El navío estaba comandado por el Capitán Achab, un hombre de fría mirada y bruscos modales.
Una vez realizados los preparativos, soltamos las amarras y nos adentramos en el mar. El personal era numeroso pero, a medida que los días iban transcurriendo, comencé a conocer un poco más a mis compañeros tripulantes.
Este marinero, originario de los Mares del Sur, de nombre impronunciable para mí, con su concubina de la que no se separaba jamás, iban vestidos de una forma para nada apropiada para el clima que se nos presentaba.
Otro de los tripulantes, cuyo nombre no se me permite revelar, sufría de una horrible enfermedad que le hacía aparecer cuadrados en toda la cara.
Pero, sin dudas, el personaje más enigmático de toda la tripulación era el Capitán Achab. Cierto día, mientras todos realizábamos nuestras tareas habituales, avistamos otro navío y comenzamos a conversar con los miembros de la otra tripulación.
Fue en ese momento que noté que Achab estaba particularmente obsesionado con una única cosa: Moby-Dick.
Rara vez se dejaba ver con el resto de los hombres. Y, cuando no estaba en cubierta, solía sentarse a contemplar el horizonte, seguramente soñando con el momento en que daría caza a la bestia.
Luego de varios días de navegación, observamos señales inequívocas de estar cerca de nuestro objetivo. Tuvimos que emplearnos al máximo para avanzar contra las inclemencias del tiempo.
Hubo momentos muy duros durante algunas de nuestras misiones, cuando incluso nuestro equipo comenzó a parecer innecesario!
Pero no era sólo mi opinión. Al parecer, el resto de la tripulación estaba también preocupada. Sin embargo, todos seguíamos, como hipnotizados, al Capitán.
La cartografía nos guiaba por aquellos desolados mares
La obsesión de Achab se había vuelto un problema para el resto de los hombres. Su desmedido interés por capturar a Moby-Dick nos arrastraba a todos a un frenesí de exploración, dejando muchas veces de lado nuestra propia seguridad.
En ocasiones nos encontrábamos con habitantes de aquellas latitudes alejadas de la mano de Dios, y con las bestias que les servían de mascotas.
Pero al Capitán estos contactos poco le importaban ya que no le servían para lo que él buscaba. Y continuaba su búsqueda!
El mes de mayo ya empezaba a acabar, lo que significaba que nuestras probabilidades de dar caza a Moby-Dick se reducían con las horas. Achab no cejaba en su particular faena y comenzó a realizar búsquedas nocturnas, algo a lo que todos nos negamos rotundamente, máxime teniendo en cuenta que la visibildad a esas horas no era precisamente la ideal.
Cuando el sol estuvo lo suficientemente alto como para permitirnos ver lo que nos rodeaba, noté que Achab permanecía inmóvil en el puente de mando, con la vista fija en el horizonte.
Al amanecer del día siguiente, el vigía dió la voz de alarma. El momento había llegado. Todos echamos mano de nuestro equipamiento para comenzar lo que sería una larga jornada.
Las horas se sucedían y seguíamos con rumbo firme.
Las ocasionales paradas eran un momento de diversión para toda la tripulación. Para todos, menos para Achab, que mantenía su mente alejada de lo que le rodeaba.
El Capitán, al que ya se veía abrumado por la proximidad de la presa, consultaba más a menudo de lo normal sus instrumentos.
Sucedió todo muy deprisa. El encuentro con el tan deseado ente no fue más que un blanco resplandor ante mis ojos.
Con mi equipo intenté asirme sin lograrlo.
Moby-Dick resultó ser una bestia feroz.
El horizonte comenzó a cambiar...
Y el blanco se transformó en todo tipo de colores.
Desesperado, mi único pensamiento fue huir de allí.
Otros marineros me llevaban la delantera.
El blanco dejó paso cada vez más al verde.
Hasta que llegué a la seguridad de tierra firme.
No he vuelto a ver al Capitán Achab desde ese día, supongo que seguirá luchando con Moby-Dick en helados mares desconocidos.
Lo único que se es que haberle conocido, al igual que haber conocido a toda la tripulación, ha sido una de las más enriquecedoras experiencias de mi vida y ha cubierto con creces las expectativas de aventura que tenía al comenzar el viaje.
¿Qué queda por hacer ahora? La tripulación ha dejado el barco, y yo estoy pensando en hacer lo mismo. Aunque un marinero no puede estar mucho tiempo alejado de la mar por lo que estoy seguro que, en poco tiempo, me alistaré a una nueva tripulación y comenzaré una nueva aventura.
Podeis llamarme Pablo. Un tiempo atrás, el 28 de abril de 2013 para ser más preciso, decidí unirme a la tripulación del Pequod, y con ellos hacerme a la aventura.
17 Comentarios Escribe tu comentario
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Fecha comentario:
28/05/2013 13:53En los mares australes ya se ha visto a la bestia blanca -
#2 Ya era hora
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Fecha comentario:
28/05/2013 14:20Moby - Dick Freeeeeeeee!!!!
Que las aventuras continuen! -
Muy original, juas
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#4 Ten por seguro que las aventuras van a continuar
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#5 Gracias!
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Fecha comentario:
28/05/2013 19:20¡¡¡¡¡Viva la originalidad!!!!. Curiosa -e interesante-, forma de presentar este muy buen reportaje -
Fecha comentario:
28/05/2013 19:39¡Así da gusto leer! -
Parece que ha vuelto por el los Montes.
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Eres muy bueno, tío. En serio, una forma casi perfecta de presentar un reportaje. Muy bien.
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#14 Muchas gracias!
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Fecha comentario:
04/06/2013 18:11JXXX, con reportajes asi , si que dan ganas de volver a sacar los skis y echarse al monte....
y no la operacion retorno-fiasco de Porte-..
PD: cuando estas viendo el movil con la mano en la cara ¿ es alguna tecnica par poder ver la pantalla ?
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#16 gracias!
Lo de la mano en la cara es una iusion optica, Achab lo que esta haciendo es sombra sobre la pantalla
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