Una vez más y esta de forma invernal, nos acercamos por tierras granadinas, para dar cuenta de lo que nosotros damos en llamar “invernal”, y es que hasta ahora desde hace varios años, sólo nos habíamos podido perder por Sierra Nevada en la época de primavera-verano principalmente. Para ello y tras la debida organización de la intendencia necesaria, el sábado 21 de febrero pasado, nos metíamos en esta ocasión sólo cuatro ilusionados montañeros, un buen número de kilómetros para aparecer por tierras alpujarreñas, entrando desde Lanjarón y finalizando en Capileira
Una vez llegados a la Central Eléctrica de Capileira, tras un ciertamente tortuoso camino de bajada y más bajada, que nos hacía temer lo peor a la hora de la salida porque sería subida y subida, nos dispusimos a pertrecharnos oportunamente, para dar cuenta de la segunda mitad de la primera de las tres jornadas para nosotros festivas, y que nos permitiría arribar hasta el Refugio Poqueira, en nuestra primera visita al mismo.
Tras una primera subida para calentar piernas, nos vamos adentrando en la sierra en paralelo al trazado del río Naute, variando de rivera en varias ocasiones, pero siguiendo su rastro hasta que llegado el momento, nos separamos del mismo para poner las suelas de nuestras botas con una cierta inclinación hacia arriba, buscando el cortijo de las Tomas. Antes de llegar al mismo nos cruzamos con la acequia baja y pasado el citado cortijo, volvemos a pasar por otra acequia, en este caso la alta, que nos va dando avisto de la no lejanía de nuestro destino fin de la jornada.
Que nos es otro que el Refugio Poqueira. Pero hasta que ello ocurra, nos ha dado tiempo de empezar a pisar nieve, empezar a comprobar la bajada de la temperatura que hasta entonces ha sido aceptable, y de empezar a saborear de mala manera, lo que para nuestra mala suerte sería el principal agente atmosférico de la jornada venidera, el fuerte viento. Finalmente accedemos al Refugio.
Una vez instalados y con el debido conocimiento del terreno, nos asalonamos, es decir nos en apoltronamos en el salón y empezamos a dar cuenta de lo que acabaría siendo para nosotros, unas jornadas de juego de DOMINÓ del todo interesantes, dado el tiempo que hacía que no las practicábamos. Parece mentira lo que se le puede sacar a unas fichas de dominó, pero lo cierto y verdad es que fueron un estupendísimo complemento para nuestros ratos libres, en comparación a lo que hubieran podido ser de haber tenido que pasar la noche dentro de una tienda, en mitad de la sierra, que nos es por no querer hacerlo, pero si hay que ser sincero, hemos de reconocer que ya no están los cuerpos ni los carnet de identidad, para cierto tipo de aventuras, cuando hasta a 2.500 metros nos podemos encontrar con este tipo de lujos, a modo de todo un hotel rural de alta montaña.
Fuera, cuando ya la temperatura ha bajado lo suyo, el sol ha desaparecido y aprovechamos para sacarle al paisaje y al momento, lo que nuestra máquina de fotos sea capaz de reproducir, más allá de lo que se nos va quedando en nuestras retinas.
A la mañana siguiente, desde muy temprano hay actividad entre las habitaciones, muestra clara de que el personal quiere desayunar rápido para salir pronto a realizar las respectivas actividades previstas, con la intención clara de estar de vuelta completa para la tarde. Es domingo y mañana toca trabajo, así que no queda otra.
Nosotros en cambio, jugamos con la baza de un fin de semana largo, con lunes incluido, y que nos permite una cierta tranquilidad en nuestros movimientos. Tras un aceptable desayuno y la siguiente preparación para nuestra salida, pronto nos vemos oportunamente pertrechados como es debido según la ocasión lo demanda y requiere, para iniciar nuestra jornada invernal.
Partimos por primera vez por un recorrido que no sería otro que el ascenso directo a través del río Mulhacen, buscando poder hacer cumbre en semejante nombre aunque de diferente significado, y que paso a paso sobre una gran cantidad de nieve, pisada en ocasiones, totalmente virgen en otras, nos fue llevando hacia el refugio de la Caldera.
Hubo tiempo en la subida hasta para la marcha militar, tal como puede comprobarse por el paso acompasado que nos marcamos Joaquín y un servidor, obviamente fruto de total coincidencia andarina, pero no ajena de cierta gracia.
Mientras, nuestro querido amigo Yoni, va dando cuenta de la subida, eso sí, a su paso. Es montañero de la vieja guardia, por no decir escuela, y sabe lo que es la nieve, así que paso a paso va haciendo su subida.
Una vez en la zona del refugio de La Caldera, nos encontramos con un suelo casi ausente de mucha nieve, por la fuerte acción del viento, que nos deja a la vista un suelo helado, claro ejemplo de lo que nos espera de intentar hacer la subida hacia el Mulhacén, objetivo de nuestra actividad para el día de hoy.
Tras comprobar el fortísimo viento que pega donde nos encontramos, y lo que divisamos a lo largo de toda la cresta y subida hacia el Mulhacén, nos hacemos un pequeño descanso en el refugio, en el que casi hace más frío que fuera, aprovechando para reponer algo de fuerzas y decidiendo definitivamente no intentar la subida al Mulhacén, ni tan siquiera asomarmos al fabuloso mirador del Collado del Ciervo, para poder hacer algunas fotos desde tan estupendísima balconada hacia el valle del Genil en toda su amplitud, con las norte de Mulhacén y Alcazaba en primer plano, y la Laguna de la Mosca en su falda.
En un corto espacio de tiempo, estábamos dispuestos para desandar lo andado, es decir descender por todo el camino de subida traído, comprobando una vez más esa frase de que “no sabemos cuanto subimos hasta que no lo bajamos”. En mi caso particular recuerdo que la primera vez que comprobé esta máxima montañera fue la primera vez que subí la famosa cuesta del Calvario, yendo hacia Vacares, y nuevamente volví a tener la misma impresión.
Iniciamos la bajada con un viento que por momentos parece ir en aumento, lo que nos hace si cabe descender más rápido, intentando disfrutar de las sensaciones y paisajes, al tiempo que con la precaución que la ocasión requiere.
Cuando nos queremos dar cuenta, nos ponemos en las inmediaciones del Refugio, comprobando quizás para una próxima ocasión, que el objetivo de subir al Mulhacén por esta ladera, es posible y realizable en el día.
Y como no foto de llegada.
Nuevamente en el Refugio y tras algo de descanso y organización, nos asalonamos por segunda vez y comenzamos lo que sería una nueva jornada de dominó. Mientras, la mayoría del personal iba gestionando su salida, pues había que estar de vuelta para la noche, y aún quedaban kilómetros de piernas por recorrer. Nosotros a lo nuestro y durante esta segunda sesión de DOMINÓ, nuestro amigo Yoni acreditó aquello de la suerte del principiante, porque para no haber jugado nunca, o al menos eso es lo que él decía, ratificó lo que había empezado la jornada anterior, dejando clara evidencia de quien había sido el ganador de las Primeras Jornadas de Dominó Refugio Poqueira.
Cabe citar aquí la grata sorpresa tenida para nosotros con el tema de las cenas en el refugio y lo copiosas de las mismas. Caldo, primero, segundo y postre. Y hasta se puede repetir. Todo un lujazo.
A la mañana siguiente nos toca salida, así que sin prisas pero sin pausas, damos cuenta una vez más del desayuno, hacemos cuentas con el Refugio y tomamos partida hacia el coche. El viento continúa con su fuerza, si cabe dando hasta más caña que el día anterior, pero sabemos que una vez perdamos cota y entremos en el valle, la cosa cambiará. Dicho y hecho, cuando nos venimos a dar cuenta, nos encontramos de nuevo atravesando la rivera del Naute, echando mirada para detrás en busca de esas cimas nevadas pisadas en la jornada previa, y pensando ya en cómo volver a organizar una escapada como la que se nos está terminando.
Finalmente llegamos al coche felices y satisfechos por la actividad realizada, por los buenos ratos y momentos vividos, sabedores de que no todo el mundo tiene y cuenta con estas oportunidades de la vida, y que en nuestro humilde caso, aún siendo muy pocas, nos gusta disfrutarlas no sólo durante su realización, sino antes en su preparación y después en su recuerdo.
Y como no podíamos dar cuenta de la oportuna barticipación como es debido, pues aún quedaban muchos kilómetros de carretera por circular, nos improvisamos algo lo más parecido para poner punto y final a esta escapada invernal, seguros de que para el año próximo volveremos a repetir, pues la experiencia ha sido del todo gratificante.
Un saludo para todos y hasta la próxima amigos, que espero no sea muy distante en el tiempo. De todos modos nos estamos acostumbrando a las salidas cortas pero intensas.