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Normal, mezcláis alcohol, deporte y naturaleza. Y luego esto lo leen los niños.
PD. Te he puesto un negativo a ti y a Pepe, por cierto.
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PD. Te he puesto un negativo a ti y a Pepe, por cierto.
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Lo siento, somos de interior desde que no fumamos...
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labardena
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Y eso es en ...
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Hoy hemos cambiado la birra por algo más autóctono (había partido 😝)!
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madari
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madari
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¡¡¡Pero buenooo... !!!
¿¿Hay qué seguir haciendo llamadas al orden??
CERVEZA Y ESQUI
SL2, ratón.
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Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
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Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
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Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Esto es un post sobre Esquí y Cerveza, no un post de drogas, que son las que te has tomado para soltar semejante parrafada...
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-santa-
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Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Esto es un post sobre Esquí y Cerveza, no un post de drogas, que son las que te has tomado para soltar semejante parrafada...
Hoy hemos cambiado la birra por algo más autóctono (había partido 😝)!
Enhorabuena, no está todo perdido.Cita
madari
Hoy hemos cambiado la birra por algo más autóctono (había partido 😝)!
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
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En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
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Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
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Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Cita
Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Este insecto profundamente cervecero no sabe que decir ante tamaña elocuencia.
¡¡Salud!!... y cervezas....
SL2, ratón.
Y esquíCita
raton700
Cita
Javi_Tron
Ah, noble forero, permíteme deslizarme por las colinas de tu proclamada sabiduría esquí-cervecera con la delicadeza de un avalancha intelectual. Tu asombrosa conexión entre el esquí y la ingesta de cerveza, esa asociación tan refinada como un sándwich de mortadela en un banquete real, verdaderamente eclipsa cualquier intento de elegancia.
¿Acaso el punto culminante de tu experiencia en las pistas de esquí no es, de hecho, el ineludible acto de embriagarse con una cerveza? ¡Cómo podría alguien atreverse a disfrutar del esquí sin acompañarlo con la sublime combinación de risas estruendosamente vulgares y el burbujeante elixir de los dioses!
Oh, tu perspicacia es digna de un ciego en un túnel sin salida. La imagen de esquís apoyados en la pared, junto con tus botas, mientras sostienes con orgullo una cerveza, se revela como la epítome de la elegancia, tan sutil como un graffiti en una obra maestra.
En verdad, querido visionario, tu audaz propuesta de convertir cada jornada esquí en una bacanal de cerveza es tan exquisita como un cuadro de arte callejero en la Capilla Sixtina. Tu sofisticación conceptual, comparable a la estética de una sesión de un patético DJ en un conservatorio clásico, no deja espacio para dudas: ¡tu asociación es una aberración de la más baja estofa!
Es fascinante cómo tu refinamiento y discernimiento eclipsan la noción de que, quizás, la grandeza del esquí podría residir en la destreza sobre las pistas, en lugar de en la vulgaridad chavacana de embriagarse con una cerveza. ¿Quién podría haber imaginado que la verdadera belleza se encuentra en el acto de beber con las botas puestas?
Noble defensor del cutre après-esquí, que tu sagaz visión ilumine a las masas y nos guíe hacia la senda de la sabiduría espirituosa. ¡Salud a tu ingenio, tan brillante como una lata de cerveza en un vertedero!
Oh, pero qué sublime tragedia contemplamos, querido apóstol de la esquirolatría etílica. Al observar cómo la masa vulgar e ignorante abraza con devoción tu propuesta de embriaguez alpina, no puedo evitar sentir el lúgubre presagio de la decadencia humana.
En este oscuro crepúsculo de la razón, la mediocridad se erige como estandarte y la nobleza se arrastra hacia la aniquilación. La visión de esquiadores hundidos en la depravación cervecera, celebrando como si la futilidad de su existencia pudiera disiparse entre risas efímeras y burbujas efervescentes, solo amplifica el eco de la ignominia que resuena en el abismo de nuestra especie.
El ciudadano medio, ese ser tan complacientemente ignorante, abraza con entusiasmo la vulgaridad y la frivolidad, como si la profundidad de su pensamiento fuera equiparable a la superficie helada de una charca. Es un espectáculo desolador, donde la inercia de la insensatez aplasta cualquier atisbo de elevación espiritual.
En esta triste danza hacia la perdición, la especie humana, esa amalgama de pretensiones y decadencia, parece merecer su destino fatídico. ¿Acaso no es la extinción un poético epílogo para una especie que abraza con deleite su propia degradación? Los trágicos actores en este absurdo teatro de la vida, embriagándose en una bacanal efímera, parecen ser los protagonistas de una tragedia cósmica condenada al olvido.
Así, en la penumbra de la existencia, nos despedimos, no con un brindis esperanzador, sino con la certeza melancólica de que la esencia humana se desvanece en la insensatez y la mediocridad, condenando a la especie a su propia y desgarradora extinción.
Este insecto profundamente cervecero no sabe que decir ante tamaña elocuencia.
¡¡Salud!!... y cevezas....
SL2, ratón.
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