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Enviado: 15-08-2011 22:10
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Un relatillo a propósito de una ruta hecha ya algunas veces.

La importancia de mear en Elorrieta

1 de Agosto de 2009, tórrido verano en Granada. Temperatura alta, muy alta, a juzgar por la velocidad con que la chicharra agitaba sus alas a eso de las 15 h del día anterior en algún sitio cerca de mi casa - siempre te oigo, pero nunca te veo, ¿dónde te escondes? -. La calle hoy seguro que no la pisarán ni los lagartos, la familia procurará pasar el día en remojo, idem harán los vecinos y algo parecido anhelarán millones de españoles que como autómatas conducirán sus vehículos en estas señaladas fechas por esas carreteras petadas de dios. Las playas tendrán el mismo aspecto que las vías anteriores, la ciudad vacía, las noticias aburridas –los políticos siguen de vacaciones, aunque ahora con más intensidad si cabe-, los pueblos inmóviles, adormecidos y sometidos por el astro rey, y en fin todo como de costumbre en esta Granada, Andalucía y España nuestra.
Lo más fácil, cómodo, sensato y oportuno es seguir la inercia, entregando cuerpo y alma a los placeres lúdico-gastronómicos de esta época del año y a descansar que ¡para eso estamos en vacaciones! Pero,… aquí llega el pesadito de otras veces para joder la disciplina reinante, empeñándose una vez más en ir contracorriente.
El resultado de preparativos, despertador, madrugón, desayuno y conducción es que me encuentro a 2500 m en la zona de los albergues y la hoya de la mora, desde donde he decidido iniciar la marcha en esta ocasión, la tercera ya de esta larga temporada estival.
Hoy toca una mariconada para un ser superdotado como yo, que se maneja de escándalo en estas alturas, vamos que no sé ni para qué lo cuento. O sea, que lo que sigue va dedicado a aquellos pringaillos que no andan ni para atrás, porque a los que pertenecemos a esa élite que mira por encima del hombro, estas futiles empresas nos la traen al fresco, y sólo las hacemos para que flipen y sientan envidia las pobres criaturas antes mencionadas, que en su puta vida estarán capacitados/as para semejantes desafíos deportivos. El menú elegido fue digerido por tanto fácilmente y servido a un ritmo infernal sólo al alcance de extraterrestres, partiendo del terreno altamente degradado de los cetursos, pasando por una laguna que da pena en lo que se ha convertido, subiendo al destrozado refugio de un chicarrón del norte, practicando un ejercicio de funambulismo saltando de piedra en pedrusco y de pedrusco en piedra a todo lo largo de la aérea arista formada por los tajos altos y del nevero, subiendo a lomos del caballo más famoso de sierra nevada y volviendo por el sorprendente y gratamente bien conservado cauce alto del río Lanjarón - paraíso preferido de los esquiadores de travesía que deciden cuándo y dónde comienza y termina su temporada de esquí, pasándose por el forrillo las aperturas y clausuras oficiales destinadas a la masa aborregada que desconocerá por los siglos de los siglos el lugar del que estamos hablando -.
Hasta la Laguna de las Yeguas prefiero ni hacer descripción, porque me entristece comprobar la ruina en que el “progreso” ha convertido el lugar, degradado irreversiblemente para los restos, con un dique-presa que atenta contra el más mínimo sentido de la estética. Los Lagunillos de la Virgen ya son otra cosa, con neveros todavía a estas alturas del verano andaluz; la subida a Elorrieta, sin novedad, como siempre bajo la mirada pétrea y vigilante del fraile más esbelto de España.
Llegados a este punto, o mejor dicho, en concreto a 50 m antes del refugio del vasco, con motivo de una urgencia fisiológica vital y mientras satisfago dicha necesidad, me dedico a reflexionar acerca de la trascendencia hidrológico-oceanográfica de mear – hacer pipí dirían las pijas, cambiarle el agua el canario los snob, miccionar los médicos, orinar el ciudadano medio o mear los más castizos - en este lugar. Y me explico: ocurre que Sierra Nevada, a diferencia de la mayoría de las grandes cadenas montañosas de la Tierra, se caracteriza por presentar una única línea continua de cumbres (o divisoria), de manera que no existen valles entre ellas, haciendo de separación natural entre dos grandes masas de agua, el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, convirtiéndose por ello en una divisoria no de ríos, sino de mares. Así, todas las aguas de la vertiente norte acaban en el Atlántico y todas las de la sur en el Mediterráneo. Pero hay un lugar en Sierra Nevada de donde parten dos divisorias de tresmiles con un valle en forma de U glaciar entre ambas, y ese lugar está unos cuantos metros antes de alcanzar el refugio de Elorrieta. De aquí nacen la cuerda norte de los Tajos del Nevero (con el Tosal del Cartujo incluido) y Tajos Altos con su continuación hasta el Caballo, y la sur hacia el Tajo de los Machos y la loma de Cáñar. Tras esta sesuda explicación, ya habrán descifrado ustedes, abnegados lectores/as, el misterioso título escogido y podrán mear con tranquilidad siendo conscientes de lo que están haciendo. Aunque,…, se preguntarán hacia dónde van las aguas del valle de Lanjarón, el que se sitúa entre las dos cuerdas; pues el primer sitio a donde se dirigen es hacia alguna de las múltiples acequias que sangran los ríos en la Alpujarra, para posteriormente regar los asimismo numerosos huertos de lechugas, tomates y demás hortalizas varias, con la posibilidad a contemplar de que sea embotellada por “Aguas de Lanjarón” o yo que sé que demás avatares, que si son superados en su totalidad finalmente acabarán en el Guadalfeo, o sea, en el Mediterráneo.
Yo esta vez no meé ni en un sitio ni en otro - aunque más arriba haya dicho lo contrario (sólo era un ardid o recurso literario para hacerme el graciosillo) -, más que nada porque no tenía ganas, amén de que con la torrija que estaba cayendo, unida a la ausencia total de torrentes de agua por la zona, difícilmente iba a llegar la meada a algún sitio.
Dejando a un lado las disquisiciones escatológicas anteriores, decir que llegué a Elorrieta, refugio proyectado allá por los años ´30 por un tal Octavio Elorrieta, ingeniero de montes, que recaló por estas latitudes. El lugar, sin duda, debió ser una maravilla durante el corto espacio de tiempo en que se mantuvo operativo y en condiciones habitables, consistiendo en una edificación construida parcialmente excavada dentro de la roca, lo que lo hace difícilmente visible desde lejos, salvo que se conozca perfectamente su ubicación. A lo largo del siglo XX hubo varios intentos de rehabilitación, pero ninguno prosperó, encontrándose en la actualidad en un estado lamentable. Su situación es privilegiada, en la mismísima divisoria de cumbres, con vistas excelsas hacia ambas cuencas - y tan excelsas en este primero de Agosto de cielo limpio y totalmente despejado, en el que pude divisar hasta las cimas del Rif marroquí -.
Desde Elorrieta retrocedo algo sobre mis pasos para tomar la arista que lleva al Cartujo y que se inicia junto a una explanada a modo de helipuerto, que no sé si alguna vez habrá sido utilizada, aunque imagino que sí. El Tosal desde el sur (desde la laguna de Lanjarón, que se ve al fondo del valle) exhibe su lado más salvaje, tan distinto al opuesto, al que sube desde los Alayos siguiendo la interminable Loma de Peñamadura, que realmente parece no acabar nunca. Esta pacífica loma es ideal para la práctica de ascensiones invernales fáciles, con esquís de travesía, raquetas de nieve o crampones en caso de nieve dura.
La siguiente hora y media la dedico a literalmente saltar de risco en risco y a subir y bajar, en un continuo rompepiernas que me lleva primero por los tajos del nevero y luego por los tajos altos hasta el cerro del Caballo, tan apacible desde Nigüelas, Dúrcal o Dìlar y tan abrupto desde Lanjarón, con su deliciosa laguna y refugio al fondo, algo por encima de ese valle en perfecta U, vestigio de la última glaciación. Es creo la cuarta vez que peino las crines y cabalgo sobre este precioso animal, en el que hace ya un tiempo considerable me calcé mis primeros crampones, en una ascensión que recuerdo con emoción, pasando la noche en el refugio junto a la laguna, tras dedicar una media hora larga sin exagerar a retirar la nieve que impedía el acceso al interior, donde tres personas humanas pasamos una noche fría, pero inolvidable.
La vuelta la hice en sentido contrario, pero por debajo del camino seguido a la ida, para lo cual bajé a la laguna, tomé la “verea cortá”, rebasé las lagunas Cuadrada y de Nájera, el “corte” - que esta vez, por ser verano, me comí con papas - y finalmente la laguna de Lanjarón, antes de subir nuevamente al Elorrieta, Tajos de la Virgen y así sucesivamente sin nada más digno de mención.
Y colorín colorado este relato se ha acabado.
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Enviado: 16-08-2011 10:33
Registrado: 19 años antes
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Yo no descartaría nunca que una meada en un lugar tan privilegiado fuera a parar a un torrente cualquiera algunos cientos de metros más abajo betelgeusesmiling smiley.

En eso se basan las acequias de careo que hay repartidas por la alpujarra, en filtrar el agua desde arriba para que aparezca, meses después, por los manantialessorprendido (o eso creoPerdidorisas)

Además en el camino, como bien dices, la sierra tan lista que tenemos se encarga de depurar los restos y convertir una asquerosa meada en un litrillo de agua de lanjarón!!!Diablillorisasrisasrisas

Eso sí, como dicen por aquí, si no hay foto, no hay ná. Así que sepas que no contabilizará en tu palmarés de alpinista extraterrestre esta ascensión de compromiso ético y estético a menos que lo demuestres gráficamente o relates lo que viste en la cumbre a una tal Hawley...Diablillorisasrisas

Saludossmiling smileypulgar arriba
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