Si bien las reseñas son muy breves -salvo el artículo de Las Bellas Esquiadoras- casi titulares que hablan de que el esquí gana cada día más adeptos y se prevé una buena progresión de la afición a este deporte, las fotografías y dibujos son bastante abundantes.
Se hace especial mención, casi única a la Sierra de Guadarrama, y a menudo únicamente para hablar de moda, pero aún así, ha resultado tremendamente ameno haceros esta recopilación de fotografías.
Las Bellas Esquiadoras
El esquí y el patín se han apoderado del viejo terror invernal.
Deportes de invierno hay para todas las edades y para todos los gustos, pero el esquí es el rey de los ejercicios en la nieve. Exige flexibilidad, resistencia, agilidad, iniciativa y ese punto de audacia que es gran parte de su encanto. Tiene a menudo de la gracia, y siempre de la elegancia, una elegancia especial, sobria, que consiste en la soltura, en el equilibrio, conservados en el riesgo de las carreras y de los descensos. No hay ningún ejercicio, dice la ciencia médica, que responda tan exáctamente a los fines de la educación física primero, del sport después, piedras angulares de la higiene por la cual el débil debe adquirir la salud y el fuerte desarrollarla, como el esquí bajo todas sus formas.
En efecto, ¿qué otro ejercicio puede desarrollar, como éste, el sentido del equilibrio y todas las cualidades de audacia, de destreza, de precisión y de tenacidad?
Nuestras muchachas han aprendido a imitar en muchos aspectos a las [i]girls[/i] británicas, que no descansan un momento en toda suerte de actividades deportivas. Cada temporada aumenta el grupo de las [i]sportwomen[/i] en la sierra y ya se empieza a enumerar las buenas esquiadoras.
Las debutantes comienzan en terreno fácil su aprendizaje en el manejo de los esquís; siguen con entusiasmo los cursos del profesor, pues ahora se aprende el esquí, como el inglés, en doce lecciones; otras aprenden solas con los consejos y la emulación de las expertas.
¡Y qué ambiente! En la bella sierra de Guadarrama, en un aire puro y sano, libre de la humedad, del polvo y de las nieblas de la ciudad; en una alegría de vivir libre y fuerte, a la que ninguna melancolía, ninguna neurastenia, puede resistir.
Nada tan atractivo como la visión de una silueta obscura, fina, ligeramente inclinada hacia adelante y deslizándose en silencio, de prisa, de prisa, muy de prisa, desde lo alto de una colina hasta el sendero.
Sonríen sus caras de ojos obscuros, rasgados, cejas muy bien dibujadas y bocas rojas. Sus melenas, rizadas y vaporosas, parecen palpitar con vida fluída y eléctrica. Grato recreo es recordarlas: Carmen, Clementina, María Delfina, Mariíta, Carlota, Margot y otras muchas; visten elegantes y prácticos trajes noruegos obscuros, de pantalón ancho; la bufanda, gorro o boina y los guantes son de lana blanca o en tonos vivos; los calcetines, haciendo juego, puestos sobre las medias y vueltos encima de las botas; otras llevan chalecos o jerseys blancos, rojos, amarillos, verdes, bajo las cortas chaquetas.
Aparecen aquí tres triunfadoras del esquí y entusiastas de todos los deportes: las bellas señoritas Elena Cruz, Clarita Stauffer y Elena Potestad, campeona en el último concurso femenino del Club Alpino Español. Y de la mano de su padre, un diminuto y precoz esquiador de tres años de edad, hijo de Ricardo Arche, gran figura del deporte y campeón alpino de España.
No podía apartar mis ojos del admirable espectáculo, espléndido y variado. Era uno de esos días cuyo recuerdo dura gratísimo durante largo tiempo: un viento frío limpiaba el cielo claro. Con la luz del sol poniente destacábanse los picos más altos nevados, sobre un fondo de azul purísimo.
Una niebla de ensueño se extendía por la tierra, y mi mente, peregrina de mundos, subiendo de eminencia en eminencia, se hundió en esa paz completa.
Fuente: Articulo de Beatriz de León.
Publicado en el número 2.170 de la revista "Blanco y Negro" el 15 de enero de 1.933