Justo esta semana se cumplen 50 años del certamen más importante de esquí que se haya realizado en el hemisferio sur. Al Mundial de Chile acudieron delegaciones de las grandes potencias de la disciplina. Figuras de élite, como los franceses Jean-Claude Killy y Marielle Goitschel. Entre el 4 y el 14 de agosto, 160 participantes dieron vida en el centro de esquí de Portillo a uno de los episodios fundamentales de la historia de los deportes de nieve en chile.
Fue una lucha y una tarea casi titánica, de varios años, en la que trabajaron una serie de personas. La Federación de Esquí de Chile, que estaba encabezada por Reinaldo Solari, tenía la misión de convencer a los países del 'Primer Mundo' y a las autoridades nacionales de que podían albergar y organizar un campeonato de este tipo. Y no fue fácil que afuera confiaran en que un país fuera del circuito de los Alpes pudiera hacerlo, donde además en aquel momento se contaba tan solo en materia de alojamiento, con el hotel Portillo. Es verdad que eso permitió que por primera vez todos los participantes estuvieran bajo el mismo techo, en un solo hotel.
La preparación de la cita mundial estuvo marcada por grandes dificultades, entre ellas la construcción de los accesos y las comunicaciones.
Un año antes del comienzo del evento la naturaleza azotó con todo. El invierno de 1965 fue uno de los más crudos en Portillo. El 15 de Agosto un tifón proveniente del Pacifico del sur impacto con vientos de hasta 200 km/h. Cayeron cantidades despiadadas de nieve y las avalanchas arrasaron con todos los telesquís exceptuando dos, incluyendo dos recién construidos. El nuevo Poma de Juncalillo de 1800 mts. perdió 13 de sus 24 torres más la base y estaciones de retorno. Cinco esquiadores murieron en el alud cuando parte de un alojamiento de empleados se derrumbó. Equipos de esquí que se habían reunido para preparar el evento quedaron atrapados en Portillo y cuando mejoró el tiempo tuvieron que salir esquiando hasta la estación de tren más cercana, a 32 kilómetros de distancia.
En ese momento, la Federación Internacional de Esquí puso en duda la realización del Mundial en Chile. Prácticamente no había quedado nada en pie. Durante el verano de 1966 tuvieron que rehacer todo, invirtiendo una considerable suma de dinero. La fábrica Poma, que había construido todos los remontes de Portillo, mandó a un joven ingeniero polaco, Janck Kunzynski, a reconstruirlos. Para tratar de evitar futuros peligros de avalancha el área había sido rediseñado usando la experiencia de hombres como Othmar Schneider, que conocían muy bien el peligro de estas grandes montañas. Portillo contrató al mejor experto en aludes del momento, Monty Atwater, para encabezar el programa de control de avalanchas durante el Campeonato Mundial. El ejército chileno ofreció artillería para el control de aludes y un regimiento de alta montaña para preparar las pistas.
Y es que en ese tiempo no había allí ningún tipo de maquinaria para pisar la nieve, por lo que fueron los militares de la Escuela de Alta Montaña de Los Andes los encargados de aplanar y preparar las pistas. Lo hicieron a pie, con sus propios esquís, caminando arriba y abajo.
La Naturaleza, después de haberse portado tan mal en 1965, dio su bendición al evento con días de sol brillante, tiempo frío y condiciones perfectas de nieve. Sin duda alguna, ese Mundial sirvió para poner a Chile en el mapa del esquí a nivel mundial. Antes de 1966 era muy aventurado venir a Sudamérica a esquiar, mucha gente no pensaba que existían buenos centros de esquí. Y el Mundial demostró que no solo existían, sino que además eran de primer nivel, según cuentan los responsables por entonces.
Francia fue el gran ganador del Mundial al ganar 16 medallas de las 24 que hubo en disputa. Y de todos ellos, hubo un nombre que brilló con luz propia: Jean-Claude Killy. El campeón del mundo tuvo que cumplir una promesa: "Si gano el combinado y me convierto en campeón del mundo aquí, me tiro a la piscina vestido y con esquís". Y ganó. Después de correr la última carrera se tuvo que dirigir a la piscina, llegó a la orilla y se tiró con las tablas en los pies.
Otra de las anécdotas fue en el Descenso femenino. Se lo adjudicó Marielle Goitschel, aunque tuvo que esperar varios años. Allí en 1966 lo ganó Erica Schinneger, pero un examen médico descubrió que, aunque ella no lo sabía, realmente era un hombre (transgénero). Se operó en 1967 y poco después renunció a su medalla.
Ese fue el único Mundial de Esquí Alpino (allí deberíamos decir, 'andino') realizado en el hemisferio sur, aunque Cerro Castor en Argentina, ya ha afirmado que quiere tratar de acoger una prueba de Copa del Mundo, competición que por cierto, se ideó y aprobó en el Bar Portillo aprovechando los Mundiales.
Fuente: Nevasport Noticias
Fotos: Portillo