Es muy largo de explicar el desinterés y el rechazo que ha recibido el proyecto, tanto en esta estación como en el municipio que lo acoge. Simplificando, la dirección no lo encontró oportuno. Sin embargo, como uno de mis objetivos es esquiar en todas las estaciones de España, Masella no podía ser una excepción.
Espoleado por estos hechos, ayer marqué ir a la estación de esquí alpino gerundense más occidental para poder borrarla de la lista lo antes posible. Convencí a mi padre para subir a hacer randonée. Él subirá con pieles mientras yo intentaré hacer los trabajos que me he propuesto.
O sea que hoy me ha venido a recoger mi padre y hemos subido hasta la estación.
Al ser sábado, principios de mes y habiendo anunciado durante toda la semana las buenas condiciones para la práctica del esquí, había mucha gente. Tanta que la cola para alquilar material daba miedo.
He quedado con mi padre que le llamaría cuando terminara. Intentaré sacar un par de forfaits para poderme desplazar por la estación y que él me grabe.
Me dirijo hacia la tienda de alquiler. Está llena de gente e intento entrar sin que nadie piense que me quiero colar. Me presento al encargado al que le explico de manera resumida lo que pretendo hacer y le pido permiso para hacer fotografías y vídeos de cómo trabajan. Me advierte que hay algunos miembros de la plantilla que no quieren ser grabados, o sea que tendré que preguntar antes de actuar. Al principio no tengo problemas, pero después hay tres personas que me advierten que no quieren que el objetivo los capte. Tengo que buscar otra localización y me pongo al fondo, entre los esquís, para pillarlos de espalda.
Una de las personas que no quiere ser inmortalizada por mi cámara me explica que es fotógrafa y que conoce las leyes que la amparan que me explica por encima, lo que me sirve para irme a la cama sabiendo algo más.
Hago tiempo para poder entrar al taller y ver como las manos de Josep reparan mis tablas, pero la gente no decrece y la cola es igual de larga a medida que el tiempo pasa.
Decido ir a las oficinas y preguntar por Ramon Boter, la persona con quien había contactado previamente y que me había comunicado la decisión de la dirección de Masella de no colaboración con el proyecto. Me atiende sin ningún problema, con una sonrisa de oreja a oreja, pero manteniendo la postura que dirección ha tomado. Intento explicar los diferentes objetivos del proyecto, la voluntad de documentar mi paso por la estación, pero no hay manera. Lo único que se me ofrece es un descuento de tres euros en la compra del forfait, lo que rehuso.
Paso por la escuela de esquí con la intención de hablar con la persona que la dirige y saber si tienen monitores con conocimientos específicos para enseñar a personas con discapacidad, pero la chica que me atiende ya se encarga de contestarme que no tienen y, por tanto, me voy sin haber podido cruzar una sola palabra con el director o directora. Encima del mostrador de la escuela hay un montón de Belluga't y cojo tres.
Lo abro, me busco y me encuentro; artículo de media página que leo rápidamente. Le tengo que dar las gracias a Amadora y a Cristina por haber hecho posible la aparición en prensa escrita del proyecto, después de que algunos se ofrecieran y luego se echaran atrás.
Vuelvo a la tienda de alquiler de material y al cabo de un rato Josep me dice que no cree que sea posible hacer hoy lo del taller.
Viendo el panorama que se me presenta, llamo a mi padre que en esos momentos está desayunando en la llegada del telesilla Cap del Bosc. Quedamos de vernos en un rato. Me dejan dejar parte de las cosas que llevo en el alquiler para ir más ligero.
Cuando llega yo ya tengo las pieles puestas en los esquís y ganas de empezar a esquiar para irme a casa lo antes posible.
Subimos por Coms de Das, una pista que está cerrada y que no tiene ningún tipo de balizaje, con suficiente nieve para subir, pero que comprometería las suelas en la bajada. La calidad de la nieve es muy buena, pues al ser la pista bastante umbría permite que la nieve no se transforme.
Voy haciendo algunas fotos del paisaje que nos rodea mientras pienso qué titular pondré en facebook cuando llegue a casa para hacer referencia al trato que ha recibido el proyecto en esta estación.
No haber hecho nada de ejercicio durante estos días me está pasando factura y me encuentro cansado, con los brazos y las piernas que notan el esfuerzo, pero pienso que mi padre ya es la segunda vez que sube y sigo arriba hasta que llega un momento que pido una parada técnica para beber un poco de agua. Proseguimos la marcha hasta llegar a una de las cafeterías. Dudo un momento de subir un poco más arriba, pero desistimos, no creo que valga la pena seguir en esta estación y cansarme más para documentar mi paso por ella, aunque sabe mal pues sus paisajes son preciosos y sus pistas bastante variadas y atractivas para esquiar.
El Sol luce de lo lindo a estas horas y hace calor, pero hay que abrigarse para hacer la bajada. Sacamos las pieles a los esquís, colocamos la fijación en posición de descenso y ya estamos listos para bajar esquiando.
Llegamos al coche y me voy a buscar las cosas que tengo guardadas en el alquiler. Me despido del personal que trabaja y vuelvo hacia el coche. Antes de marchar tomo imágenes de las dificultades y las trabas que una persona con movilidad reducida se encuentra si va a esta estación.
Volvemos a Puigcerdà y mi padre me deja debajo de casa. Tengo toda la tarde para hacerme la mochila porque a las siete iremos a Barcelona y yo ya me quedaré allí hasta el martes, día que cogeré un autobús dirección Madrid para retomar el viaje. Dejo los esquís y las botas dentro de su coche para que me las baje mañana.
Las siguientes cuatro horas se me pasan más deprisa de lo que quisiera y siempre tengo la sensación de que me dejo algo. Finalmente llega la hora y me voy cargado.
Recojo a mi compañera del trabajo y cuando estamos a punto de salir a la carretera me doy cuenta que me he dejado las llaves del piso de mis padres, con lo que toda la estrategia preparada para no perder tiempo y salir directamente se va al traste. No es grave, pero toca la fibra.
Llegamos a Barcelona, la dejo en un restaurante de Gràcia porque tiene una cena de aquellas de reunirse los alumnos de la escuela y reencontrarse y ponerse al día y yo me voy a casa de mis padres para dejar los equipajes.
Una vez dejado el coche en el parking y habiendo desquedado con una amiga, me vuelvo solo hacia el piso, donde me tumbo en el sofá mientras como un par de croquetas que he robado de la nevera. Me quedo dormido.
Pasadas las cuatro de la madrugada llega ella, que ya me encuentra en la cama.
¡Qué fácil criticar desde la amargura! 
