias mentales y réditos vitales a todos los niveles.
Desde nuestro primer libro nos hemos acercado a las propuestas sobre la felicidad que han ofrecido desde los filósofos clásicos hasta los psicólogos conductuales modernos: la felicidad -aunque siempre pasajera- está al alcance de la mano, es una cuestión de perspectiva interior y se puede encontrar en la "acción transcendente”, en enfrascarse en actividades y empresas sugerentes que sean más importantes que uno mismo.
Así, en Esquiar con los pies terminábamos diciendo que la practica del esquí podría enseñarnos valiosas estrategias para acercarnos a la felicidad a través de la "fluencia", planteando objetivos a la vez ambiciosos pero realistas, aprendiendo a concentrarnos adecuadamente en las tareas, obteniendo el "feed-back" adecuado y adquiriendo las habilidades necesarias para regular nuestros niveles de activación, bien para motivarnos ante la falta de energía o bien para reducir el exceso de ansiedad. Todo ello, habiendo elegido una actividad que apasiona y que resulta trascendente, pues conecta con la naturaleza a través de la percepción sensorial y las emociones o, en el caso de los profesores y los entrenadores, nos permite ser partícipes del éxito compartido a través de la motivación, la exploración del potencial ajeno y la transmisión del conocimiento.
La práctica del esquí, pues, puede entenderse de maneras diferentes dependiendo de las expectativas de cada individuo: desde superficialmente, como una actividad hedonista que reporta placeres triviales, hasta como un modo de superación, de integración en el entorno y de “posicionamiento” en el mundo que proporciona una estado de plenitud, que nos permite ser creativos y que enseña estrategias para una vida significativa y auténtica.
Cuando, en estas fechas, me desean feliz Navidad mientras camino con la nieve bajo los pies, reflexiono sobre lo que ha sido mi vida en la montaña y, a pesar de todas las contrariedades y miserias, doy gracias por haber tenido la ocasión de relacionarme tan fácilmente con esa felicidad que me desean. Aunque sea efímera, aunque haya que regarla continuamente y aunque a veces se marchite para volver a duras penas a renacer, está en el interior, al alcance de la mano, siempre. Y hoy, por eso, la comparto con ustedes.
¡Buenas huellas y felices Fiestas! Si puede ser, juntas, juas, juas
Carolo © 2011