A la inauguración, que coincidió en la fecha con el asesinato del industrial Ángel Berazadi por parte de ETA-V Asamblea, asistieron, entre otros, el entonces gobernador civil, José Esteban Santiesteban; el presidente del Consejo de Administración de Valdezcaray y también director del Banco de España, José Ramón Herrero Fontana; el alcalde de Logroño, Narciso San Baldomero y el primer edil del Ayuntamiento de Ezcaray, Casimiro Sáez, a quien el gobernador había nombrado alcalde meses atrás, coincidiendo casi la fecha con el fallecimiento de Franco.
A la apertura oficial de las instalaciones, que bendijo el párroco de Ezcaray, Dalmacio Baños, acudió también Mariano Jacotot, entonces responsable de la V Subinspección del ICONA. Este ingeniero y Cecilio Valgañón, que presidió la alcaldía hasta que en 1975 su estado de salud le obligó a abandonar, fueron los auténticos impulsores de la Sociedad Valdezcaray, que se constituyó en 1974 con el Ayuntamiento de Ezcaray como socio mayoritario (51%). El resto quedó en manos de la inmobiliaria Luarre (que luego promovió la urbanización 'el Cardizal') y de diversas Cajas, entre ellas la Municipal de Bilbao, quienes en 1980 decidieron salirse al no encontrar satisfactorios los resultados obtenidos con la ampliación de tres nuevas telesillas. Su puesto lo ocupó la entonces la Diputación Provincial, quien poco a poco se fue haciendo con el accionariado. Hoy la Comunidad Autónoma es prácticamente la titular absoluta, aunque con un porcentaje testimonial del Ayuntamiento ezcarayense.
La nevada que cayó dos días antes de la inauguración oficial de Valdezcaray y la demostración que pusieron en práctica los miembros de la Escuela Española de Esquí hicieron de esta jornada, de por sí climatológicamente radiante, algo muy particular. Así lo recuerda, Agustín Sáez Torre 'Piru', monitor de la escuela aquel año junto a una decena de compañeros como Alex Navarro, Carlos Cuezva, Jordi Cots, Jordi Sancho, Patricio Lacanal y Reinaldo Elguero, entre otros, que iniciaron a una legión de esquiadores en la práctica de la cuña como primera medida.
Pero Valdezcaray había comenzado a funcionar con carácter experimental la temporada anterior (1974-75), si bien la práctica del esquí se limitaba entonces al fin de semana. Un año en el que la Sociedad de Montaña Sherpa y la Agrupación Urbión rivalizaban a cara de perro en carreras semanales y en el que los visitantes (61%) superaban mayoritariamente a los esquiadores (39%). La tendencia se ha invertido con el paso de los años, aunque hoy en día no resulta aún extraño que el deportista se cruce en la telesilla con mujeres vestidas con tacones, medias y falda.
En cualquier caso, los 200.617 visitantes que contabilizó Valdezcaray la pasada temporada, el mejor registro de toda su historia, y los 170.000 a los que nos acercamos en estos momentos avalan que el escenario elegido fue el idóneo, frente a la alternativa de Hoyos de Iregua que aún se barajaba en la temporada previa a la inauguración oficial.
La historia de Valdezcaray, que también tiene sus páginas negras como cada estación, se concreta en el fallecimiento de «un único esquiador», señala el actual director técnico, Gonzalo Morrás. Un soldado que en la temporada 1983-84 se golpeó la cabeza contra una piedra en un curso de iniciación al esquí. Previamente, en la primera campaña, un adulto perdió la vida al chocar su trineo contra la caseta del telesquí de Rehoyo y con posterioridad fueron cuatro montañeros a los que el San Lorenzo no dejó regresar. Entre ellos el siempre recordado Javier Valgañón, para quien la montaña siempre fue su confidente.
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