Faltan pocos minutos para que den las seis de la mañana. Por el este un hilo de claridad se dibuja en el horizonte. Estoy en el aparcamiento del collado Sevilla de nuevo: no tengo un plan concreto. Dispongo de un máximo de ocho horas para disfrutar de mi deporte favorito: soñar rodeado de naturaleza.
La luz del frontal confiere al ambiente un cierto halo espectral. Avanzo como dentro de un sueño. ¿Será esto la muerte? Creo que alguna vez leí en algún sitio que en la vida estamos para aprender a soñar y que después nos pasaremos la eternidad inmersos en nuestras propias fantasías sin que nada ni nadie perturbe esa capacidad onírica que hemos ido desarrollando.
Siguo caminando; la vida aún continúa en reposo. A mi espalda la ciudad parece un ser virtual que duerme con los ojos abiertos. Sólo el sonido de un búho (o algo parecido; nunca he sabido distinguirlos) quiebra el silencio. Mi corazón late; no sé si por efecto de los primeros esfuerzos o por la emoción de estar donde estoy.
Casi sin darme cuenta, me encuentro rodeado del piar alocado de pájaros que sólo intuyo. Ha llegado la mañana y el frontal ya no sirve para nada. Estoy en el collado Chaquetas. Hoy no hago ninguna foto aquí. Hoy haré pocas; sólo llevo el móvil. Poco después estoy cruzando el río Dílar. Son las siete y veinte y el agua corre alocada valle abajo, como si tuviera prisa por llegar a la vega y contribuir al proceso vital de cada día.
Ahora ya tengo claro que remontaré por el Sulayr; como mínimo pienso llegar a la Laguna de la Mula y una vez allí decidiré según dictamine mi jefe: su señoría el reloj. Es un recorrido que nunca he hecho y lo desconocido vuelve a generar inquietud en mi mente. Una vez arriba, cuando la vereda gira en dirección contraria a mis planes, me despido del terreno cómodo y voy en busca de la aventura, de que la suerte me conecte con alguna otra que me guie.
He estado siguiendo varias trochas que me han ido pareciendo interesantes, pero la mayoría han resultado ser vías muertas, sendas que el ganado, con su deambular errático, va trazando en el monte como si una partida de hombres con su razón trastornada las hubieran hecho para divertirse después observando a la gente que como yo, andan desquiciados siguiéndolas. Pero no me importa demasiado; de alguna forma conozco la zona y sé que antes o después encontraré lo que busco.
Desde que me he adentrado en este terreno no he podido evitar sentirme usurpador de un reino que en mi cabeza pertenece a Arillo. Desde que empecé mi andadura por el foro casi siempre ha sido él el que con sus reportajes nos ha ido presentando diferentes perfiles de esta zona. Nombres como Loma de Peñamadura, Tajos de Despeñavacas, Prados de las Monjas, Prados de las Minas, Cuerda de la Dehesa, los tengo íntimamente asociados con nuestro amigo Antonio (un abrazo).
Al cabo de un buen rato, casi sin darme muy bien cuenta tenía ante mí la Laguna de la Mula. Había llegado el momento de decidir si optaba por visitar las Chorreras del Molinillo y volver por la Loma de los Panaderos después de remontar la margen derecha del río Dílar o intentaba coronar El Cartujo. He hecho una rápida consulta a mi jefe: eran las nueve y cuarto. Me sentía fuerte. No le he pensado dos veces: subiría hasta la cuerda de los tres miles.
Aunque, por precaución, llevaba en la mochila piolet y crampones, no los he necesitado. Salvo una mancha ya cerca de la cumbre, no había que pisar nieve y era una zona plana.
Como dice Boticario, quizás un cierto espíritu infantil nos hace sentir una emoción especial cuando alcanzamos una cumbre; no importa demasiado (al menos en mi caso) su dificultad o altura. Hoyar el Cartujo hoy me ha emocionado especialmente. Y en atención al inspirador de esta sensación, hoy pongo foto de cumbre.
Eran las diez y veinticinco. Unos minutos de reposo para hacer unas pocas fotos, reponer fuerzas y enseguida reemprender el camino de vuelta que me espera un arroz con la mejor de las compañías (mi CD) y no es cuestión que se pase; ya sabéis a las dos en casa. En fin, muchos kilómetros, bastante desnivel y ocho horas menos cuarto para hacer algo que hace tiempo tenía en mente. ¡Conseguido!
Como podéis ver, hoy las fotos no son nada del otro mundo y por eso me he refugiado un poco más en la palabra escrita. Perdón por el tostón, pero es lo que tiene este foro.
Saludos
si un día, sin rumbo fijo te plantas en el Cartujo y vuelves con el arroz a punto... 
"(Sabiduría boticariana) "Andar por Andar"
