En el volcán más alto de Asia: Damavand
Estos argumentos son lo suficientemente convincentes para que un montañero que desee subir las más importantes cumbres del mundo decida acometer tan interesante ascensión.
Al entrar en Teherán por su aeropuerto internacional, lo primero que llama la atención en el puesto de control de pasaportes es lo exigua que es la cola de viajeros extranjeros. Si es una mujer quien comprueba los documentos resulta chocante que la prenda de la cabeza del uniforme policial sea un hijab.
Nada mas pasar el control un gran cartel indica algo así como “La mujer debe ser pura, y demostrarlo con su actitud y su vestimenta”. Si alguna extranjera no ha sido capaz de captar el mensaje, y no adecúa su vestuario al que corresponde, seguramente se le acercará un policía para indicarle que actúe en consecuencia, dando instrucciones de cómo colocarse el pañuelo en la cabeza. En la calle y en los lugares públicos es obligatorio para las mujeres cubrirse parcialmente la cabeza, bajo multa, pero normalmente en caso de despiste lo más que suele hacer la policía es un apercibimiento. En el ámbito privado, albergues y refugios, es normal que el velo caiga por los hombros, o vaya a parar a la mochila. Tras la prohibición de su uso por el Sha de Persia, el régimen actual lo impuso, pero hoy en día mas que una obligación es una costumbre.
Teheran es una gran ciudad que alberga más de 8 millones de habitantes, y se encuentra a los pies de la cadena montañosa Alborz, justo en su falda al sur. Una de sus cimas más asequibles, el Monte Tochal (3.970 m) es un lugar óptimo para iniciar la aclimatación. En sus laderas se encuentra una de las estaciones de esquí más altas del mundo.
Desde su mismo casco urbano (cuya altitud en su extremo norte es de unos 1.600 m) se puede acceder a un sencillo remonte que nos eleva hasta los 1.840 m.
Iniciamos la subida al Sirpala hut (2.645 m) por una agradable pista preparada con varios bares y restaurantes, y accesos al arroyo que fluye paralelo, donde es posible bañarse en alguna de sus pozas. Poco a poco el camino se va estrechando, la pendiente se va acentuando, los bares van escaseando, hasta que el camino se transforma en un roquedo que requiere una entretenida trepada auxiliada por cables de seguridad y algunos escalones tallados en las rocas.
El refugio es amplio y acogedor, las vistas de Teheran son fabulosas. En los refugios de Irán no sirven comidas, por lo que cada expedicionario o agencia debe llevar sus provisiones.
El día siguiente tempranito partimos hacia el Tochal, vamos ascendiendo Orum-Orum (cuyo significado es el mismo que el Pole-Pole swahili, o el Bistare-Bistare nepalí), pues como dicen en Italia, “qui va piano va lontano”.
A media mañana hemos alcanzado la cumbre, donde hay un refugio sin guarda, y después de las consiguientes fotos y bocatas regresamos a la ciudad.
A continuación nos desplazamos a Polour, al pie del Damavand donde se encuentra un amplio y acogedor albergue de la Federación de Montaña de Irán. Ahí ya vamos conociendo a gente que sube o baja de la montaña. Uno de ellos es un alemán que nos contó que era la segunda vez que subía; el año anterior había venido en primavera para hacer esquí de montaña, y nos relató que hizo una de las mejores bajadas esquiando, desde la cumbre hasta la cota donde se acababa la nieve, un descenso continuo de mas de 3.000 metros.
Iniciamos la ascensión, la primera etapa hasta el refugio Bargah-e-Sevom que se encuentra a 4.240 m desde el aparcamiento a 3.000 m, donde hay una mezquita. Hicimos dos noches en el refugio para asegurar una buena aclimatación.
El día de la cumbre partimos a 0500, con una temperatura próxima a cero grados, que no bajaría a lo largo del día. Cada hora íbamos haciendo un descanso, que al principio significaba unos intervalos en la ascensión de 300 m, posteriormente 250 m, y los últimos tramos eran de 200 m o menos.
En verano la nieve escasea, y no es necesario el uso de crampones.
Cerca de la cumbre la pendiente se va suavizando, pero el semi llano final es lo mas duro, pues el terreno está plagado de fumarolas, extendidas por casi todos los rincones, coloreando el suelo del típico color amarillento del azufre, cuyos gases sulfurosos era imposible evitar, que además de reducir la cantidad de oxígeno dando lugar a una cierta sensación de asfixia, producían un fuerte picor en la garganta. Aunque había varios senderos alternativos, ninguno estaba libre de los gases. Lo más curioso era el sonido que hacía el humo al salir entre las rocas y la tierra, un fuerte silbido que sonaba algo así como “fsssssss”. También se notaba un fuerte aumento de la temperatura, pues por todas las partes el terreno estaba muy caliente, sobre todo en las zonas de salida de los gases, que era imposible tocar sin quemarse.
Para alcanzar la cima hay que escalar una gran roca, donde caben pocas personas, y los GPS nos marcaban 5.626 m, a diferencia de los datos más extendidos que refieren una altitud de 9.610 m y algunas fuentes 5.670 m. Entre la las rocas de la cumbre había restos de animales que habían muerto posiblemente asfixiados; se apreciaban claramente los de una cabra bastante recientes, y alguno menciona que vio los de un lobo.
Una vez celebrado el logro de haber alcanzado el techo del país, y de todo el oriente medio (y casi se podría incluir a Europa, pues su cumbre, el Elbrus lo supera por unos escasos 20 metros) iniciamos el largo descenso. Tras un par de horas de descanso en el refugio para reponer energía, y para algunos echar una cabezada, bajamos al albergue de Polour, donde hacemos una gran cena de despedida con salmón fresco que curiosamente hay en una cetárea del pequeño pueblo.
Y para completar la estancia en la zona, el día siguiente tomamos unos baños en las aguas termales que surgen en las faldas del Damavand a más de 50º.
Cabe destacar la amabilidad, hospitalidad y simpatía de la mayoría de las personas que hemos conocido a lo largo de nuestra estancia en Irán. Se nota que les agrada la presencia de extranjeros en su país, y les gusta charlar e incluso tener un recuerdo fotográfico con los forasteros.
Como conclusión, un viaje muy recomendable que se puede ampliar visitando las ruinas y ciudades históricas más importantes del país. Y queda el gusanillo para volver en otra ocasión, en primavera para repetir las ascensiones con esquís de montaña.