Naturalme, la nieve, es lo suficientemente atrayente, y además en nuestra tierra, espectacular, como para "irla a ver".
Cuando se llega por primera vez a la estación, (como visitante), no sabes para dónde tirar, y lo normal , es quedarse en Pradollano, que para los de ciudad, es el sitio más civilizado que ves. (no te vas a ir a los albergues, que ni sabes que existen).
Ves a la gente esquiando, y de pronto sientes envidia. Mucha más cuando lo practicas, y ves llegar a los esquiadores, a Pradollano, por el Río, y tú, que no has pasado de las verdes y te has bajado en el telecabina, te preguntas, "¿Cuándo seré yo capaz de bajarme el Río?". Pero todo llega en la vida.
Bueno, a lo que iba, tu llegas allí de turista. Te haslevantado de madrugada y has hecho un largo viaje. Te has llevado entre dos y 4 horas de caravana para llegar a la estación. Casi te hacen poner unas cadenas rarísimas. Has pasado una odisea para aparcar.
El niño se empeña en que le alquiles un trineo, y tú se lo alquilas, por si no vuelves más en tu vida. Resulta que no hay ningún sitio para jugar, ni siquiera en ese trocito junto al telesilla Jara donde no ves a nadie esquiando, no comprendes el motivo y te encuentras con prohibiciones por todos lados para disfrutar de la nieve. Y encima, no puedes entrar con el trineo en los restaurantes; y resulta que has pagado una fianza de 60 euros por él, y sabes que no te puedes permitir que te lo roben. ¿y ahora que haces con el niño y el p-t- trineo?.
Así que estás allí enmedio con el trineito, queriendo que tus hijos lo pasen bien, viendo pasar a gente con cara de estar en la gloria, cargados con unos esquís enormes, los labios pintados de colores verdes, lilas o rosa, con una ropa rarísima y unas botas con las que no te entra en la cabeza como pueden articular el paso.
Tú, que pensabas que ibas al Polo Norte, te has puesto 3 jerseys y dos pantalones, tienes un calor del carajo, y el niño que quiere ir a hacer pipí.
Cuando por fin encuentras un bar, media axfisiada por el calor, te pones a quitarle ropa al niño, y como el bar no tiene ni una percha y está que da asco, te las ingeniártelas para, guardando un equilibrio perfecto, ir amontonándo ropa encima de la cisterna.
Y piensas, ¡qué mal está organizado todo!. ¿Por qué no habrá un área para los visitantes? (Resulta que la hay, pero tú no lo sabes).
Yo también me enganché, o me engancharon así, con una visita turística, ya que no tenía amigos aficcionados que me hubieran comentado nada.
Una turista, al fin y al cabo