23-2-2011 Punto de nieve Santa Inés. ¡Guau!
Me llevó todo el día llegar a Soria, parándome primero un señor marroquí y después unos chicos argentinos que me llevaron hasta San Esteban de Gormaz.
Allí dudar si ponerme a hacer dedo o entrar en un bar a comer algo caliente y beber un buen vaso de vino. Opté por la segunda opción.
Después de pasar un día en Soria había quedado con Rubén, de la empresa Nómadas en Soria, porque él tenía que venir a la capital para llevar uno de sus perros al veterinario.
Me estaba esperando en la estación de autobuses.
Llegamos hasta Vinuesa, donde dejé las cosas en su casa y salimos a dar una vuelta, primero por el pueblo y después nos acercamos en Playa Pita, un lugar precioso y solitario en estas fechas.
Por la noche él se fue para ir a buscar a su pareja, Sarah, que había pasado el día trabajando, cuidando los perros, en la estación. Cenamos y nos fuimos a dormir tarde, hablando de cosas interesantes y tratando de ver vídeos igualmente curiosos hasta que nos dolían los ojos.
Quería prepararme la ropa y el equipamiento, pero no lo hice y esta mañana me ha tocado correr.
Cargamos mi material en el coche y subimos todos a la estación, Sarah, Rubén, dos perros y yo.
El día es gris, bastante feo.
Cuando llegamos arriba coincidimos con Fernando, un monitor de esquí nórdico que ha venido a impartir un pequeño curso a un grupo de agentes forestales.
Una de las primeras cosas que hacemos es ir a buscar agua a la fuente de Agua de la Miel para los perros, pues se les tiene que hacer el desayuno.
Con el coche cargado de garrafas volvemos al kennel. El kennel es el espacio donde tienen los perros, cada uno con su caseta. En el caso de los de Nómadas en Soria, son unas bien aprovechadas botas de vino.
Mientras ellos preparan la manduca canina yo voy a ver al director de la estación.
La persona con quien había contactado por teléfono y correo electrónico, Víctor, lleva todo el tema comercial desde las oficinas de Stop-Travel en Soria y no había comentado nada de mi llegada a Juan Carlos, que es quien dirige esta pequeña estación.
Juan Carlos me atiende sin ningún problema. Incluso cuando le comento que me gustaría grabar las explicaciones que dará Fernando no me pone ninguna pega, al contrario.
Están haciendo el desayuno, que consiste en careta y salchichas a la brasa, y a mí se me hace la boca agua. Me invitan, pero no me comprometo porque no sé qué pasará en los próximos minutos.
Resulta que ha venido una escuela de personas con discapacidad psíquica a pasar el día haciendo actividades en la nieve y también me gustaría interactuar con ellas.
Juan Carlos me presenta a Fernando cuando yo le estaba comentando lo que quería hacer. Me presenta a un monitor de la estación que también estará en el curso.
Pasadas las diez la clase comienza con una explicación sobre el esquí nórdico, mencionando la diferencia que hay con el esquí de fondo. Yo siempre había pensado que era lo mismo y resulta que no es así. El esquí de fondo es el que se practica mayoritariamente en pistas preparadas y el esquí nórdico se refiere a todo aquel estilo que no fija el talón al esquí y que incluye varias disciplinas como el telemark, los saltos de trampolín o el propio esquí de fondo.
Sus explicaciones sobre el material, la forma de usarlo, las condiciones en las que es más adecuado usar uno u otro esquí, se alargan por espacio de unas dos horas.
Luego salimos a pistas.
Mientras ellos toman el material de alquiler yo me pongo mis botas y meto las pieles a los esquís. Es un poco ridículo, pero como el remonte está parado y mi intención es esquiar en Santa Inés, subo los pocos metros de desnivel para bajar esquiando la corta pista.
Poco a poco va despejando y puedo ver la sierra de La Cebollera y los Picos de Urbión que rodean esta estación.
Finalizado mi descenso voy a ver si puedo hablar con alguien responsable del grupo de personas con discapacidad que se lo están pasando en grande, ahora bajando en trineo, ahora haciendo viajes en moto de nieve. Hay un grupo que está haciendo una excursión con raquetas de nieve. Una de las monitoras me dice que vienen a través de Ande Soria y que sólo hay que ver la cara que ponen.
Un señor se me acerca y, sin decir gran cosa, saca de una riñonera unas fotos y empieza a enseñármelas foto. Son fotos de Santa Inés y de sus alrededores en diferentes épocas del año. Tiene algunas de espectaculares nevadas, con el refugio de cazadores que hay justo delante de la fuente donde hemos ido esta mañana a buscar agua todo cubierto de nieve, haciendo un techo nevoso que se junta con la carretera.
No encuentro ni a Rubén ni a Sarah y me voy a ver si encuentro al grupo de agentes forestales.
Cojo la pista de esquí de fondo y a no más de quinientos metros los encuentro practicando la frenada en cuña.
Es la hora de comer y juntos subimos la suave pendiente hasta el llano de la estación.
Comemos juntos en una larga mesa, entre bromas y comentarios más serios sobre sus tareas en el medio forestal, como la tala de árboles.
Cuando acabamos de comer, Juan Carlos me dice que nos subirán a mí y al monitor con la moto para que me pueda enseñar los módulos que tienen para practicar saltos, cajones y barandillas.
Me sorprende ver una especie de iglús hechos con ramas de pino y no entiendo su función.
Hechas las fotos del parque vuelvo al kennel y Rubén me dice que vamos a dar una vuelta con los perros.
Preparar un trineo de perros conlleva una serie de tareas a realizar para asegurar, valga la redundancia, la seguridad durante el trayecto.
Primero se seleccionan los perros, ya que todos deben tener unas mismas características. En el caso del trineo en el que montaré irá tirado por cinco de estos cuadrúpedos, cinco alaskanos que tirarán con más potencia que velocidad del trineo.
Una vez están todos vestidos con sus arneses, recibida un poco de teoría y hecha la ritual encomendación a los astros, subo con Rubén al trineo, uno en cada patín.
Uno de mis handicaps, para quienes no me conocen, es una caracterizada poca habilidad en determinadas circunstancias y esta es una de ellas. A los pocos metros de arrancar tropiezo y caigo al suelo, sin consecuencias.
La nieve está en muy mal estado, muy húmeda y podrida. Además, los paseos que se han hecho durante todo el día con la moto de nieve no han ayudado para nada a la conservación de la pista. Esto hace que a los perros les cueste tirar y que tengamos que ayudarles corriendo junto al trineo.
Rubén me delega la responsabilidad de hacer de musher, cambiando las tornas y metiéndose él de pasajero. No estoy acostumbrado a correr montaña arriba con la velocidad que se requiere y me canso enseguida, pero hago de tripas corazón mientras resoplo, agarrado a la barra sin soltarla.
A duras penas llegamos arriba del camino, donde nos detenemos, para descansar y desatar a los perros, ya que no podemos seguir. Las privilegiadas vistas de las que disfruto merecen unas instantáneas que hago mientras recuperamos el aliento.
El gore-tex de mi calzado no resiste la cantidad de nieve y de agua que reciben haciendo la bajada, ya que se forman acumulaciones debajo el trineo que van a parar a los pies y cruzamos charcos de nieve derretida.
Llegamos al punto de partida.
Puedo afirmar que mi experiencia mushera, aunque cansada, ha sido muy agradable y me hace soñar con aventuras llenas de ladridos y nieve.
Rubén me deja unas botas y unos calcetines secos, que me pongo al momento. También me cuenta que esas cabañas sin techo son escondrijos para los cazadores, que cazan palomas.
Queríamos hacer dos vueltas, cambiando los perros, pero habiendo comprobado el estado de la pista decidimos que lo mejor será no hacerlo, es tontería cansarlos y arriesgarse a dañar el material.
Voy al edificio de la estación para sellar mi libreto de firmas y despedirme del personal que encuentro. Es la estación más pequeña que me he encontrado hasta ahora y maldigo al suave invierno por no permitirme disfrutar de un grosor mayor, ya que tiene muchas más posibilidades de las que yo he podido experimentar, pero ...
Con el calor que hace y en la situación donde está, el kennel recibe toda el agua que se cuela por debajo de la nieve y me encuentro con Rubén y Sarah haciendo nuevas regatas para canalizarla y que dañe lo menos posible el espacio de los perros.
Intento ayudar un poco, pala en mano.
Llega la hora de dar de cenar a los animales, una sopa de pienso y carne que devoran en cuanto se la ponen delante. Pocos segundos antes de empezar a servirla, los perros se han revolucionado de forma espectacular, ladrando todos a la vez, pidiendo que les dieran su ración.
El Sol se pone y se acaba la jornada en Santa Inés, dejando una bonita postal con el Urbión al fondo.
Antes de llegar a casa pasamos por la Cabaña de Salva, una espléndida casa rural donde los chicos se quieren despedir del propio Salva, que marcha a competir a tierras del Norte de Europa al día siguiente.
Ya en el piso mi cuerpo reclama una ducha y un cambio de ropa, así que me meto bajo el agua caliente y cuando salgo del baño ya soy más persona.
Después de cenar nos ponemos a ver la película "Into the wild", film que Rubén ya ha visto más de una vez. Me había dicho que no podía irme sin verlo. Sarah y yo es la primera vez que la vemos.
Al final reflexiono sobre lo que hubiera elegido yo, de encontrarme en una situación parecida.
Estamos muertos de sueño, pero aún tenemos fuerzas para conectar los ordenadores y enseñarnos fotos y vídeos interesantes.
No sé ellos, pero cuando me meto en la cama apenas me puedo tapar que ya duermo profundamente.