Mi Mihura es muy coqueta: ¡Cualquiera es capaz de quitárselos!
Yo no me atrevo, desde luego. Sería capaz de abandonarme por ello cuando menos lo esperase, y no es plan, especialmente cuando le sorprende la noche, cosa muy frecuente, o sencillamente sale ya con el sol bien oculto. Y es que mi amada es así. Yo la comprendo. No quiere ser arrollada por ningún vehículo a motor, de esos que tanto rugen, consumen petroleo y echan más humo que un indio mosqueao. Aunque trato de explicarle que yo ya llevo el chaleco amarillo, ella, cabezona donde las haya, insiste en que toda precaución es poca: Hay musho abencerraje suelto que cuando la ven en la carretera, lejos de respetarla, la pasan como si no tuviese derecho a rodar, con sus nobles cubiertas, por el mismo firme que los automovilistas. Ella tiene su propia forma de ser. Estoy locamente enamorado y respeto sus gustos. Soy hombre tolerante. Todo sea porque sigamos comprendiéndonos, amandónos y respetándonos mutuamente. Nos queda todavía mucho por andar, al menos, tan unidos como hasta ahora.
Un fuerte abrazo, compañeros.