12 de Octubre de 2006, Día de la Hispanidad:
Lo que comenzó como el propósito de viajar a Grazalema con mi hermano para subir al Torreón (techo provincial de Cádiz), acabó convirtiéndose en una excursión múltiple al Peñabón de Trevélez (después de descartar las Buitreras de Dúrcal, los Alayos de Dílar y el Santa Bárbara de la Sierra de Baza).
La ruta elegida era la descrita por Juan Carlos García Gallego en Excursiones por el sur de España. Sin embargo, en el mapa de la editorial Alpina y en el del SGE, lo que García Gallego llama Peñabón se identifica como Peña de los Papos, quedando el Peñabón como otra cumbre menor de apenas 2.000 m. Según las indicaciones, el recorrido es de 4,3 km y salva un desnivel de 1.100 m.
La niebla en las alturas nos impidió sacar fotos panorámicas. Dudé si merecía la pena montar un reportaje para el foro, pero al final me decidí a hacerlo como una forma de agradecer la excelente compañía de la que disfruté ese día. Seguro que recibirán de muy buena gana vuestros comentarios.
Después de negociar la infinitas curvas que separan la civilización del pueblo de Trevélez, alcanzábamos el punto de partida de nuestra subida al Peñabón.
Y así, recién salidos del coche, muy bien desayunaos (como mandan los cánones), nos poníamos en marcha:
(de izquierda a derecha, entre familiares y amigos: Jesús, Yolanda, Cristina, Borja -hermano menor-, Mariví -concuñada-, Mª Rosa -hermana- y Javier)
Y muy pronto empezamos a apretar el culete:
Con los inevitables efectos sobre pulso y respiración:
Aunque oficiosamente yo cumplía el papel de guía de la expedición, no dejaba de ser mi primera galopada por la zona. Trataba de disimular mi desorientación imponiendo un paso firme, pero la expresión de mi cara me delataba:
Y claro, pronto surgieron las primeras dudas sobre mi capacitación:
Por lo que sugerí un primer descanso para consultar disimuladamente las notas de Juan Carlos García Gallego (Excursiones por el sur de España):
Pero mi hermano se percató de mis dudas y propuso encabezar una revolución contra el autoproclamado líder del grupo (yo mismo):
Para calmar el conato de rebelión, decidí compartir mis tribulaciones con el resto:
Y me subí a la tribuna de oradores tratando de calmar los ánimos:
Finalmente acordamos dar media vuelta y coger alguna de las trochas de camino que habíamos dejado atrás. Y todos contentos:
El pueblo aun se aparecía cercano, de manera que el Peñabón era para nosotros un lugar todavía remoto:
Y el camino no daba tregua a los expedicionarios:
Al paso por los Cortijos de las Rosas, mi hermano conservaba intactas las ganas de seguir subiendo:
Un pequeño tramo de descanso (aprovechado por alguno para realizar los pertinentes estiramientos de la zona inguinal):
Y otra vez al tajo, que para eso hemos venido a la montaña:
Jesús estaba hecho un toro:
Pero los esfuerzos van dispersando al grupo:
Y más o menos a mitad recorrido, a unos 2.000 m, sobre el límite de los pinos de repoblación....
....cuatro componentes del grupo se plantaron y decidieron aguardar el regreso del resto, sentando sus posaderas en el Cortijo de Prados Altos, como Ángeles de Charlie en versión hispana:
A Javier, el cuarto en discordia, le tocaba inevitablemente el papel de Charlie:
Y el resto, a seguir subiendo:
Aprovechando las bondades del otoño nevadense, Yolanda soltó lastre y se puso así de estupenda, con su camisa de tirantes:
Pero se empeñaba en no concederme una sonrisa, ni un mísero gesto, ni una solitaria mueca; nada de nada:
La niebla se hizo presente:
Pero ya no había marcha atrás (pensaba yo para mis adentros):
Y así fue que de buenas a primeras nos topamos con la cima:
El Peñabón era nuestro (y en primer lugar de Yolanda):
Mi hermano comprendió enseguida la utilidad de los vértices geodésicos:
Que de paso hacen las veces de improvisado trípode para las fotos de grupo:
Y allí disfrutamos de la cumbre unos minutos, aunque lamentablemente privados de cualquier panorámica por la niebla:
De vuelta al Cortijo, Yolanda dio muestras de su insaciable apetito:
Y las demás aprovecharon para felicitar a la campeona:
En el descenso, hicimos parada en un mirador delicioso:
Donde mi hermano dio cuenta de un formidable bocadillo de jamón de Trevélez (cortesía de Cristina):
Y yo aproveché para hacerme fotos de las que poder presumir:
Nos esperaban de nuevo en el regreso las infinitas curvas de la carretera.
Pero estábamos contentos.
El Peñabón nos deparó lo que buscábamos, disfrutar de una jornada en la montaña.
Así que creo que es justo decir:
¡VIVA ESPAÑA!