Hacia mediados de los Noventa, cuando Santiago Lanzuela presidía Aragón transido de optimismo, advertí (creo que ante las cámaras de Antena Aragón ) que la autovía Zaragoza-Teruel no estaría acabada, en el mejor de los casos, antes del 2010.
Colegas míos y miembros del entonces Gobierno de Aragón consideraron la profecía un ejercicio de pesimismo y mal rollo. "Vaya con los agoreros", se lamentaron una vez más en las límbicas alturas del poder regional.
Casi simultáneamente, el recién designado presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, Tomás Sancho, anunciaba en su primer encuentro con los medios de comunicación que las obras del embalse de Montearagón debían ser paradas por culpa de unos problemas geológicos que no habían detectado los estudios previos (la Geología debe ser una ciencia particularmente hermética y misteriosa, porque siempre da sustos y sorpresas).
Tate, dije, no tendremos pantano antes de diez o quince años. "Hombre, por Dios, no lo eches tan largo; no seas agorero", me replicaron.
Y el caso es que un servidor estaría hoy encantado de haberse equivocado, que la autovía estuviese ya en servicio y que Montearagón pudiese aliviar la sed de Huesca. Pero no es así ni mucho menos. El agorero tenía razón. Y éste es el problema capital que afecta a los proyectos y las estrategias aragonesas: puedes apostar a que saldrán medio mal, se retrasarán, tendrán problemas, se paralizarán y costarán mucho más de lo previsto... que no te equivocarás casi nunca. Ahí sí que radica el mal rollo.
A la vista de lo que viene pasando, los pesimistas y agoreros se han acreditado como gente realista y bien informada. Es cierto que quienes manejan el Sistema (antes del PP hoy del PSOE, y por supuesto del PAR) se llaman a andana cuando les pones por delante sus fracasos totales o parciales, pero las cosas son como son y la realidad se exhibe ante nuestros ojos impúdica e irrebatible. ¿Está acabada la estación Intermodal de Zaragoza? ¿Y el Puente del Milenio? ¿Y el Tercer y Cuarto Cinturón? ¿Y la rehabilitación de la Estación de Canfranc? ¿Y el Fleta? ¿Y...?
Entre nosotros no es difícil desarrollar dotes adivinatorias. Augurar que la línea del AVE Madrid-Zaragoza-Lérida iba a dar muchos problemas fue coser y cantar a partir de los avisos lanzados por el Colegio de Geólogos, las prisas frenéticas de Cascos y su equipo y las informaciones que se filtraban desde la propia Renfe o el GIF.
De todas formas, a la vista está: pasa el tiempo, la alta velocidad prometida no llega (los trenes circulan cien kilómetros por hora por debajo de lo previsto) y va a ser necesario reparar toda la instalación, con nuevos y gravosos costes.
Llamar la atención sobre el hecho de que el Túnel de Somport se abría por el lado francés a un cuello de botella y deducir que iba a ser imposible (por diversos pero contundentes motivos) trazar una autovía en el valle del Aspe era cosa de cajón. Como lo era, y es, dudar metódicamente de la reapertura de la línea ferroviaria por Canfranc. De hecho, quienes en el cometido de nuestros deberes profesionales hemos publicado decenas de noticias optimistas sobre la permeabilización de la frontera pirenaica sabemos muy bien que del dicho al hecho hay un largo e interminable trecho. Yo, ahora, cuando leo alguna novedad positiva sobre este tema me sonrío. Ya te veré, Bernabé.
Un caso muy reciente de lo que estoy diciendo se ha producido con las obras de ampliación de la estación de esquí de Formigal. Aramón, la sociedad que integran el Gobierno de Aragón e Ibercaja tenía a su favor todos los argumentos: poder, dinero, estructura técnica y control social; los ecologistas y montañeros, no. Pero quienes conocíamos Espelunciecha podíamos hacernos a la idea de que meter allí las excavadoras sería destructivo, arriesgado y de escaso provecho.
Pues, hala, los que quieran comprobar quién tenía razón (ahora que Aramón se protege tras la Consejería de Medio Ambiente y la asociación de los ayuntamientos pirenaicos) sólo necesitan subir Valle de Tena arriba y comprobar cómo ha ido la ampliación de marras y cómo ha afectado no sólo a terrenos tan sensibles de la alta montaña, sino al nacimiento del río Gállego cuyo cauce primigenio ha sido usado como escombrera...
Y no pienso irme de las alturas, sin recordar el fiasco crónico que supone esa absurda candidatura de Jaca a la organización de unos juegos olímpicos de invierno; candidatura imposible entre otras muchas cosas porque en el Alto Aragón la nieve no está garantizada y cada temporada lo está menos.
Todos queremos salvar a la Expo y al 2008 de las malos augurios. Por eso quizás observamos con notoria prevención los preparativos de la muestra y de todas esas maravillas que han de acompañarla. Temblamos literalmente ante la más mínima dificultad porque en esta ocasión no quisiéramos hacer de agoreros, ni deseamos tener razón al profetizar problemas.
Por favor, amigos optimistas, jefes, superjefes y positivos en general, colóquense las pilas y déjennos en evidencia, desmiéntannos a través de los hechos, póngannos en ridículo. Seguro que, si se lo proponen, lo consiguen. Hagan las cosas bien, aunque sólo sea por darnos con un canto en los dientes.