Las montañas, no son solo una masa informe de tierra, rocas y otros elementos.
Esta sería la visión, sin duda, de la montaña que se ve desde el llano, vista por la mayoría de la gente. Pero para un reducido grupo de personas, privilegiados diría yo las montañas son un elemento de superación para uno mismo, de enseñanza, de sentimientos.
Pureza de los objetivos en el Alma de la naturaleza. En definitiva, un mundo sobre el propio mundo. Una barrera de pilares de roca entre la imperfección terrenal y lo divino.
Es en estas elevaciones que se adentran en el vacío y siempre hacia arriba, donde el ser humano y cuando se aventura en ellas, experimenta unas sensaciones míticas y místicas.
La leyenda se forja cuando uno penetra en su seno; esto como sensación terrenal, es lo mítico. Y cuando llega el momento sublime de alcanzar una arista aérea, recorrer una repisa por encima del vacío y después de alcanzar la cima, es cuando llega el amanecer del misticismo.
Es la comunión entre lo humano y la frontera del espacio. Aquí no hay escalón que te eleve más arriba, es la última frontera terrenal. Solo la mente y esa comunión con lo invisible es el misticismo que te hace abrir la frontera de cabalgar por encima del mundo.
Ha llegado la hora de los sueños. Llega la hora de la verdad, de la única y valida meta que nos hemos propuesto. Es lo esencial, el verdadero sentido de alcanzar lo que hay arriba, más allá de las piedras, de corredores y glaciares.
Este es el sentido del esfuerzo. Este es el sentido del sufrimiento antes de coronar. Hay que pagar un precio por estar en la frontera del mundo material y de lo que no se ve. Quien viva, quien vivamos estas sensaciones, habremos sentido la verdadera llamada de la montaña. Esta es la meta, por lo menos, la que buscamos algunos.
Este es el sentido del viaje hacia arriba, hay que llegar y no quedarse en el camino. Hay que intentar de no subirse en la barca de Caronte, pues las montañas están hechas para disfrutarlas, que el barquero espere, mucho tiempo, que antes debemos comprender y sentir esta orilla, que la otra, irremediablemente, ya la hollaremos en su momento.
Cara norte del Mulhacén, salida por las rocas año 90
UNA VEZ ARRIBA LA LIBERTAD
Foto de Fernando Wilhelmi 2003
Solo son reflexiones