Por aquellos lares, son muy aficionados a realizar mercadillos de navidad en Adviento y Mayrhofen, por supuesto, también tiene el suyo. Así que no nos preocupamos mucho y pensamos que lo localizaríamos caminando por las principales calles del pueblo, como suele ser habitual en todas las localidades, pero… ¡no lo encontrábamos! Y la publicidad del mismo, escrita en un perfecto alemán, no nos aclaraba nada.
Al finalizar el segundo día de nuestros paseos, derrotados por nuestra incapacidad, decidimos preguntar por él a un lugareño y nuestra gran sorpresa fue descubrir que no se celebraba todos los días de la semana. El siguiente día con mercadillo tendría lugar el próximo viernes, que coincidía con nuestra última noche en Mayrhofen, y por ello nuestra postrera oportunidad de visitarlo. En la “tarde” del viernes, según el racional horario que el sentido de la vista se empeñaba en contradecir con una cerrada noche (“noche del viernes”, sería más correcto), comenzamos a preguntar por su él y cada vecino nos respondía que saliésemos del pueblo un poco más lejos, hacia los bosques. La siguiente calle. Al final de ésta. Seguid caminando.
A base de vueltas y vueltas deambulando por calles residenciales encontramos la pista de patinaje del pueblo donde los niños estaban pasando la noche. Pensamos entonces “bueno, por lo menos, nuestro caminar no ha sido en vano” y deleitamos la vista varios minutos con el espectáculo artístico que se nos brindaba con su terrible y chillona felicidad infantil.
Después de un gélido rato viendo las destrezas de los niños encima de sus patines, decidimos regresar a nuestro apartamento resignados por no poder encontrar el mercadillo, pero contentos por haber disfrutado de aquellos momentos. Estábamos atravesando un caminito nevado con la única luz que brinda un manto estrellado y alguna que otra casita dispersa enmarcada en unos esbeltos abetos; cuando de pronto, al girar en una esquina del camino, descubrimos un campo cubierto de nieve con una senda esculpida por la voluntad humana, que lo atravesaba de manera zigzagueante, flanqueado todo él de antorchas (cual faro en medio de la tormenta) indicando el camino a seguir, inequívocamente hacia el interior el bosque, tal y como incesantemente nos indicaron los lugareños.
Raudos decidimos tomarlo y tras un pequeño paseo, allí nos estaba esperando el Mercadillo de Navidad en todo su esplendor.
No es el más grande (de hecho es muy pequeño), ni el más concurrido que hemos conocido, es hasta la fecha el más pintoresco, el más evocador y el único en el que los visitantes eran lugareños, algunos pocos turistas de la zona y el que más carácter y romanticismo tiene.
El mercadillo posee varios superlativos, desde el más genuino y auténtico de todos los que conozco, hasta el más completo: por tener, tiene hasta sus propios ángeles y demonios traviesillos que incasablemente tiraban bolas de nieve a sus compañeros, mientras su pícara mirada se dirigía hacia otro lado.
La música del grupo regional de cantores del pueblo acompañaba con villancicos tiroleses el vino caliente que daba vida a nuestras heladas manos, y las pequeñas hogueras entre los árboles distribuían un poco de calor a los visitantes.
En una de las cabañitas los niños aprenden a decorar galletas navideñas y el olor a dulces ambienta las proximidades del horno. Los puestos de decoraciones navideñas están surtidos de artesanía de la zona.
Todas las cabañas de madera se iluminan con las pequeñas guirnaldas de lucecitas blancas lo que añade un precioso toque mágico a la estampa.
Las recientes nevadas han cubierto de blanco el suelo y las mantas sobre los bancos invitan a comer alguno de los postres y comidas típicas que venden los habitantes del pueblo.
Llegados a este punto, después de asimilar tal concentración de belleza (en un espacio tan reducido) y calidez (a pesar del frio helador) reaccioné y exclamé, ¡tengo que regresar al apartamento por la cámara!
Deshice rápidamente el camino espoleado por el calor de las antorchas que me dirigieron hacia el otro gran descubrimiento que efectué en Mayrhofen ese día: el “ICE-BAR” donde la armonía y tranquilidad brillaban por su ausencia y el calor y belleza etérea del mercadillo eran reemplazados por el calor y la belleza de las pasiones humanas más terrenales. De este momento existe su correspondiente capítulo de foto-video, que de momento dudo pueda ser publicado en Nevasport.
Adjunto el link por si algún forero se anima a visitarlo este año.