Enviado: 11-08-2006 00:30
Mis loables compañeros. Gracias por vuestra lectura y fiel seguimiento de lo que aquí se relata. Humíldemente os hago la tercera entrega de la verdadera historia de D. Oblongo Martínez Bicorne y "amigos varios". Todo sea por ensalzar a quien creó escuela y magia financiera, sostengo. Un abrazo.
Capítulo II
Si algo sobraba a Don Oblongo era imaginación, inteligencia y espíritu de sacrificio y superación. Con tales mimbres urdió la cesta en la que cabía la idea de prosperidad explicada por el pequeño bar que pensó alquilar a muy buena renta y del que tenía noticia gracias a un letrero que leyó algunos días atrás, medio caído y sujeto por una podrida cuerda de pita a punto de romperse, en el que podía leerse : ¡ZE TRANPAZA MU VARATO, PREGUNTÁ EN EL TELÉFANO QUE ASQUÍ DOI : 95 000 11 22!
El trato lo hicieron, no en gestoría o notaría alguna, de las que por obvios motivos del pasado no se fiaba, sino en la barra de un bar cercano al domicilio del arrendador, cuyo dueño, amigo desde la infancia de aquél, era hombre de gran sabiduría y ciencia, que aunque no tuviese el título de Graduado Escolar, tenía, eso sí, pues no en balde estuvo escolarizado hasta los diesiséis años, aunque no pasase del tercer curso, el Certificado de Escolaridad. Aprovecharon, para ello, un par de trozos de papel de estraza (ya que se había de hacer por duplicado), que aun teniendo algunas manchas de aceite por haber sido usados antes para envolver sardinas asadas, eran perfectamente reutilizables. ¡La ecología es la ecología! El sabio y docto redactor del texto, lo hizo a lápiz pues no tenía a mano bolígrafo alguno. Con el cuchillo de cortar el pan para las tapas, muy bien afilado, le sacó, con gran maestría, una buena punta.
Aceptadas y firmadas las condiciones por ambas partes, arrendador y arrendatarios, sólo se precisaron las firmas de los testigos, siendo estos los sempiternos parroquianos del bar en cuestión, quienes, a pesar de ser las cuatro y media de la tarde de aquel día sábado, todavía no habían vuelto a su casa para el almuerzo. No lo necesitaban; los caracoles, hígado con tomate y pescaíto frito junto con las “papas a lo pobre” y muchas cervezas “a lo rico” habían llenado, y bien llenado, sus estómagos y colmado la necesidad de calorías que precisaban para ese día y también para el siguiente. Por tan sólo una jarra de sangría por cabeza, no faltaron los voluntarios, de entre éstos, para estampar su firma en el solemne documento. Diéronse todos la mano y trato hecho y acuerdo consumado y redactado conforme a derecho y según la ley vigente,…bueno…más o menos.
Por poco dinero ya podían, Don Oblongo y su socio coarrendatario, disponer de su negocio y sentirse triunfadores en una sociedad en la que la economía de mercado marca las pautas en orden a respetar la libertad de empresa del indivíduo.
Ambos cantaron al son de la guitarra y bebieron diractamente de una botella de orujo de 65º comprada ex profeso para tan gran celebración.
Amanecieron con resaca y tras un vivificante baño en el mar cercano, y aún con dolor de cabeza, comenzaron el duro trabajo que habría de llevarles a la fama y a la riqueza. Comenzaron por tallar, con una vieja navaja de aguda punta, en el mismo cartel de madera del anuncio de traspaso, dándole la vuelta, el nombre del nuevo bar. Éste fue, en honor al socio principal del arrendamiento, Don Oblongo, el del apodo con el que ya era conocido por muchos: “El Mellado”, haciendo alusión a sus desdentadas mandíbulas, de las cuales se le caía la dentadura postiza , de mala calidad, cuando cantaba a pleno pulmón.
Pasó a llamarse, de este modo, “BAR MELLA”. Un nombre, a todas luces breve y muy comercial.
Capítulo III
La dedicación y esfuerzo que depositaron en su negocio fue de tal calado que eran pocos los de los alrededores que no conocían el original “chiringo” en el que podía degustarse la mejor carne en salsa y la mejor paella a la marinera de toda la región. El ingenio de nuestros dos socios tomaba cuerpo, en esta ocasión, en la satisfacción de los paladares más exigentes en lo que a carnes y pescados se refiere. Sépanlo, señoras y señores, ya poco o nada importa que la verdad sea conocida y juzguen por Vds. mismos. La archiconocida frase hecha, “gato por liebre”, bien pudo darse aquí y tal vez aún se siga dando, si se tiene en cuenta que a medida que se demandaba, por parte de una clientela en vertiginoso ascenso, más y más tapas de carne en salsa, disminuía drásticamente la población de los perros y gatos de la zona. ¡Cuando menos sospechoso, muy sospechoso!, ¿verdad? Unido a ello, debe indicarse también, para mayor rubor, que las cajas de pescado arrojadas a la basura, por estar éste en mal estado o descomposición manifiesta, cerca de la lonja de la ciudad próxima, desaparecían como por arte de magia de un día para otro. A veces, hasta las gaviotas se quejaban ante la escasez palpable de su alimento tras la incursión de los ya afamados restauradores en el mundo de la hostelería.
Más pronto que tarde, el Bar Mella, dio vida y ambiente propios a la aldea pequeña y humilde habitada por gentes sencillas que vivían, a duras penas, de lo que la mar les daba. Era ésta, por su casi insignificancia y tan apartada de la ciudad de la que dependía en su calidad de anejo, conocida como La aldeílla.
Supieron, nuestros protagonistas, con sus cañas y vinos, con sus tapas y arroces y por supuesto con sus cantes prodigiosos, ganarse a la población vecina y aledaña, a la de la costa y también a la del interior. Cobraron tal celebridad las juergas y desmadres que aquí se daban, que como si de una explosión de adrenalina urbana se tratara, La Aldeílla llegó a tener un rostro y colorido tan propios y exclusivos, que ensombreció a la ciudad de la que dependía. Así es, mis estimados lectores: En pocos años se multiplicaron los chiringuitos, bares, restaurantes, pensiones, hostales, hoteles, bancos y cajas de ahorro, agencias inmobiliarias, Notarias y Registros de la Propiedad, bufetes y Juzgados, tiendas, supermercados, superficies comerciales, pisos, locales, apartamentos y por supuesto chalés adosados y sin adosar. Famosos y menos famosos, aristócratas y burgueses, prestamistas y banqueros, gentes del mundo del espectáculo y la farándula, aventureros, hippies, buscavidas y colgados, nacionales y extranjeros, ganadores y derrotados, se dieron cita aquí sembrando la semilla de lo que hoy, tras algunas décadas de historia y evolución , dieron en cambiar el nombre de la casi olvidada aldeílla de húmiles trabajadores en lo que pasó a llamarse y con este nombre llegaría a la posteridad: BARMELLA. Ese fue el elegido por el alcalde pedáneo y sus seguidores como reconocimiento a los que un día crearon tan asombrosa ciudad a partir de orígenes tan modestos como el del “Bar Mella”. ¡Incríble pero verdad! Ni que decir tiene que la independencia de su ciudad vino por añadida, llegando a tener ayuntamiento con alcalde y concejales propios y democráticamente elegidos.
Capítulo IV
Fue su primer alcalde (sé perfectamente en quien está Vds. pensando), Don Oblongo Martinez Bicorne, y su teniente de alcalde (también sigo leyéndoles su pensamiento), su socio y colaborador. Ni siquiera hizo falta campaña electoral como a las que asistimos los ciudadanos cada cuatro años para votar a nuestros dirigentes. Esas campañas tan respetadas y respetuosas, donde la educación y los buenos modos son la característica dominante, dando con ello ejemplo de urbanidad y civismo a la población.
Bastó, en esencia, con fundar un pequeño partido político por los dos originarios restauradores que hoy eran dueños y magnates de casi media ciudad, junto a sus más allegados simpatizantes y paniaguados. Tal partido fue llamado “Cuerpo de Inteligencia del Litoral” (C.I.L.).
Sin embargo, y así es la vida política, por todos conocida, llevó a lo que llamamos comunmente, unido a la “erótica del poder”, “desgaste, también, del poder”. Se dio lugar, de este modo, al nacimiento de nuevos partidos y particulares que pugnaban entre sí por llegar a la acaudalada , o más bien, fuente generadora de caudales, alcaldía de la ciudad de Barmella.
Ante lo apretado de las elecciones que se avecinaban, con dudoso resultado, y dadas las aspiraciones de gobierno, guiadas por la vocación de servicio público sin afán de lucro de los elegibles, se llegaron a las más extrañas coaliciones y contubernios de contenido y proyección nada claros. Pensó, ante tan insegura situación, nuestro todavía alcalde, Don Oblongo, en sostenerse en el cargo, ganando para sí el voto de las feministas moderadas y el de las radicales, llevado por su olfato de perro viejo en todas las vicisitudes que la vida pudiese depararle. Su número, en tal localidad, era elevado, y para estar a la altura de los tiempos, siendo un machista impresentable, con el fin de ganarse a las siempre sufridas mujeres (esto, en términos generales, es muy cierto), fue el primero en hablar y criticar el lenguaje sexista. No se le escapaba ni un solo “ciudadanos y ciudadanas”,”trabajadores y trabajadoras”, para más tarde pasar a “ciudadanas y ciudadanos”, “trabajadoras y trabajadores”. Sólo tres días antes de las elecciones propuso enemistad abierta con los académicos de la lengua y con los literatos conservadores, defendiendo la formación del masculino a partir del femenino, lo que daría lugar a “alcaldesa y alcaldeso”, “concejala y concejalo”, llevando este asunto a su última consecuencia, con lo que abogarían por un nuevo Diccionario de la Lengua Española en el que se definiese al “araño” como macho de la araña y al “trucho” macho de la trucha.
Aplaudido a rabiar por sus seguidoras y seguidores, en su última intervención, antes del período legal de 24 horas sin campaña, para que la vecina y el vecino reflexionase su voto, gritó hasta ensordecer a sus seguidoras y seguidores: “Si ustedas y ustedes me eligen, como primero edilo, seguiré haciendo de la honradez y el consenso mi bandera de batalla”.
Y ganó las elecciones, por un margen estrecho, pero las ganó. Música cañera, cohetes y champán junto con bailes y gritos de júbilo y alguna lágrima que otra pusieron la guinda a tan memorable momento.
El gobierno municipal, ya propuesto en el programa electoral, no tardó en jurar o prometer el cargo, toda vez que este es el requisito sin el cual no se pueden ejercer las funciones del puesto que habrían de desempeñar con la máxima limpieza y humildad. Quedó, así, el organigrama local dispuesto de la siguiente forma:
-ALCALDESO PRESIDENTO
D. Oblongo Martínez Bicorne
-VICEALCALDESO O TENIENTO DE ALCALDESO:
D. Mastuerzo Norberto Rezno de la Empanada (socio y leal compañero de Don oblongo, que por fin dio su nombre real. Antes era conocido como “El Guitarrilla”).
-CONCEJALIA DE ECONOMÍA Y HACIENDA :
D.ª Fernanda Guillerma Cerrada de Mollera
-MEDIO AMBIENTE:
Don Sorayo de las Matas Verdes
-SALUD Y CONSUMO:
Dª. Mª. Dolores Ñuñandú Caribú
-CULTURA Y PATRIMONIO:
D. Vanesso Jacinto Mático Rupto
-PROTECCIÓN CIUDADANA, TRÁFICO Y TRANSPORTES:
D. Dalmacio Alejandro Medario Carromato
-URBANISMO:
D. Melchor Izo Filigranas
-MANTENIMIENTO INTEGRAL:
Dª Francisca Mello Joroba
-PERSONAL Y SERVICIOS GENERALES:
D. José Francisco Ñazo de los Grandes
-JUVENTUD Y VEJETUD:
D.ª Claridad Eduvigis Dalo Mismo
Pido disculpas al lector por no incluir aquí a todos los secretarios, subsecretarios, ayudantes de secretarios y ayudantes de subsecretarios, por no mencionar a los alternos y subalternos, ayudantes de alternos y subayudantes de subalternos, porque la lista sería muy larga y penosa de exponer y sólo produciría cansancio y dolor de cabeza a quien intentara leerla en su totalidad. Sólo cabe añadir a este respecto que todos eran muy útiles y necesarios y que en realidad lo que faltaba era personal, pues no daban abasto con la cantidad de trabajo, de todos conocido, que hay que hacer cada día para el buen funcionamiento de una Casa Consistorial. ¡He dicho!
(Continuará...)
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