Junto a ellos bajaron a Reinosa varios coches de esquiadores a los que la nevada pilló casi por sorpresa. Pudieron salir de allí después de que un amplio dispositivo de emergencias consiguiera abrir la carretera tras nueve horas de intenso trabajo. Fueron muchos minutos blancos. Demasiados. Pero sobre todo, minutos de frío.
A las cinco de la tarde conseguían llegar al aparcamiento de Calgosa dos máquinas quitanieves turbofresadoras, seguidas de todoterrenos de la Guardia Civil, Protección Civil, Parque de Emergencias 112, el director de Cantur, Diego Higuera, y el encargado del Servicio de Carreteras Autonómicas de Reinosa, Roberto Mantecón.
La intención era llevar a sus casas a los veintitrés escolares vallisoletanos que desde el domingo estaban en el albergue. La directora del colegio de Herrera de Duero explicó que «llegamos el domingo con la intención de pasar toda la semana. Podíamos haber bajado el lunes, como nos sugirieron, pero por dar un voto de confianza al tiempo decidimos esperar un día más y el miércoles llamamos pidiendo que nos llevaran a casa. No nos ha faltado de nada y nos han tratado maravillosamente».
La responsable del centro y sus veintitrés alumnos bajaron ayer a Reinosa gracias al trabajo realizado por el dispositivo de emergencia que se organizó. Tras ello, salieron de Brañavieja una docena coches más de esquiadores que se encontraban hospedados en el Hotel la Corza Blanca.
Aventura
Un camión cuña y dos turbofresadoras salieron a las ocho de la mañana del Parque del Servicio de Carreteras de Reinosa, con la intención de abrir la carretera de Brañavieja y recoger a los escolares. Después de prácticamente tres horas la primera turbofresadora, conducida por Adolfo Fernández, llegaba a la zona del Henar, a unos dos kilómetros de la estación invernal, y tardó otras dos en alcanzar el aparcamiento de Calgosa.
La quitanieves, atacando prácticamente el centro de la calzada a una media de unos 3,5 kilómetros a la hora, demolió neveros sin parar, algunos de cuatro metros de altura. Cuando llegaron a la estación, a eso de las cinco de la tarde, el grupo de niños les saludaban sonrientes a través de los cristales.
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