8-3-2011 De Boñar a Alto de San Isidro. La primera esquiada, en Fuentes de Invierno

8-3-2011 De Boñar a Alto de San Isidro. La primera esquiada, en Fuentes de Invierno
Todavía no son las seis de la mañana cuando me despierto.  Escucho los ruidos del exterior; oigo como llega un coche y se detiene, algún perro, algún gallo que saluda el nuevo día. 
Todavía no son las seis de la mañana cuando me despierto.
 
Escucho los ruidos del exterior; oigo como llega un coche y se detiene, algún perro, algún gallo que saluda el nuevo día.
 
Recojo tan rápido como puedo intentando dejar mi refugio de la misma manera que lo he encontrado.
 
Pregunto a un chico que encuentro cuál es el camino más corto para abandonar el pueblo y me pongo a caminar.
 
Me detengo en un cajero para sacar dinero, recordando la experiencia de Cantabria y sigo caminando, haciendo alguna parada para descansar la espalda y aliviarla del peso que carga.
 
Sobre las siete y media llego a lo que considero que será el lugar ideal para ponerme a hacer dedo. No tengo el mismo ánimo que ayer por la tarde, pero tampoco puedo decir que la felicidad me dibuje una sonrisa en el rostro. Sin embargo, intento poner buena cara a todos los vehículos que van en dirección a San Isidro.
 
Se detiene un trabajador con el uniforme de la estación leonesa, pero me dice no sé qué de un compañero y que ahora vuelve. Todavía lo espero.
 
También espero que pase un coche de la benemérita y se detenga para pedirme la documentación, ya que en Boñar he visto un montón de coches de la Guardia Civil. Por si acaso llevo puesto el chaleco reflectante, así que cuando finalmente un todo-terreno con dos ocupantes vestidos de verde se para a mi altura, saco la cartera sin que me digan nada. Comprueban el DNI y me lo devuelven, un poco sorprendidos de mi historia. Me dicen que esto de hacer dedo es complicado, que ahora ya no se ve gente haciendo auto-stop y que nadie para. Cuando me dicen eso siempre contesto que hice prácticamente todas las estaciones del Pirineo de Aragón y de Navarra a dedo. Como quien no quiere la cosa les pregunto si tienen que ir hacia el puerto que hace de frontera entre León y Asturias, porque me dicen que hace tiempo que no van, pero me contestan que no.
 
Habiendo tenido un poco de conversación, retomo la postura a cada coche que pasa. Tengo la impresión de ver una cara conocida, la Beni, pero no estoy seguro.
 
Como no para nadie aprovecho para hacer fotos de la salida del Sol, esperando ansioso que sus rayos me calienten un poco.
 
Tiene que pasar más de una hora para que se detenga Victor, alias el "Oso", que me recoge y me lleva hasta San Isidro.  Hablando me pregunta si me han hecho alguna entrevista por la radio y resulta que conocía de mí por el programa "Ser Aventureros".
 
Pasamos el embalse del Porma, Puebla de Lillo, el pueblo de Isoba ... Altas montañas se levantan a medida que nos acercamos a la estación



hasta que finalmente llegamos al aparcamiento con los remontes delante de nosotros.
 
Lo único que había conseguido de la estación era el nombre de Alfredo, pero cuando entro en las oficinas me atiende Luis Alfonso. Él no sabe nada y decide llamar a la Diputación de León para hablar con el gabinete de prensa. Después de hablar entre ellos dos Luis Alfonso me pasa el teléfono para que hable con la voz femenina del otro lado. Le explico que me intenté poner en contacto sin recibir respuesta, le resumo mis intenciones y me contesta que deberán mirarlo, que le deje el número de teléfono y que ya me llamarán. Me pregunta hasta qué día me quedo y le contesto que en cuanto haya cumplido el objetivo de la aventura me iré hacia la siguiente estación. Me dice que normalmente los reportajes los emplazan para el fin de semana, pero estamos a martes y yo no me puedo permitir el lujo de quedarme parado teniendo la nieve a tocar. Le explico las condiciones en las que viajo y le comento que si la estación se hiciera cargo de mi alojamiento yo no tendría ningún problema en esperar los días que fuera, pero mis palabras caen en un fondo vacío.
  La voz femenina me asegura que me llamarán y nuestra conversación se acaba así.
 
Le comento a Luis Alfonso el resultado de la conversación y le pido si me puede guardar el equipaje en un lugar seguro mientras busco un lugar para pasar un par de noches. 

Con la mochila y la bolsa de esquís dentro del cuartito de la limpieza me voy con el objetivo de encontrar alojamiento.
 
Me ha dicho que vaya al Pico Agujas, pero el precio por habitación es demasiado elevado. El hombre de la recepción me dice que vaya hacia la cafetería Toneo.
  Allí la chica me da el teléfono de una tal Rudy, a quien llamo, pero no me contesta.
 
Pensando que no encontraré alojamiento en la vertiente leonesa decido probar suerte en la asturiana. Solo tengo que caminar poco más de un kilómetro para cruzar la frontera. Mientras lo hago suena el teléfono. Contesto a una mujer que resulta tener habitaciones, pero el precio de setenta y cinco euros por noche me hace desistir, riendo, de la idea.
 
Deambulo por la urbanización sin un rumbo fijo. Es muy agradable caminar por estas calles, distintas de las de la zona de San Isidro; sus casitas, construidas con espacio entre unas y otras, parece un paisaje sacado de algún pueblecito de los Alpes. Parece que la mano de la especulación inmobiliaria aún no ha abofeteado este bello paraje.



  Veo un hotel, pero la recepción se encuentra en otro edificio y sigo caminando hasta que llego a un albergue, donde entro a pedir si tienen lugar para pasar la noche. Es del Club Torrecerredo y sólo admiten a socios, pero ...
  Justo hoy marchan todos los que han venido a pasar las fiestas de Carnaval. El inconveniente es que llegan escolares a pasar la semana blanca y el albergue está lleno. El encargado no me sabe decir de ningún refugio ni albergue cercanos que se adapten a mi presupuesto.
 
Decido aparcar mi búsqueda de techo y llegar a la estación de Fuentes de Invierno, que tengo muy cerca. Encuentro un camino que baja directo al aparcamiento, más que un camino una bajada con nieve.
 
Paso por delante de unos grandes generadores que me recuerdan a los que instalaron en algunos barrios de Barcelona durante el apagón que hubo en el verano del 2007.
 
Llego al edificio que acoge el restaurante, los servicios, la escuela y las oficinas.

Al pasar por delante de la escuela pregunto por Fran, la persona que lleva el tema del snowboard adaptado, pero no está.
 
Sigo hacia las oficinas.
 
Dentro me atiende el propio director de la estación, el señor Jorge Fernández. Tenemos una charla muy cordial y amistosa, mientras me cuenta detalles de la estación; me parecen muy interesantes sus puntos de vista y la franqueza con la que me habla.
 
En medio de la conversación me llaman al teléfono y cuelgo. Pero insisten y acabo contestando. Era la misma mujer que tenía habitaciones por setenta y cinco euros, que me pregunta qué presupuesto tengo; cuando se lo digo es ella la que se ríe.

Seguimos hablando Jorge y yo y me dice que avisa a Txili, el jefe de pisteros, que será quien me enseñará la estación.
 
Cuando él llega, Jorge nos presenta y quedamos que cuando haya encontrado alojamiento y vuelva a la estación pida directamente por él.
 
Me voy. En parte estoy contento por haber podido establecer contacto con la estación asturiana, pero no encontrar alojamiento me preocupa un poco.
 
Vuelvo a subir hasta la urbanización y me dirijo a la recepción del hotel Braña. Su comercial me da el precio de la habitación, que aún me queda fuera del alcance. La solución más económica parece ser la del Pico Agujas, a pie de pistas de San Isidro.
 
Empiezo a caminar de vuelta hacia la estación de León y veo a un esquiador que cruza la carretera. Viene de hacer esquí de montaña y por el material que lleva deduzco que no es ningún principiante.
  Le pregunto si conoce algún refugio de montaña donde poder pasar la noche y responde si he mirado los albergues. Contesto que sólo he visto uno y me dice que justo delante hay otro, el de Ensidesa, pero que no sabe si habrá alguien cuidándolo.
 
La suerte me sonríe cuando Eduardo llama a un señor, Javier, que es quien cuida del albergue. Eduardo nos presenta y le explica brevemente mi aventura.  Nos acercamos caminando. Me fijo en que, ciertamente, se encuentra delante del albergue donde había entrado un rato antes y encuentro curioso que el hombre al que le he preguntado no me haya dicho nada.
 
Javier y Carmina son la pareja que se encarga de cuidar el albergue y tienen que marchar, pero me dicen que me pueden dejar una llave y que puedo hacer uso del refugio.
 
La buenaventura me acompaña y me permite seguir con el proyecto de una manera impensable tan sólo unos minutos antes, cuando ya lo daba casi todo por perdido y me resignaba a hacer un gasto demasiado grande... planteándome dormir al raso.
 
Con los ánimos renovados me vuelvo hacia San Isidro a recoger el equipaje.
 
No he recibido la llamada del departamento de la Diputación, y así se lo comunico a Luis Alfonso. Me cuenta que la gestión de la estación es pública, que ya no es algo que lleven ellos y que todo se hace a través de la administración, o sea que tendré que esperar y confiar en que la chica me llamará.
 
Vuelvo a hacer el kilómetro escaso que separa los dos núcleos, esta vez cargado con todo el material. Primero dudaba si hacer uno o dos viajes, pero la verdad es que estoy harto de andar esta carretera; quiero llegar al albergue, poner a punto las tarjetas de las cámaras y terminar lo antes posible.

 

Caminar con más de treinta kilos encima no es difícil. Si que lo es hacerlo por calles llenas de nieve, que además se ha transformado y se hunde bajo mi peso.

https://www.youtube.com/watch?v=BuY7aWsTenU

A duras penas llego al albergue. Son poco más de las doce. Estoy exhausto, pero no me permito el lujo de descansar, porque me conozco y sé que si ahora me relajo después me hará mucha pereza salir, así que elijo una habitación, dejo todas las cosas menos el ordenador y bajo al comedor para enchufarlo.
 
Javier y Carmina me enseñan el albergue. Son una pareja encantadora. Ellos no tardarán en irse, por eso me indican donde está la leña, los pequeños detalles del edificio, me dicen que les ha sobrado comida y que puedo coger la que quiera ...
  Una familia que marcha me aconseja que ocupe la habitación que dejan, en vez de la que he elegido desde el principio. ¿La razón? La suya es más caliente y menos húmeda.
 
Preveo que pasaré tres noches y pasamos cuentas con Javier.

   Después de comer Carmina saca una caja con casadielles, un dulce típico de Asturias. Es como una empanada frita, rellena de nueces. Una bomba energética que reavivaría a un muerto.
 
Me despido de ellos deseándoles muy buen viaje y dándoles las gracias por todo. Pienso que tengo mucha suerte de encontrar gente tan maja en este viaje.
 
A las tres me voy hacia Fuentes. Bajo por el camino lleno de nieve y desde allí puedo llegar a las oficinas por la pista.
 
Jorge avisa a Txili, que en pocos minutos ya está abajo.
 
Cogemos el desembragable de cuatro plazas Llana'l Fitu, que nos sube hasta la zona de debutantes, con una cinta y un telesquí que lleva al snowpark.
  Desde aquí Txili me hace mención de la espectacular mole de roca que se levanta ante nosotros, el Toneo y de la bajada de los japoneses, un fuera-pista que ya está muy trillado.
 
Ahora subimos por el Entresierras, desde donde me enseña la espina dorsal de la estación, la pista de Aller. Me giro un poco y veo una montaña, el Pico Torres me dice Txili, que nos señala el norte.
 
Una vez arriba me enseña el circo que se extiende fuera del área de la estación, una olla tan espectacular que dan ganas de lanzarse montaña abajo y esquiarla en toda su amplitud.
 
Charlando de las estaciones que me faltan, cuando le digo que voy a ir a Valgrande-Pajares me dice que allí trabaja su padre, Ricardo.
 
Bajando por la pista de Entresierras nos detenemos un momento en Enlace. Allí me cuenta el duro trabajo que tuvieron que hacer subiendo nieve con camiones para hacer base y con las retracs trabajando toda la noche para acondicionar la pista. Me vuelvo a sorprender de la capacidad de trabajo de este equipo.
 
Un poco más abajo volvemos a parar. Txili me enseña una pala guapísima, con un bosquecillo al fondo. Le comento que esto debe ser un paraíso para los free-riders y le pregunto si han tenido muchos problemas. Cuando me contesta que todavía no han tenido que hacer ningún rescate fuera de lo que son las pistas delimitadas casi no me lo puedo creer.
 
Una de las cosas que también me sorprenden es ver a uno de los pisteros retirando el material de balizaje cuando justo pasa un cuarto de hora de las cuatro de la tarde. Me cuenta que cada día retiran las balizas de unas determinadas pistas ya que el cable del cabestrante, cuando las máquinas pisan, las suele tumbar.
 
Me duele saber, cuando veo el sector de Riopinos de San Isidro desde lo alto de La Llomba, que las administraciones de ambas comunidades vecinas no se ponen de acuerdo desde hace años para unir esfuerzos y juntar las dos estaciones, alcanzando un dominio esquiable más grande y pudiendo compartir la nieve de estas montañas. Vuelvo a constatar que los intereses políticos entran en conflicto y priman por encima de los intereses que más convendrían al pueblo. La política ya no sirve al ciudadano, parece que sea el ciudadano el siervo del político. Hechos como estos me cabrean. Al parecer las negociaciones llegarán a buen puerto. La pregunta es cuándo.
 
Es la hora de cerrar y puedo aprovechar para hacer el cierre con algunos de los pisteros, entre ellos Adrián, ya que Txili debe irse a hacer otras tareas. Nos acompañan un par de asiduas esquiadoras de Fuentes.
 
Es muy lícito que se quiera esquiar apurando hasta el último minuto, pero creo que las personas que tienen un nivel bajo de esquí deberían ser un poco más consideradas. No sé porqué, pero suele ser un hecho común a todas las estaciones encontrar debutantes a ultima hora haciendo la última bajada, en cuña, desde arriba de todo, aprovechando todos los minutos.
 
Encontramos al jefe de los maquinistas antes de llegar a la base. Deben apretar los tornillos de una guía de la oruga de una de las retracs y puedo matar dos pájaros de un tiro, filmar como lo hacen y preguntar si podré subir a una de las máquinas y acompañar a uno de los maquinistas viendo como deja las pistas a punto. Cuando les digo que quedamos en el hangar me contestan riendo que sí, que quedamos en el hangar.
 
Finalmente llegamos abajo, tardamos media hora.
  Adrián comunica por la emisora que las pistas están revisadas y que ya no queda gente.
 
Fuentes de Invierno es una estación joven, con un equipo que se esfuerza, personas que disfrutan haciendo su trabajo, sea en las condiciones que sea. Y una de las condiciones en las que deben trabajar los maquinistas es al aire libre.
La puesta a punto de la máquina, al igual que todas las reparaciones a realizar, no se hace a cubierto, pues no tienen cobertizo donde trabajar.
  Esto, junto con la generación de electricidad a partir de generadores diésel, son dos factores que creo que deberían mejorar, sobre todo el primero. Aunque constato el buen ambiente de trabajo que se respira, es evidente que con un buen taller la cosa mejoraría mucho.
 
Los maquinistas deciden que vaya con Oscar, así que cuando han acabado de montar la pieza subimos a la Pista Bully y nos vamos pista arriba.
 
En el punto donde habíamos encontrado al jefe de maquinistas, Oscar engancha la fresa y seguimos.
 
Aún no había visto ninguna retrac que fuera equipada con un sistema de localización por satélite. Hay una pantalla donde aparece la pista delimitada y una marca indica la traza que se ha hecho. Creo que es un buen sistema, sobre todo en noches de niebla o mal tiempo, evitando una serie de contratiempos con los que se encuentran los que nos dejan las pistas fresadas.
 


En la conversación intercalamos temas técnicos, como la posición de la pala, la fuerza a la que trabaja el cabestrante, la presión de la fresa en la nieve, con temas más mundanos, hablando de la vida en el campo, de caballos, de elaboración de sidra, de política, de la situación laboral ... y de todo lo que hablan dos hombres que se acaban de conocer.
 
El Sol se pone.
 


Se me pasan las horas volando, pista arriba y pista abajo. Creo que Oscar es un perfeccionista y pasa una y otra vez por la traza hasta que queda como él quiere.  Esto, por la mañana, se agradece.
 
Ellos, los maquinistas, deben hacer una parada para cenar. Yo estoy cansado y también tengo hambre, casi sueño en hacerme un par de huevos fritos, de huevos de verdad, que ha dejado Carmina.
  Me despido de Oscar esperando verlo por la feria del caballo de Puigcerdà, si viene.
 
Cojo los esquís y me los pongo para llegar esquiando hasta el albergue. Es oscuro, las farolas iluminan pálidamente las calles y la nieve se ha endurecido por las bajas temperaturas.
  Me deslizo, solitario, hasta que llego a mi refugio. Faltan diez minutos para las diez de la noche.
 
Dentro sólo me esperan el calor y la comodidad. Qué placer poderme poner unas zapatillas cómodas y cambiarme de ropa.
 
Dejo las baterías cargando, intento encender la chimenea, pero no es una buena hora...
  Meto toda la ropa sucia en remojo, con agua caliente y jabón, me voy a dormir sin cenar, necesito descansar porque mañana quiero estar a las ocho para ver cómo abren pistas.
 

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