Ya está, ya se ha ido. Se ha terminado lo que empezó hace solo cuatro días. Se nos ha acabado la temporada en Grandvalira.
Y estoy triste, pero también estoy contento.
Estoy triste porque no hay nada como esquiar. Los que me leéis a menudo también sois unos locos del esquí y sabéis a qué me refiero, a todos os pasará más o menos lo mismo. Hoy todavía no, porque, al fin y al cabo, es lunes, un lunes más. Pero el sábado, para los que esquiáis los fines de semana igual que yo, la realidad será muy dura.
Pero bueno, también estoy contento. He tenido una temporada fantástica, he disfrutado del esquí, he disfrutado de la familia, de los amigos, he conocido gente nueva, he podido esquiar con gente con la que tenía muchas ganas de hacerlo. Podríamos decir que he mejorado un poco y que he aprendido bastantes cosas. He disfrutado de una nieve fantástica muchos días, otros simplemente hemos tenido nieve para poder esquiarla y algunos días la nieve fue como la quieres en tus sueños, por lo menos como yo la quiero en los míos.
Desde el 28 de noviembre se ha podido esquiar con muy buenas condiciones en Grandvalira. Me consta que no en todas las estaciones ha sido así, pero nosotros somos muy afortunados en ese aspecto, se hace un buen trabajo por parte de la estación y se ponen los medios para poder disfrutar al máximo durante todo el invierno. Por poner un pero, me da pena dejar la estación en unas condiciones tan buenas, parece mentira que se pueda cerrar así, pero lo sabíamos desde el principio: el 10 de abril se cerraba. Y el 10 de abril fue ayer. Estoy triste, pero también estoy contento.
Si os digo la verdad, ayer se me caían las lágrimas en el coche, mientras volvía a casa. Y no se me caían por triste, se me caían por contento. Estaba intentando recordar los mejores momentos de la temporada, he tenido cientos, igual exagero si digo miles, pero muchos seguro y pensaba que ya se habían pasado, que ya no volverán, los tenemos en el recuerdo, tenemos algunas fotos, tenemos esas emociones que son imposibles contar y tenemos la certeza, la seguridad absoluta de que pronto, aunque ahora lo veamos tan lejos, pronto estaremos ahí de nuevo, esperando las primeras nieves, encerando los esquís, preparándolo todo, entrenando con entusiasmo para el primer día de la temporada que viene. Ahora, hoy, ya queda un día menos.
Pues la cosa es que iba conduciendo, con mis pensamientos, y escuchando una canción que se ha convertido en el himno del Marchica de Formigal y que me produce cierto desasosiego. No sé si es una canción alegre o una canción triste. Aquí os dejo un enlace para que la escuchéis si queréis, (la podéis escuchar mientras leéis el resto del artículo, creo que la narración gana mucho) la conocéis todos de toda la vida, y yo la relaciono siempre con cosas buenas, con momentos emocionantes. En el Marchica tuve un buen rato este año, pero yo pensaba en toda la temporada en general, no podría elegir cuál es el momento que más me ha emocionado. Y esta canción me hizo pensar en mi amigo Pepe, que no ha podido esquiar esta temporada, y que es habitual de Formigal. Pepe, habrá más temporadas y más años para seguir disfrutando.
Si tengo que elegir un día completo lo tengo muy claro, ha habido día de esquís gloriosos, nunca olvidaré el día de “los lunes al Pow” (gracias Elton), mientras siga viviendo y tenga conciencia recordaré algún giro que me salió del alma y que la nieve y la montaña me regaló, porque los he intentado hacer cientos de veces y casi nunca salen. Y aquel día hubo dos, tres o cuatro en los que podría decir que toqué el cielo. Quizás para muchos de vosotros tres o cuatro giros bien hechos no sean muchos, pero para mí es una sensación que me transporta a otro sitio, todavía no sé a dónde, pero es un lugar dentro de mí al que no me lleva ninguna otra cosa que no sea el esquí.
Pero, como os decía, si tuviera que elegir un día completo, el día que quiero que se repita año tras año y que cada vez será mejor, es uno de los días que tuve con mi mujer y con mis hijos. (Os dejo aquí el artículo). Ese día, como todos los de esquí, lo vivimos con intensidad y con sensaciones muy distintas, desde el ver cómo van mejorando los niños, cómo evolucionan en su esquí, a disfrutar de la montaña con un día espléndido y compartiendo unas tostadas a 2.200 metros de altura con el sol bañándonos suavemente. De repente, en un momento de furia, la montaña con un viento terrible hizo temblar a los niños y activó nuestro instinto de supervivencia al máximo. La montaña es tan especial que no te da dos momentos iguales. ¡Qué afortunados somos! Pues ese día sería el que me querría quedar. Pero en verdad no puedo quedarme con uno y me quedo con todos, con toda la temporada. Con esta magnífica temporada. Por eso se me saltaban las lágrimas ayer.
Pues el fin de semana, una vez más, ha sido espectacular. Ya de entrada, el viernes cuando llegué, estaba nevando. Luego el sábado no estaba la nieve tan buena como esperábamos, pero sí nos regaló algún fuera de pista, sobre todo a primera hora estuvimos buscando y encontramos algún rincón.
Conforme fue pasando la mañana nos fuimos alejando del fuera pista para quedarnos en pista, donde la nieve estaba espectacular.
Es una pena que se cierre la estación así. El sábado había pistas con las mejores condiciones de la temporada. Al final, de un grupo súper grande que estuvimos al principio, nos quedamos tres. Javi, que es un crack, Amalia, que se está espabilando mucho y empieza a disfrutar del fuera pista, y yo, que no hubiera dejado de esquiar en 20 horas, porque estaba buenísimo.
Un poco más tarde me fui a buscar los boreas y hacer pista, y me encontré con estos amigos, conocidos foreros. Eché un buen rato de esquí con Moshkis, que suele venir a cerrar temporada en Grandvalira todos los años.
Pero al final, claro, lo tienes que dejar, y a las 4 lo dejé. No está mal terminar la temporada esquiando casi de 9 a 4. Al final va a ser verdad lo que creo desde hace tantos años: la forma física te ayuda, la necesitas. Pues terminé la jornada de esquí de una manera muy especial y que os contaré dentro de poco.
El domingo empecé a esquiar algo más tarde, pero también con unas condiciones de nieve muy buenas. Quizás el día no era el que quieres para ser el último de la temporada, pero ojalá la semana que viene estuviera como estuvo este y pudiéramos esquiar. No sabría decir qué daría por eso.
Pues bueno, también fue un día especial, conforme pasaba la mañana mejor me encontraba y más disfrutaba, como pasa tantas veces no lo hubiera dejado, pero el sentido común debe prevalecer y, como todas las temporadas, hay una bajada que es la última. La última de la temporada.
Es muy posible que en más de siete meses, espero que no más, no pueda volver a esquiar en Grandvalira. En esta ocasión mi última bajada fue con David, un chico de Madrid que le pega al esquí de maravilla y que es un estupendo compañero de esquí, aún en la última de toda la temporada tuve en cuenta algún consejo que me acababa de dar y la disfruté como un niño. Me despedí con un abrazo de los que salen del alma porque la última bajada es un momento muy íntimo y me gustó compartirlo con él. Pero, si os digo la verdad, los últimos 200 metros (estábamos en un aparcamiento distinto) los hice desde lo más dentro de mí, sobre una nieve húmeda pero todavía disfrutona, muy suave y muy tranquilo. Y esos 200 metros están conmigo ahora mientras os los cuento, con los pies un poco más juntitos, dando el pecho a la pendiente, con las manos bien adelantaditas, disfrutando de los boreas, de las botas nuevas y esa flexión de tobillos que tan cómoda se me hace ahora, esquiando como se esquiaba hace unos años y que tan bonito y tanto disfrute nos ha dado y dejándome fluir. Y dejándome fluir, y dejándome llevar… Ufffff. ¡Cómo me gusta esquiar!!!
Todavía vi a un padre y un niño bastante pequeño que también estaban cerrando temporada, aplaudí al niño con los bastones y se me acabó la pendiente mientras pensaba en todo lo que tiene que disfrutar ese niño todavía. ¡Qué suerte tiene! Pues lo mismo que tiene que disfrutar ese niño de la nieve os deseo a todos vosotros. Un fuerte abrazo, que seáis todo lo felices que se puede ser sin nieve, que es mucho, porque la vida, amigos, hay que disfrutarla, con nieve es mejor, pero sin nieve también es fantástica. Por eso no estoy tan triste, y por eso estoy tan contento.
Os dejo un dato curioso y que me reconforta mucho. En el momento que estoy terminando este artículo el blog de Urzaiz lleva más de 100.000 visitas. ¡Muchas gracias amigos!
También podéis visitar mi página en Facebook.