PACO OCHOA: El triunfo de la voluntad
Un minuto de silencio… luego seguimos el trabajo.
Miré arriba, vi la silueta de dos esquiadores bajando por la pista Glacier, la Dahu , enfocando la Double M, sin un respiro, a tope, al pasar a mi lado distinguí a Killy y a Paquito detrás .
Muchos años después me confesaría que en esto residía su éxito: en las bajadas con el campeón del mundo, en todas las especialidades de esquí alpino, sin un descanso , al llegar a Val Claret , arriba otra vez, y así hasta el pódium de Sapporo.
El triunfo de la voluntad.
En eso y en su carácter abierto, alegre, que ofrecía optimismo por todos sus poros, se puede decir que consistía la clave de su éxito. En un país con una escasa tradición alpina, en una estación de esquí que como muchos decíamos era un apeadero, en Navacerrada, de allí salió un día el campeón del mundo de Slalom, el que hizo vibrar a los españoles en las pantallas de televisión, el que dio impulso al esquí alpino, lanzando a los jóvenes a imitarle, y puso el esquí alpino español en el contexto mundial.
Así era Paco.
Después, ya pasada su carrera deportiva en la competición, fuimos a entrenar al equipo español, una temporada solamente. Los resultados no fueron brillantes y el equipo que se formo no siguió la estela dejada por Paco. Pero seguimos entrenando a chicos y chicas del ámbito de la competición, algunos de ellos, Antonio Fernández Copell, hoy presidente de la federación madrileña, que ha acertado a hacerle un homenaje el sábado 5 de noviembre de 2016 en Cercedilla, su pueblo, en colaboración con el Ayuntamiento de la población. Allí estaremos.
No se podría entender la vida de Paco sin conocer a su familia.
La primera vez que saque un tique para utilizar el telesilla de la Bola, tenía 15 años. Lo vendía el padre de Paco en los bajos de la Venta Arias, utilizando la leñera como mostrador, casi a obscuras, y con olor a pan recién hecho.
Recuerdo que pasaba un niño debajo del telesilla a toda velocidad…. esquiando de espaldas. Era Paquito.
Luego me hice profesor. Vivíamos en la escuela, en los bajos: El Lola Hilton, en nombre de su madre, que nos cuidaba a todos como a sus hijos… ¡qué bien comíamos, que ambiente tan bueno había!
Juanma, campeón, mejor gigantista que Paco, otro carácter, Blanca su sombra en el esquí, un fenómeno en el Gigante, que técnica… así todos Lola, Luis, Ricardo…y siempre Chus, su mujer.
Al caer la tarde unos días antes de su marcha, entre las hojas doradas de los robles, de las hojarascas otoñales, salimos al camino. Nos habíamos pasado la tarde charlando, de sus planes, de la vida…Al darle el abrazo de despedida, el lo captó… y allí salió el Paco el de siempre: ¡¡¡¡ Marqués, ánimo ¡¡¡¡
Algunas mañanas de este otoño seco… en el pinar solemos caminar aun juntos.
Justo Uslé.