Capítulo primero: salida invernal
Salida por los ibones de Anayet, mes de enero. Como he dicho más arriba, no pretendo hacer grandes excursiones. Y, además, debo confesar que me duele un poco alejarme de las pistas abiertas para ponerme a sufrir cuesta arriba. Pero el esfuerzo merece la pena (o eso pienso cuando llego al final). Es espectacular alejarse de las pistas en pleno invierno cuando hay tanta nieve; el paisaje es brutal y se disfruta muchísimo más la inmensidad de la montaña. Para mí, además, tiene la ventaja de que rindo mejor con frío que con calor. En esta ocasión, estábamos a -7º en la zona inferior… fresquete.
Empezamos subiendo por las pistas desde el aparcamiento de Anayet, en Formigal, tras cruzar el puente, en dirección a la Glera de Anayet. Se bordean las pistas por la izquierda. Esta experiencia para mí es poco agradable, no me gusta convivir con los esquiadores de unas pistas tan masificadas (además, aunque foquees por el borde de la pista, algunos te lanzan miradas asesinas, como si estuvieras arrebatándoles algo que es suyo). Personalmente, no tengo la menor intención de foquear en pistas abiertas si no es imprescindible, no le veo la menor gracia. Afortunadamente, no tardamos en dejar las pistas y seguimos por un tramo de poca pendiente.
Aquí algo separados por riesgo de aludes.
Frío y viento en las cumbres.
De nuevo llevé unos Seven Summits alquilados que me parecieron cómodos y ligeros a la subida pero muuuuyyy raros en la bajada. En las palas con dos palmos de nieve se quedaban muy hundidos y se comportaban peor que los all mountain que acostumbro a llevar; además, en los tramos duros o pisados vibraban mucho. No sé si llegaré a acostumbrarme a bajar con esquís tan ligeros y cortos.
Cruzamos un par de riachuelos y compruebo lo complicado que resulta poner una fijación "de pinchos" con la bota bañada en agua helada... En fin, todo es acostumbrarse.
La ruta es circular y volvemos por el barranco de Culivillas. Una salida preciosa y adecuada para ir familiarizándose con el medio, aunque con poca pendiente, ya que tiene sólo un par de palas interesantes.
Capítulo segundo: comprar equipo.
Como me ha entrado el gusanillo y la cosa no tiene remedio, toca comprar equipo. Alquilar es siempre una buena opción, pero puesto que pretendo foquear con cierta regularidad, parece razonable tener equipo propio y no depender de las tiendas de alquiler, de si tienen material de mi talla, etc. De modo que con la ayuda de los consejos de unos cuantos foreros, unos cuantos buenos vendedores de las tiendas de toda la vida y de una hoja de cálculo en la que introduje todas las variables (talla, patín, peso, precio…), termino comprándome unos Dynafit Baltoro en 158 cm, el modelo para mujer, conocidos de ahora en adelante como mis Bartolos (y me gustan más que unos Manolos…). Las fijaciones son unas Diamir Vipec 12 y las botas son unas Black Diamond Swift. En conjunto, una serie de decisiones complicadas en las que en unos casos prima la seguridad, en otras la comodidad y en otras la ligereza. Y, por supuesto, arva, pala y sonda.
Collage con fotos de mi material, domesticando las botas en casa, frente al ordenador o haciendo tareas domésticas, y de un fragmento de mis notas previas.
Capítulo tercero: cuando cierran las estaciones de esquí.
Salida en primavera por entorno conocido: subida desde Ampriu a Gallinero en la estación de Cerler. Conocer bien el terreno supone una gran ventaja porque permite dosificar las fuerzas mucho mejor a la subida y elegir bien el recorrido de la bajada.
Subida hasta el pico de Gallinero por la pista de Perdiz Blanca. Estación ya cerrada a pesar de la nieve abundante y excelente.
Algunos suben hasta el mismo pico.
¡Y que hayan cerrado con la estación así…! Pero lo cierto es que pasada la Semana Santa a los esquiadores se les olvida qué es eso blanco que sigue ahí arriba, en las montañas.
La bajada desde el pico de Gallinero.
Bajada por Canal Amplla con nieve cremita espectacular. Este invierno la hemos bajado con nieve excelente, pero esa es de las mejores.
Da fe de ello este vídeo:
Estreno mis Bartolo y la sensación sigue siendo muy rara: para un esquiador pistero, a la subida todo pesa demasiado y a la bajada todo es demasiado endeble. La cuestión es que las sensaciones son tan distintas que, en lugar de pensar en las carencias, he decidido esforzarme en adaptarme al material sin darle muchas vueltas.
Capítulo cuarto: zonas más agrestes.
Y, por último, otra salida memorable en primavera, de Saravillo hacia Cotiella. Para quien quiera datos más exactos, este magnífico blog los da [lameteoqueviene.blogspot.com.es]. Yo sólo pretendo aportar mi visión de novata en estas lides y animar a otros esquiadores que, tras pisar las pistas muchos años, se sienten tentados a salir de lo trillado.
La excursión merece la pena. Es espectacular. Nosotros fuimos el 1 de mayo y, como se ve, tuvimos que patear un rato.
En contra de lo que pueda parecer, tanto la subida como la bajada por el bosque resultaron divertidas y poco complicadas. Había poca nieve, pero los esquís ligeros y cortos permiten girar en cualquier sitio.
Tras el bosque, diagonal, ya con nieve.
A primeros de mayo y nieve más que abundante.
Las preciosas agujas de Lavasar
Un paisaje brutal que compensa cualquier esfuerzo.
Viento en las cumbres que limita y complica la ascensión.
El tramo final tiene ya bastante pendiente y dificulta la vuelta maría. Aprendí a hacerla hace ya muchos años, fue una de las primeras cosas que me enseñaron tras ponerme los esquís, pero cuesta arriba y con el talón suelto es una cosa muy distinta.
La bajada por nieve cambiante, a ratos excelente. La sensación de los esquís de travesía es rara, no voy a mentir. Pero con nieve primavera cremita todo sale.
Incluso pudimos esquiar entre árboles.
Regreso andando, felices y contentos.
Este es un resumen de lo mejor de mi temporada por el lado salvaje: unas pocas salidas con excelente compañía, esquiadores expertos y, debo añadirlo, porque es importante para cualquiera que empiece en esto, con guías competentes, conocedores del recorrido y de las técnicas del esquí de montaña.
Algún intento más hubo, pero un problemilla en las lumbares complicó la aventura. Con ayuda de los traumatólogos y de mi fisioterapeuta, confío en que esté resuelto para la temporada que ahora empieza, una más a sumar a mi corta experiencia travesera.
Espero que este pequeño reportaje sirva para animar a todos aquellos que todavía no se atreven a iniciarse en el esquí de montaña y para convencerlos de que está al alcance de cualquiera con una forma física mínima y un poquito de experiencia en nieves no tratadas.