Pues yo me animo a dar algunas ideas:
La nieve no es más que una masa de millones de cristales de agua helada que se forman en la atmósfera, en las nubes, al congelarse y condensarse mínimas gotas de agua en torno a un núcleo, que puede ser una partícula de polvo. Dependiendo de varios factores, como la presión, temperatura de la nube, altitud, temperaturas durante la caída,  … esta cristalización genera diferentes formas de agua helada. Todos hemos visto algodonosos copos, finas agujas o gruesos garbanzos de granizo. Todo es nieve. Pero cada tipo se comporta de forma distinta.
Según el tipo de nieve que haya precipitado, se formarán distintos modos de cohesión de la misma; estos enlaces de cohesión en el interior del manto, junto con los de anclaje de la nieve al terreno son los que determinan el desencadenamiento de un alud. 
(Paréntesis lingüístico: la palabra castellana ‘alud’ –al parecer proveniente del euskera ‘elur’=’nieve’ me parece más bonita que el galicismo ‘avalancha’. Es una pena, pero el castellano ‘peligro de aludes’ se ha visto desplazado por el afrancesado ‘riesgo de avalanchas’=’risque d’avalanches’. Procuraré evitarlo. Fin del paréntesis lingüístico./)
Aunque los inuit tienen decenas de palabras para decir nieve dependiendo de sus cualidades, los nivólogos occidentales manejan una clasificación más simple. Hay tres tipos de cristales: los de nieve reciente, son los típicos cristales del libro de Ciencias, bonitas estrellas llenas de ramificaciones. Los de escarcha, se forman por un mecanismo similar al del rocío, y son pequeñas plumas cristalizadas. Los granos, propios de ventiscas o nevadas muy frías.
Según el tipo de nieve que se trate, varía la forma en la que los cristales se enlazan entre sí: los copos de nieve fresca se entrelazan mediante las ramificaciones microscópicas, por lo que la masa de nieve contiene una gran cantidad de aire: es la nieve polvo, propia de nevadas recientes y días fríos. Si la nieve precipitada es granulosa, los copos se unen por puentes de hielo, es decir, se pegan entre sí. 
Pero desde el momento en el que la nieve cae, e incluso antes, empieza a transformarse. Si la temperatura en el interior del manto es homogénea, hay procesos de sublimación y congelación que van cambiando la forma de los cristales, sustituyendo las ramificaciones por puentes de hielo, el  propio peso de la nieve expulsa el aire. Así la nieve gana cohesión interna. 
Si la temperatura exterior cae (helada nocturna después de una nevada, por ejemplo) y el interior del manto mantiene más temperatura, los cristales adoptan formas caprichosas, cristalitos planos, primas, y la masa de nieve pierde cohesión interna. 
Si, por fin, la capa de nieve es atravesada por agua líquida –porque llueve, o porque el sol calienta y funde la superficie corriendo el agua al interior– la nieve se transforma en el típico granizado primaveral, de poca cohesión o, si posteriormente se vuelve a congelar, obtiene una gran cohesión al unirse por puentes de hielo. Este mecanismo se conoce como metamorfismo de deshielo-rehielo.
La nieve, al caer, se deposita sobre el terreno. Obvio. Las características del terreno harán que la nieve caída forme una capa que, independientemente de las características de cohesión interna descritas, se anclará  a ese terreno con un grado determinado de cohesión. No es lo mismo echar sal sobre una superficie de terciopelo que sobre un cristal. Del mismo modo, la capa  de nieve se anclará al terreno de distintas maneras si éste es un bosque o una ladera de hierba corta. Además, no siempre nieva sobre la tierra; casi siempre ‘nieva sobre nevado’, con lo que la capa creada por una nevada se formará sobre una superficie determinada por sucesos que le han ocurrido a la nevada anterior. Y este efecto es acumulativo.
He hablado, por tanto, de dos tipos de cohesiones: la interna, que mantiene unidas entre sí a las ‘unidades de nieve’, y la del terreno, que ancla el manto nivoso al terreno sobre el que ha caído.
Un alud es el desprendimiento de una capa de nieve por el debilitamiento de una de estas fuerzas de cohesión, o de ambas a la vez.
Hay tres tipos de aludes:
Aludes de nieve polvo: se producen cuando la pendiente que sustenta la masa de nieve polvo caída recientemente no es capaz  de aguantar el peso de la misma. Se producen cuando se acumula una gran cantidad de nieve fresca con  temperatura ambiente muy fría. Los cristales están ligados por sus propias ramificaciones, lo que les otorga una cohesión débil. El enfriamiento produce, además la rotura de estas uniones y la formación de cristales amorfos. Una situación de máximo peligro es la creada por una fuerte nevada caída después de una helada en una pendiente fuerte: los fríos previos crean una capa de escarcha sobre la capa previamente caída, lo que la hace extremadamente deslizante. El peso de la nieve fresca y su poca cohesión provocará la caída espontánea de la masa de nieve que, en pendientes superiores a 30º encontrará un excelente plano de deslizamiento. No son muy frecuentes en el Pirineo, pero no hay subestimar su poder destructivo. Una vez desencadenadas pueden alcanzar velocidades de hasta 300km/h y arrasar lo que pillen por delante.
Aludes de placa. Son los más peligrosos en el  Pirineo, por que son los  más frecuentes. Las placas de viento se forman cuando una nevada va acompañada de fuertes vientos. 
 
El viento empuja los cristales de nieve y los golpea entre sí y contra el suelo. A sotavento de las crestas montañosas se acumula una capa de cristales con una cohesión relativamente alta, que caen por gravedad al socaire de la cresta. Las turbulencia que se crean en las aristas facilitan la formación de cornisas o viseras. 
Estas placas rara vez caen espontáneamente. Normalmente tiene un aspecto mate, sin cristales brillantes, y un aspecto macizo, como de porexpan. Suele ser el paso de un esquiador el que rompe la placa en un efecto, por cierto, escalofriante. La línea de fractura empieza en las espátulas de tus esquís, y corre por la placa extendiéndose decenas de metros, o incluso miles como si se hubiese agrietado un cristal. Esta fractura puede tener desde un palmo hasta varios metros de alto. De la línea de fractura hacia abajo, todo se va. Aquí [
www.icc.es] hay un video cortito en el que se ve cómo un esquiador en ascensión corta una placa y se va con ella. Este es el menos malo de los casos. Quizá puedas esquiar o autodetener la caída. El peligro grave es el que corre el que está en la trayectoria del alud, más abajo. Según las características de la placa serán las del  alud. Puede ser una aerosol de nieve polvo  o un caos de bloques compactos y pesados. Son mortíferos, por enterramiento, por asfixia o por traumatismo. 
Aludes de fusión. Se producen cuando se carga la masa de nieve de agua, bien sea por calentamiento superficial o por precipitación de lluvia. Son típicos de la primavera y con frecuencia arrastran toda la capa de nieve, hasta la tierra, en cuyo caso se llaman aludes de fondo. Son lentos, pero la gran densidad de la nieve que arrastran puede ser destructiva.
Datos objetivos de peligro:
Nevadas recientes. Pueden producirse aludes de polvo. Ojo a la nieve recién caída en abundancia. Se ve nieve en los árboles. Si hay nieve en los hayedos, mala señal porque al no tener hoja las ramas aguantan menos la nieve: si aún así la conservan es que ha caido mucha. Si además ha hecho mucho frío, peor síntoma.
Vientos fuertes: así hayan soplado durante o después de una nevada, habrán formado placas a sotavento de las crestas. Un indicio claro son las cornisas: debajo de una visera siempre hay una placa. 
Subidas bruscas de temperatura. Pueden desencadenar aludes de nieve polvo o de fusión.
Inclinación de la pendiente. Los  aludes se producen en su mayoría en pendientes entre 30º y 40º. En otras palabras: esa pala que te gusta, cubierta de nieve polvo, es potencialmente mortal.
Agua en la nieve: ya sea por fusión o por precipitación, siempre es peligrosa.
Al loro: hay que conocer perfectamente el terreno para evaluar de modo certero el peligro. El parte de nieve del INM < [
www.inm.es]; para hoy dice
“POR OTRA PARTE, PRINCIPALMENTE EN ORIENTACIONES NORTE Y EN ZONAS
ALTAS, EXISTEN COSTRAS DE REHIELO OCULTAS. TAMBIEN PERSISTEN
PLACAS DE VIENTO ANTIGUAS EN ZONAS PROPICIAS AL DEPOSITO,
PRINCIPALMENTE EN ORIENTACIONES SUR Y SUDESTE.”
Es decir que bajo la nieve recién caída puede haber placas ocultas y todo tipo de trampas. No confiarse nunca.
La semana pasada una fuerte ventisca de poco más de una hora creó placas en las laderas W en Valdezcaray. Un chaval muerto al cortar una. Nadie recordaba una cosa semejante.
Algunas normas:
No salir jamás solo.
Tirar por elevación con los boletines de peligro de aludes. Mucha gente sale al monte con riesgo 3 (sobre 5), creyendo que es seguro. Falso. No hay alud pequeño.
Aprender a identificar placas, cornisas, canales de avalancha. 
Ojo con zonas de vegetación poco desarrollada.En altitud puede responder a áreas de canalización o depósito de avalanchas. 
Observad en las estaciones dónde hay paravalanchas, cañones de gas, zonas balizadas, y aprended a identificar el peligro y trasladar la observación a zonas similares.
Ahí donde ha caído un alud, caerá otro. Observad los restos de aludes antiguos. Tarde o temprano se repetirá
Ante la duda NO SALIR.
Ante el peligro sobrevenido:
Siempre, ARVA, pala, sonda, y un compañero que también lleve las tres, y que sepa usarlos. Practicad en frío. 
El ARVA sirve para ayudar a sacar antes al compañero atrapado. Es patético ver a esquiadores con su flamante Ortovox digital en la pechera, y sin pala. Así no vale para nada.
El ARVA no protege, del mismo modo que el cinturón no te salva de un accidente; si conduces a 140 por una carretera helada te la pegarás por mucho que lleves cinturón de seguridad.
Esquiar con mucha prudencia, de uno en uno, de un lugar protegido a otro, vigilándose con cuidado.
Pero la mejor forma de evitar el alud es NO SALIR.