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horacioclaudio
Enviado: 08-07-2006 02:49
Aun a riesgo de que el joven Fernando Wilhelmi me corte las orejas o amenace con hacerlo por ocupar mucho espacio, me tomo la licencia, para acompañar con mi humilde pluma a la ecumbriasis de aqueste foro, de introducir otro relato (por entregas) cuyo final ya conocen algunos jóvenes compañeros, por lo que les ruego que guarden prudente silencio. Favor que me hacen. Muchas gracias.
Va por Vds. y por la pasión ecúmbrico-deportiva que nos une.
Primera entrega:


IV SESTERCIOS

Prefacio

Hijo del cónsul Cneus Estrabón, patriarca y protector de una poderosa familia aristocrática del Piceno, Cneus Pompeius Magnus había dejado de ser feliz dos años atrás.

Capítulo I

Precedido, como marcaba la más enraizada de las tradiciones de la vida política romana, por los doce lictores (guardaespaldas), quienes, con solemne y arrogante marcha, portaban el respetado y no con poca frecuencia, temido “fasces” ( símbolo del poder de Roma, de su Senado y de su Pueblo, formado éste por varias varillas cortas atadas con un inmaculado lazo rojo y sujetando uno o dos segures o hachas), se dirigía , una vez más a la Curia donde volvería a levantar su potente voz y expresar con su estudiado y calculado verbo su más firme oposición a la arrogancia de quien otrora fuese amigo y colaborador suyo: Cayo Julio César.

Corría el año 79 a. de C. cuando Pompeyo, bizarro militar, aguerrido y endurecido en las más penosas batallas, entró por primera vez en la Ciudad Eterna, entre los vítores y alabanzas de un pueblo que se sabía poderoso y temido. Tras haber combatido junto al también excelso general Sila, quien bautizaría a éste con el nombre de “Magno”, en recuerdo del legendario Alejandro, hijo de Filipo, consiguieron doblegar al enemigo y reconquistar para el Imperio la Provincia de África.

A instancias del Senado, sabiendo de su coraje y decisión, volvería a empuñar su espada para aplacar, en colaboración con el procónsul Metelo, las ambiciones del Pretor Sertorius en la Hispania Citerior. Emplazaría su campamento en lo que se llamaría Pompaelo, actual Pamplona, al entender que, dada la sagacidad de su enemigo, la campaña sería larga y dura. Saliendo triunfante, con no poco sacrificio, de ésta, dirigió, ahora, sus tropas contra los gladiadores sublevados a las órdenes de Espartaco, rebelde esclavo de origen tracio que osó levantarse en armas contra un poder a todas luces superior al de sus huestes. Con favorable resultado y consiguiente aplastamiento y crucifixión, junto al tracio, de cientos y cientos de los suyos, a ambos lados de la Vía Apia, su fama, crédito y opinión llegaba hasta los confines del Imperio.

Por otra parte, el “Mare Nostrum”, bastante desatendido durante los últimos decenios, en favor de las campañas en tierra firme, había llegado a convertirse en feudo de piratas y oportunistas irrrespetuosos y desafiantes para con Roma. Una vez más será tan egregio hijo de la Historia, Cneus Pompeius, quien lo limpiará de indeseables en pocas semanas. Para ello, el Senado le concederá varios miles de hombres disciplinados y doscientas galeras. Éste, haciendo uso de su fino ingenio y estrategia, llegaría, incluso, a la misma cuna de tales malhechores en Cilicia (Asia Menor), donde el escarmiento, a sangre y fuego, que dio, fue de tal calado, que volverían a pasar siglos antes de que su nombre, por temido, se borrase de la memoria de aquellas generaciones y sus descendientes.

Mitrídades VI Eupátor, rey del Ponto, sucumbió también, no mucho tiempo después, al fiero hierro del invicto general, al igual que Tigranes el Grande, en Armenia y Antioco XIII, último rey de la dinastía seleúcida, en Siria. Su reino fue conquistado y anexionado a Roma. A la vuelta, entró en Jerusalén y sometió a los judíos, pueblo orgulloso y levantisco.

Así pues, tras organizar Asia, reforzar las provincias y asegurar los reinos vasallos, desembarcó en Brundisium (Brindisi), al sur de Italia. No obstante el merecido y espectacular desfile que se organizó en su ofrenda , junto con el apoyo y simpatía del Pueblo, el Senado se negó a otorgar tierras y pensiones a sus fieles oficiales, por lo que orgulloso y altivo, en el año 60 a. de C., junto al también laureado general Julio César y al político Marco Licinio Craso, instituirían, de espaldas al Senado, el Triunvirato, con el claro objetivo de engrandecer aun más a Roma y su Imperio.

Algunos años más tarde, en el 53 a. de C., Craso encontrará la muerte en Carres (sureste de Turquía) en su afán por dominar a los temibles partos. Encontrándose César en Las Galias combatiendo contra los belicosos pueblos celtas, seguidores fieles de Vercingetórix, el Senado proclamará su destitución en favor de un único cónsul: Pompeyo. Corría el año 52 a. de C.

Capítulo II

Y en estas nos encontramos cuando, tal como he referido al principio, nuestro único cónsul encamina sus pasos con la firme decisión de dar su discurso en favor de una nueva etapa de gloria para la nación más poderosa de La Tierra.

Los senadores aguardaban sus palabras con la confianza de quienes han puesto en tan alto pedestal al más ínclito de los hombres. Su egregia figura, sobre la que caía la elegante toga picta (toga bordada) de los triunfadores y sus pies calzados con las distintivas sandalias encarnadas, adornadas con motivos de marfil, se mostraba arrogante ante los que habían de escucharle sin interrumpción alguna.
No era la primera vez que lo hacía, ciertamente, pero fue el tono de su voz, diríase que colérico, y lo impetuoso e incongruente de su disertación, lo que llamó la atención e incluso el miedo de la inmensa mayoría de los allí presentes, a excepción de los de mayor edad y experiencia, acostumbrados, como estaban, a las más inverosímiles de las situaciones, súplicas, ruegos, pretensiones, aspiraciones y desencajadas y demenciales exposiciones y retóricas de todo tipo.

Así es, mis estimados lectores: Poco o nada se entendió de lo que dijo el respetado orador, a excepción hecha de sus últimas palabras, “…qui potest capere, capiat” (quien lo pueda entender, que lo entienda). Dicho lo cual salió, dando grandes zancadas y profiriendo terribles alaridos, en busca de las letrinas, donde pudo aliviarse de sus necesidades. Tras esto, y en una dependencia apartada y sólo, bebió agua fresca suministrada, a petición suya, por un esclavo de los, con rigurosidad, seleccionados para los menesteres de la alta ciudadanía. No bebía precisamente para calmar su sed, absolutamente satisfecha, sino para calmar los terribles picores que salían de su garganta hacia arriba, pasando por la úvula o campanilla, el velo del paladar, el paladar propiamente dicho, la lengua y el vestíbulo bucal junto con los labios y, por supuesto, las fosas nasales incluidas, desembocando en los orificios de la nariz y zonas adyacentes; mención aparte de sus ojos y órbitas oculares con sus párpados superiores e inferiores, por no hablar de sus orejas, tan rojas y elevadas de temperatura, como toda la anatomía anteriormente enunciada, hasta el extremo de echar “humillo” por todo lo que fuesen poros y aperturas al exterior. El agua le salía ya por todos los canales corporales y no contento ni satistecho con ello, seguía pidiendo, más y más, exigiéndola con vehemencia al obediente siervo, quien apenas si daba abasto. No era suficiente con beberla y hacer gárgaras y enjuagues, sino que se la arrojaba en pleno rostro, y, con profusión, en sus partes nobles, totalmente encarnecidas por la traumática experiencia de la noche anterior.

Capítulo III

Ocurrió, mis pacientes lectores, que tras los referidos dos terribles años anteriores,de sufrimiento callado y oculto, recurrió nuestro héroe a los remedios que le aportó su esclavo personal, Fastumgelius, dado que ni los más exigentes sacrificios ofrecidos a todos los dioses habidos y por haber, no ya sólo en Roma, sino en todo el Imperio, incluyendo al mismísimo Júpiter y a su hermana y esposa Juno, sin olvidarse de Apolo, Marte, Mercurio, Neptuno, Plutón, dios de los Infiernos, Baco, Prometeo, Quirón, Minerva, Diana, Venus, Ceres, Cibeles, Europa, y también Las Musas y Las Gracias, sin descartar las plegarias a los dioses del hogar, lares y penates. No obtuvo resultado satisfactorio. Todo esfuerzo era en vano. Fue entonces cuando confesó a su servidor la causa de su infelicidad, sabiendo de sus conocimientos de magia y brujería que con frecuencia ejercía ante otros esclavos con, al parecer resultado satisfactorio: Su miembro viril, fiel compañero y dador de vida y de momentos de insuperable bienestar, siempre de tamaño y lozanía más que aceptables, había menguado hasta el punto de apenas sobresalir el glande y poco más. No soportaba aquella insufrible tragedia ni un día más y optó, con desesperación, por ponerse en manos de Fastumgelius. Su sapiencia, heredada de generaciones atrás, entre los salvios (pueblo germano asentado en lo que hoy es Marsella, al que sometió cuando dirigía sus tropas para luchar en Hispania contra Sertorius), me ayudará y pondrá fin a tan espontosa realidad, concluyó.
No era éste su verdadero nombre, el cuál, probablemente, jamás se sabrá. Así lo bautizó el general, una vez apresado tras el enfebrecido combate, y negarse a declarar nada ni en su favor ni en su contra. Eso sí… con extraños ungüentos y potingues curó las heridas de vencedores y vencidos, motivo por el cual (no se sabe el origen del vocablo) recibió tal apelativo y pasó a engrosar las filas de su nutrido patrimonio de esclavos. Era hombre de extraño comportamiento y muy dado, aparte de a sus curandas, a lo que hoy llamaríamos humor negro. Se sabe que estaba deslenguado y desorejado por castigo de Pompeyo .

¿Por qué? Se preguntarán. La respuesta es bien fácil de entender si se considera que justo en el “vestibulum” de su palacio tenía, sobre una percha, a un extraño animal que bien recordaba por su forma a la más grácil de las razas de las gallinas que pululaban por las innumerables villas del Imperio.Era de resaltar su extraño pico curvado hacia abajo y su cresta de plumas que cuando la erizaba nada tenía que envidiar a la de la conocida upupa (abubilla), superándola, sin duda, en belleza. Sus vivos colores daban al ave un aire de majestuosidad y prestancia que levantaba la curiosidad y el asombro de todos cuantos la veían. Era, no obstante, su facilidad para repetir palabras lo que más llamaba la atención. Enseñado este animal por Fastumgelius, quien era su dueño antes de que, junto a él, se convirtiera en propiedad de Pompeyo, conseguía decir a la perfección “Senatus Populusque Romanus merdae sunt”, “Imperium Romanus Caput”, “Stultorum (imbéciles) infinitus numerus est” y otras tantas frases por el estilo, claramente de mal gusto y malhirientes.

Fue una apacible tarde primaveral cuando Julio César, antes de enemistarse con Pompeyo, invitado por éste a degustar los vinos de su bodega, fue insultado por el pájaro cuando al pasar a su altura, con voz rajada, le espetó: “¡Caesar capullus est!”. Aturdido, confundido y montando en terrible cólera, pidió explicaciones a su anfitrión, quien no fue capaz de dárselas de forma, al menos, creíble.Concluyéndose que no había más culpable que el esclavo, exigió César la reparación de tal daño con su decapitación, exonerando de toda responsabilidad al emplumado. Con cortarle la lengua fue suficiente, pues aunque por mucho menos se ejecutaban, a diario, en la ciudad a decenas de siervos, deshacaerse de tan preciosa propiedad no era asunto fácilmente asumible. El desorejamiento tuvo lugar cuando, algun tiempo después, se repitió esta situación, teniendo, esta vez, como invitado a Craso, quien fue ofendido con un “!Crassus mentecatus!”. De nuevo, la sugerencia de ejecución fue sustituida por algo, digamos más llevadero: El cercenamiento de ambos pabellones auditivos, ya que un esclavo deslenguado y desorejado, seguía siendo, y especialmente éste, de gran provecho.


(Continuará)
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Enviado: 08-07-2006 15:39
Registrado: 19 años antes
Mensajes: 4.032
qui potest capere, capiat risas risas haber la continuacion que me quedao a medias smiling smiley pulgar arriba horacio para cuando un libro de tus grande relatos pulgar arriba pulgar arriba como des pedales como escribes, tienes que ser un tonissssssssss smiling smiley pulgar arriba que tal tu vuelta con la biciciclista?un saludo
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Enviado: 08-07-2006 19:04
Registrado: 19 años antes
Mensajes: 1.080
Magnifica clase de historia.Ese esclavo ,Fastumgelius, en verdad era más útil que una pomada contra los dolores risas risas pulgar arriba .
continúe presto vuesa merced..
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horacioclaudio
Enviado: 09-07-2006 22:12
Muchas gracias jóvenes. No merezco tantos halagos, pienso. No tardará en llegar la siguiente entrega, afirmo. Creedme cuando os digo que hasta yo, que soy el autor del relato, estoy deseando de saber lo que pasará en los siguientes capítulos, añado.
Por otro lado, deciros que ya he salido dos veces desde que me dieron el alta. Ha sido estupendo, esto es, ecúmbrico. Ya lo necesitaba. Ayer, concretamente, estuve con un compañero en la Sª. de Huétor. Fuimos muy felices. Una marcha de tan sólo dos horas y media nos dio la vida, proclamo.En cuanto a que cómo le doy a los pedales, aclaro que hay quien opina que no soy del todo malo, aunque personalmente estimo que soy un manta; pero eso sí, lo llevo con dignidad y hasta con entusiasmo.
Un abrazo.
pulgar arriba pulgar arriba pulgar arriba pulgar arriba
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