Subo a la salida del trampolín. Hay otros chicos como yo por delante de mí. Es un campeonato importante y hay nervios. Todos estamos dando saltitos para mantener los músculos calientes. Solo quedan tres saltadores para que me toque saltar en este trampolín de vuelo en el que se pueden alcanzar los doscientos cincuenta metros de distancia.Y
Ya ha saltado otro. Desde aquí arriba se oyen los aplausos. Me quedan dos. Empiezo a ponerme los esquís. Llevo el dorsal veintitrés. Después mío saltarán aún unos cuarenta más. Estoy nervioso, pero con buen ánimo y buen feeling. El salto de entreno no ha ido mal. Puedo hacerlo bien.
Ajusto las fijaciones y sobre todo el enganche por detrás de la bota. Compruebo la elasticidad. Los esquís son largos, muy largos. Estoy saltando con dos metros cuarenta y ocho centímetros.
Luce un sol radiante. Me ajusto el casco... las gafas. Hace frío. Me subo la cremallera del mono. Es de color rojo fuerte, precioso.
Solo queda uno por delante mio. Me asomo a la salida. Todo está en orden. Mis gafas se entelan un poco. Vuelvo a sacármelas. Salta el chico de delante de mí. Me acerco a la salida para verlo. Buen salto. Frena sin novedad. Me toca.
El starter aun no me da pista. Me ajusto las gafas y aprovecho para hacer deslizar los esquís de forma rápida por la traza, adelante y atrás, para que la estructura de la cera se ordene. Luz verde. Banderazo del entrenador y la pista es toda para mi.
Me concentro dos segundos, me impulso fuertemente y ¡ahí voy!. Adquiero velocidad, más velocidad. Por los saltos anteriores se que saldré de la mesa del trampolín a noventa y siete o noventa y ocho kilómetros por hora.
El final de la rampa se acerca rápidamente, presión en las piernas, veo el borde y ¡salto!
Entro de lleno en el vacío. El aire quiere frenarme. Mis esquís, paralelos al suelo, se sostienen perfectamente. Voy rotando hacia delante, colocándome por encima de ellos. Ya he sobrepasado las espátulas. Ya no las veo. Solo las noto. Cada terminación nerviosa me transmite al instante como está mi cuerpo en el aire. Me veo por dentro.
No rectifico nada. Vuelo recto y bien. Noto como me elevo, como vuelo... noto la presión de los esquís e intento estirarme un poco más. Ahora empiezo a ver donde voy a aterrizar. ¡Puedo llegar a la linea roja! ¡Fantástico! Mi cuerpo empieza a sentir más presión al ir rotando más allá de la horizontal. Si lo aprovecho volaré cuatro o cinco metros extra. ¡Aguanto! Los esquís quieren tocar mi pecho, pero ¡he de aterrizar!
Me extiendo hacia arriba con los brazos en cruz y preparo un aterrizaje en telemark. ¡Casi caigo encima de la línea roja con mis esquís! Buen salto. ¡Debo estar cerca de los doscientos cuarenta metros!
Voy frenando y perdiendo velocidad. Estoy muy contento y rápidamente miro el marcador electrónico... ¡doscientos cuarenta y dos metros! ¡wow! ¡está super bien! he quedado solo a once metros del récord del mundo.. Puedo estar arriba… a ver… ¡wow! ¡El cuarto por ahora de esta tanda! ¡Vaya salto! ¡Que bien!
Al final de la manga he quedado el diecisiete. Estoy super contento. Mi salto ha durado en total desde la salida hasta haber frenado del todo, unos veintitrés segundos, de los que solo ocho han correspondido al vuelo de estos doscientos cuarenta y dos metros, pero ¡han sido súper intensos!
Subo otra vez arriba al trampolín con una gran sonrisa para saltar el segundo y último salto de esta compe.