Un mes después de realizar la 1ª invernal a los extraplomos del veleta, mi compañero Javier Casanova y yo, decidimos probar suerte y repetir gesta en el muro norte del veleta.
Había transcurrido algo más de un mes desde que estuvimos en dicha pared. La nieve en esta ocasión repellaba la misma, nada tenía que ver su situación con el blanco elemento con respecto a la vez la anterior. Eran palabras mayores y el reto diferente. Pero el pistoletazo de salida para conquistar las paredes en primeras invernales en Sierra Nevada estaba dado.
Ya teníamos “algo” de experiencia en dicho terreno, así que decidimos atacar EL VUELO DEL AGUILA.
En aquella época había un telecabina que subía al Veleta y el refugio de la universidad era un pequeño hotelito, algo que se agradecía en aquellos entonces.
El día 27 de Enero subimos en el telecabina al Veleta, pernoctando en el refugio de la universidad. Nos encontrábamos allí cuatro montañeros: Gerardo Alonso, por entonces encargado de dicho refugio, otro amigo al que apodábamos “El Yeti”, que me perdone pero ahora no recuerdo su nombre, fue éste quien redactó el artículo de prensa e hizo el gráfico para el periódico, Javier Casanova y yo.
Aquello era un lujo, poder pernoctar en el lugar y al día siguiente hacer la pared, con la consabida aclimatación a la altura, formidable.
Estos dos amigos, Gerardo y el Yeti, nos daban ánimos para la aventura que íbamos a vivir.
Via del Vuelo de las Aguilas, Invernal
Día 28, amanece, y ponemos rumbo hacia el veredón, la primera dificultad, sabido es que antes no había argolla para rapelar, era el único camino para bajar al corral. El primero era el que arriesgaba, un largo de 60 metros hasta acomodarse en un lugar seguro para el destrepe del segundo.
Dado que se adjunta la crónica de la escalada en el recorte de prensa, omito la misma, también porque no hubo ninguna anécdota de resaltar.
Si bien las catalogaciones que se dan a lo mejor pueden parecer excesivas, en ese momento las vivimos así. No se llevaban ni tornillos de hielo ni elementos modernos, solo gran cantidad de clavijas de hielo y dos cuerdas de 60 metros. Son treinta años los que han pasado; demasiados para recordar detalles exactos.
La pared se hizo íntegramente con crampones. Piolet con el mango de madera, mosquetones en su mayoría de hierro, poco aluminio, era demasiado caro. No tuvimos ningún percance; siempre parecía que los Dioses de los abismos se aliaban con nosotros.
Foto de época: En el Ref. de Rio Seco
En la salida de la pared, en el lastrón, nos esperaban nuestros queridos amigos Gerardo y el Yeti, que daban voces de felicidad al vernos y nos animaban en la última rampa, donde la vista y proyección hacia el corral era impresionante.
Después mucho vino y mucha comida, como se hace ahora también.
Hace poco estuve por allí y me asomé a la salida, observando la rampa de salida, casi vertical como gritando hacia el abismo, Dios mío, como me pude meter por allí pensé en aquel momento
Rafa Monleón