Llevamos unos días agitados, con prácticamente todo el mundo hablando de lo mismo. Por eso, cuando cuatro esquiadores que escribimos aquí quedamos para cenar esta semana, sentí algo de vértigo. Nos vemos los cuatro pocas veces y siempre nos pasamos el rato hablando sólo de esquí, como si no hubiera nada más, pero esta vez temía que el monotema desplazara a nuestro tema. Y más teniendo en cuenta que el día anterior había hablado el Rey y esa noche lo hacía Puigdemont, por lo que había muchas cosas que comentar.
Pero, por una vez en muchos días, fue estar los cuatro en la mesa y el espíritu de la nieve se adueñó de nosotros. Fueron casi dos horas de desconexión, de hablar de nieve, a pesar de ir casi en manga corta, comentando las perspectivas para la temporada que viene y anécdotas de la pasada. Estuvo francamente bien. Y por un rato, y eso que estábamos en una terraza y de vez en cuando la tentación aparecía en forma de alguien con una bandera como capa pitando desde una moto, la política quedó a un lado.
Fue un bálsamo, una mano de Bepanthol allí donde escuece. En definitiva, la demostración que también hay vida fuera del tema y además es muy divertida y necesaria.
Y por si alguno no ha caído con tanto ruido alrededor.... ¡en 50 días nos ponemos los esquís!