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javier marín
Enviado: 19-07-2006 14:10
La lección de la montaña:: Domingo, 16 de Julio de 2006 :: Reflexiones/Pensamiento y Cultura :: :: No Tags ::

Por Rafael Argullol, escritor (EL PAÍS, 16/07/06):

Escuché en la radio que en los exámenes de Selectividad habían ofrecido a los estudiantes la posibilidad de comentar un texto sobre Rilke, y que esto constituía un acontecimiento, pero como, a continuación, me llamaron por teléfono no pude descifrar por qué se había convertido en acontecimiento algo que en principio debería ser normal. Incluso me parecía una buena noticia que Rainer Maria Rilke fuera objeto de comentario en un examen de literatura en estos tiempos tan poco sofisticados literariamente. Pero a los pocos días leí en un periódico la carta de un socio del R. C. D. Espanyol en la que se quejaba del sectarismo de unas pruebas en las que se hacía la exégesis del entrenador del F. C. Barcelona sin dar acogida a las reflexiones apasionadas de los seguidores de otros clubes.

Entonces me apercibí de mis dos errores, uno de audición radiofónica y otro de apreciación espiritual. No era, por tanto, Rilke sino Rijkaard el tema literario que debían abordar los estudiantes. Si hubiera aguzado más el oído o no hubiera sonado el teléfono habría acertado a la primera. El segundo error era todavía más importante puesto que, insensible a las demandas de mi época, yo me había sorprendido de que Rilke fuera Rijkaard en lugar de sorprenderme por el sectarismo de privilegios a un club.

Para ser justos, en el próximo examen de literatura habría que repartir las cuotas de los comentarios sobre distintos entrenadores procurando que los diferentes equipos estén equitativamente representados. Aunque la verdad, para ser más justos todavía, lo adecuado es que todo lo concerniente al fútbol fuera tomado como asunto religioso -como, de hecho, lo es a todos los efectos, y a escala universal- y, en consecuencia, cesara la controversia sobre qué asignatura impartir, si ética o religión, pudiendo sintetizar lo espiritual y lo cívico en la materia fútbol.

Esta extraordinaria aportación del fútbol puede que haya hecho olvidar estos días otras aportaciones más minoritarias, pero igualmente representativas de nuestra época. Quizá ustedes, entre tantas noticias interesantes del Campeonato Mundial de Alemania -donde se juega el honor y el patriotismo de los pueblos-, no hayan reparado en una información que también tiene que ver con nuestro culto al deporte.

Sucedió hace unas semanas en el Everest: el alpinista británico David Sharp murió a 300 metros de la cima sin que, de acuerdo con la información, ninguno de los más de 30 escaladores que pasaron junto a su cuerpo agonizante tuvieran ganas o tiempo de ayudarle. Pensé irremediablemente en la vieja fotografía de Edmund Hillary y el sherpa Tenzing, exhaustos y sonrientes, tras haber llegado por primera vez a la cumbre en 1953.

¿Qué había ocurrido 50 años después en aquel mismo lugar? Varios alpinistas que habían coronado el Everest ofrecían sus interpretaciones. Para todos era inaceptable que la conquista de la montaña hubiera sido más importante que la vida de David Sharp. Pero más exactamente, ¿qué había ocurrido en estos últimos 300 metros para explicar la indiferencia con que fue tratado el agonizante? Unos, sin justificar el hecho, hablaban de la flaqueza de fuerzas al final de un ascenso, y otros, por el contrario, de la euforia que este hecho comporta.

Sin embargo, la mayoría de estos expertos alpinistas aludía a un hecho inquietante y en cierto sentido aterrador: el Everest era un reflejo de nuestra sociedad. A continuación entraban en detalles de la progresiva degradación que rodeaba la conquista de la montaña desde la lejana andadura de Hillary y Tenzing: el mercantilismo, la competencia feroz, el deterioro ecológico, el exhibicionismo del récord, la feria de las vanidades. Nada, o muy poco, quedaba de aquel espíritu pionero inicial.

La contundencia de las respuestas me obligaba a una pregunta: ¿todo esto en tan sólo 50 años? Una vida para mí. Junto a la de Yuri Gagarin, con su viaje alrededor de la Tierra, la de Hillary y Tenzing había sido la mayor epopeya de mi infancia. Tenía una idea de la cima del Everest que, imagino, compartía con muchos niños de la época: un lugar puro, un trozo de cielo casi inaccesible a no ser que se llegara a él con esfuerzos y audacia como habían hecho sus primeros conquistadores. Ahora, a juzgar por lo que ha ocurrido con David Sharp, hemos domesticado el Everest hasta transformarlo en un arrabal más de nuestra ciudad de la codicia y del espectáculo. En sólo 50 años.

Pero visto desde nuestra cotidianidad, esta inversión de la imagen del Everest tampoco tiene nada de excepcional. Si hemos convertido la comida en fast-food, si creemos que la solidez espiritual reside en los manuales de autoayuda, si nos hemos convencido de que realmente viajamos a través de los viajes organizados, si tenemos convicciones tan arraigadas sobre fundamentos tan volátiles, ¿por qué no deberíamos tener también un Everest prêt-à-porter? Al fin y al cabo el libro épico de nuestros días es el Libro Guinness de Récords, en el que se encuentran democráticamente igualadas las mayores ocurrencias y las mayores estupideces. Por ejemplo: por primera vez más de 30 escaladores pasaron, indiferentes, junto al cuerpo de un compañero que agonizaba a 300 metros de la cima del viejo y pobre Everest.

Me temo, no obstante, que esta lección de la montaña haya pasado desapercibida ante el alud de estadísticas futbolísticas de estas semanas. Por cierto que el Libro Guinness debería acoger la cifra de espectadores que han proporcionado los entusiastas organizadores del Campeonato Mundial: treinta mil millones (imagino que alguno ha repetido partido porque de lo contrario nos faltan terrícolas). Una cifra cósmica de esas que producen en nuestros escolares la temida angustia de las matemáticas, pero que llenan de orgullo patriótico a las sociedades.

Y en efecto, ¿para qué Rilke teniendo a mano al bueno de Rijkaard?
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Cherpa
Enviado: 19-07-2006 20:08
Sabias palabras las de Argullol, pero no muestran nada nuevo bajo el sol, son ya muchas, demasiadas, las deplorables historias de este tipo con las que nos obsequia ultimamente el Everest y otras cumbres. Hoy en día lo importante es el resultado final y no las vivencias que implica escalar una montaña. Los exploradores son una especie en peligro de extinción. A cambio, pequeños burgueses y ejecutivos creen comprar con dinero un carnet de alpinista y de la agencia de viajes salen disparados hacia la única montaña que les importa, la más alta. Y una vez que has pagado una pasta, pues no vas a detenerte a 300 m de tu meta a socorrer a un pobre desgraciado que, al fin y al cabo y tal como nos enseña esta sociedad, no es otra cosa que un perdedor. Pues bueno, afortunadamente no todo esta mierda es nuestro mundo. Hace poco tiempo, los Hermanos Pou se bajaron del Fitz Roy en la que era su última opción de cumbre para socorrer a unos compañeros franceses accidentados. Las otras cordadas en la zona, salvo unos ingleses, hicieron oidos sordos a la llamada de auxilio de los franceses y algunas de ellas pudieron hacer cumbre durante el día que los Pou y los ingleses se encargaban de salvar la vida de los accidentados. Los Pou volvieron al Fitz Roy, pero la montaña ya no les dío opción. Sin embrago, su ejemplo es el que hace que algunos nos sintamos orgullosos de llamarnos alpinistas y no el hecho de subir o no subir al Everest o a cualquier otra cumbre, por atractiva que ésta nos parezca.
Salud y Libertad.
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Enviado: 19-07-2006 22:18
Registrado: 19 años antes
Mensajes: 920
Por fin algo que vale la pena leer. Totalmente de acuerdo en la decadencia de los valores que alguna vez nos ayudaron a soñar a ser mejores. Gracias.
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Enviado: 19-07-2006 22:26
Registrado: 19 años antes
Mensajes: 228
Maravillosas reflexiones, pa hablar , hablar y .......ó es que hoy alguien se cree que en la mayoria de los deportes el que consigue algo lo esta haciendo de forma limpia; fijemonos en el ciclismo y más casos de fraude deportivo, donde los intereses de nuestra sociedad, prevalecen sobre los ideales deportivos románticos de " lo importante no es ganar sino participar" de Coubertin .
Al final solo quedamos Nosotros y miremos nuestro ombligo , todos hacemos que en esta sociedad prevalezcan unas u otras cosas y hemos de luchar por conseguir las mejores y romper tanta inconsciencia degenerativa. Podemos hacerlo mejor si luchamos por ello. Gracias por escribir esto porque todo lo que hagamos así ayuda, a mi por lo menos.
smiling smiley
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