El domingo subiendo al Clarabide 3.020 m. (me sorprendió encontrarme con un montón de maravillosas palas de nieve. Por supuesto virgen. Al subirlas vi que la nieve estaba blanda, no precisaba crampones y el piolet se hundia unos 30 cm. A partir de ese momento mi cerebro era esquiador y pensaba en hacer pronto cumbre para descender jugando en ellas.
La pala mas próxima a la cumbre imponia algo de respeto (que ya se apreciaba escalando por ella). Por ello intenté prudentemente buscar una posición lo mas apartada posible de las rocas mas grandes del fondo por si las moscas. Me puse el piolet al ristre, me senté inicié un vertiginoso descenso con las "tablas nalgueras" y puede comprobar que la parte mas ancha de la cruz del piolet permitia reducir la velocidad. Además una parte de nieve se acumulaba ante mi y tambien ayudaba a no perder demasiado el control.
Entusiasmado, al acabar esa pala fui a la siguiente y luego a la otra. Hasta que vi la última y esta no me gustó nada. Tenia mal color de nieve. Me daba mala espina. Mi amiga M... se lanzó a bajarla a saltos mientras con gritos me estimulaba para que yo lo hiciera en la forma que me habia visto bajar las otras. A pesar de mi impresión anterior me decidí a hacerlo y esta vez mas dificil todavia, sentandóme encima del piolet para frenar con un lado u otro de la cruz en un suave balanceo. No puede frenar siquiera la primera vez hasta que el piolet se enganchó y me quedé colgando de la cinta que unia el piolet a mi muñeca (gracias a Dios que siempre me lo ato). Cuando llevé la otra mano hacia el piolet para superarme hacia el, se perdió su sujeción y yo cai por la pendiente "a plazos". Es decir caia y el piolet se fijaba de nuevo (debido a la presión que en ningún momento dejé de hacer en el), y asi en tres o cuatro ocasiones. Presa del miedo, del que tanto he hablado en este foro, decidí nerviosamente salir cuanto antes de aquella peligrosa situación. Quedando claro que la parte de la cruz del piolet no bastaba, rabiosamente intenté detener mi caida con la punta mas afilada del piolet hasta que conseguí incarlo lo suficiente y detener la caida para que me diera tiempo a con la punta de la bota esculpir un pequeño escalón que me permitió darme la vuelta y bajar dando saltos, como mi amiga, aun sabiendo desde ese momento que si en uno de esos salto no incaba bien el talón en la nieve o perdia el equilibrio, al igual que le hubiera ocurrido a ella, no hubiera podido detener la caida.
Sirva esta batallita que os acabo de contar de prevención por si alguien se deja llevar por la nostalgia del esqui. Las conclusion fundamental es que la lógica de la montaña a veces no coincide con la de nuestro intelecto, o si, pero no somos capaces de apreciarlo con la debida prontitud. Una pala que le da el sol es evidente que no es la misma que una que no le da. Descubrir esto a determinadas horas del dia puede ser dificil, por eso la prudencia no debe nunca relajarse como ocurrió en mi caso que desoí los avisos de mi experiencia y me dejé llevar por la euforia de mi amiga, menos experta.