Qué cierto es todo. SIempre lo he pensado. Me he sentido culpable, pero como una drogadicta, no lo he podido evitar...
Cuando un familiar me acompaña a mi apartamento le digo: que yo me dedico hasta las 5 a esquiar.... Tú diviértete por tu cuenta. Hay: patinaje sobre hielo, paseos, viajes en moto, etc. Aquí tienes un plano con las actividades. Hasta luego.
Pero luego, están esos amigos que te escuchan hablar, que ven que tus gestos y el brillo de tus ojos se disparan cuando hablas del esquí. Y tú les aprecias de una manera especial; y te dices: ¿cómo voy yo a negarle a este amigo el descubrimiento de la verdad más universal de todo los tiempos: la felicidad plena está en el esquiar.
Y terminas convenciéndole. Tú, magnánimo, la tarde antes, le acompañas a alquilar las botas y los esquíes y a comprar el fofait. Ni se imagina, el pobrecito, que , a partir de ese momento, no te verá el gorro más de 1 hora seguida...
A la mañana siguiente, ves que le cuesta madrugar, que no sabe dónde ha dejado la crema solar, se ha puesto dos calcetines gordos y tarda 20 minutos en ponerse las botas.
Le dices: no te preocupes, tú, a tu aire. Yo me voy para arriba. Tu coges el telesilla que está: 3 escaleras a la izquierda, una a la derecha, la calle de enfrente hacia la izquierda y la siguiente a la derecha.
Cuando llegues, me pegas un toque al móvil. Si no te respondo, no te preocupes, puede que esté en una zona sin cobertura. Te tomas un café y me llamas media hora después.
Y ahí se queda el pobre hombre, pensando en lo rara que se equipa la gente para practicar ese deporte.... Sin saber si ponerse el jersey gordo y la camiseta fina o los tres jerseys finos que le birló a su hermano.
Y cuando a eso de la 1, consigue llegar arriba y te pega un toque, resulta que tú te acabas de encontrar con esa amiga rubia tan simpática. No veas lo que te jode dejarla antes de haceros esa bajadita. Y dices: por 10 minutos que me retrase no pasa ná. Me tiro esta pista y luego cojo ese telesilla y llego hasta mi amigo en un pis pás.
Pero el telesilla tiene unas colas de 20 minutos, y cuando llegas, tu amigo lleva 40 esperando.
Te pones con él a explicarle el tema de la cuña. Después de escucharte decir unas cuantas cosas que consideras de lo más incoherente, le dices: espera, lo voy a hacer yo y ahora te lo explico.
Lo ejecutas y memorizas: el peso del cuerpo, el viraje, los brazos, el pie interior, el valle y el bastón.
Ya está. Se lo explicas varias veces. El te mira con cara de chino estreñido.
Le dices: no te preocupes, tu haz lo que yo.
Y después de una hora viéndolo caer y ayudándolo a levantarse, le dices: si ya lo haces muy bien, a mí me costó mucho más que a ti, y te lo llevas a la primera pista azul que encuentras porque tienes un monazo que ya no puedes con él.
El pobrecito termina derrotado, molido, hastiado y hundido.
A partir de ahí caben dos posibilidades:
- o que no vuelva, y huya para siempre cual gato escaldado.
- o le has traspasado en vena y diréctamente al cerebro la pasión por el esquí. A partir de ese momento, sólo soñará con el momento en el que pueda reunir unos cuantos de euros para volver a pegarse esa escapadita, y a ti te quede un hueco en el apartamente y te acuerdes de él. Te llamará todas las semanas: ¿qué tal el tiempo? ¿vas? ¿no falla nadie? ¿cuántos cm ha caido esta noche?
Y tú le dices: no te preocupes, que este fin de semana tengo un compromiso con mi primo Ramón, pero dentro de 3 fines de semana, te haré un hueco.
Pobrecito, con lo feliz que vivía en su ignorancia.