La respiración allí se hace pausada, viendo cientos de aves sobrevolar sus cielos, posarse en sus prados o aterrizar en los lagos, cielos cambiantes cada poco tiempo, silencios profundos y carreteras solitarias y largas muy largas, sin ver nada que estorbe en el paisaje, los pocos habitantes que la isla tiene, viven muy acorde con lo que poseen, y su carácter es afable y tranquilo, lo que denominaríamos buena gente, solo un poco de bullicio festivo y cultural en su capital Reikiavik, pero con un ambiente harmónico y pausado.
El esquí, allí, tiene como todo lo demás, algo de surrealista, vale que los fiordos del ártico Noruego, son la excelencia del exotismo, con descensos al mar, pero aquí se duplica por lo a veces inhóspito de los itinerarios, con aguas más oscuras y valles, donde no encuentras vestigio de civilización ninguna, la lejanía en algunos de ellos es un aliciente más, para los que quieran adentrarse en un mundo diferente, con unas tablas bajos los pies.
Islandia, me ha conquistado, por su originalidad, por su compromiso con la naturaleza, por sus contrastes, sus gentes, sus pequeños pueblos pesqueros, donde comprar pescado ya cocinado fresco y excelente le da un punto de buena gastronomía, por sus audaces recorridos de esquí de montaña, por todo esto y bastantes cosas más, mi corazón ha regresado prendado de este lugar, y espero volver pronto a mirar sus paisajes en directo…
Gracias a:
Suunto
Salomon España
Julboeyewear
Boutique Nepal Formigal.
Fotografias: Julio Viñuales, Moski, Ricardo Montoro.

Bienvenidos

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El bar

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