Pese a la poca promoción que se dio al evento, que hizo que sólo los asiduos asistiéramos a la fiesta, la verdad es que la jornada estuvo francamente entretenida. De hecho, sólo con ver el trajín de las bicis ya había de sobras para no aburrirse. Aunque ese deporte no vaya contigo, da gusto verles.
El primer acto oficial de las celebraciones fue la entrega de premios a las personas que en los meses previos subieron
Cuando acabó el acto, varias paelleras enormes esperaban dispuestas a alimentar a todos los presentes. Una cola ordenada, un platazo hasta los topes y hala, a ponerse ciegos. Desde luego, las raciones de la sierra no tienen nada que ver con el resto del planeta. Dimos buena cuenta de los víveres y alguno hasta aportó botellas de sidra y repartió culines a los amigos.
Como véis, a la paella no le faltaba de ná!! Por la tarde, no hubo más remedio que bajar la comida con un paseo. Eso sí, sacrificios los mínimos. Tres foreros (Kickass, el Barón Ashler y yo) subimos en el telesilla, gratis con motivo de los fastos, admirando durante el recorrido los paisajes y las bajadas de las bicis…
…y descendimos hasta la base de la estación a patita por la pista del Retorno, entreteniéndonos en fotografiar las vistas, las instalaciones invernales, la flora y la fauna.
No fuimos los únicos en animarnos a subir. El Gran Plató se convirtió por la tarde en punto de reunión de la concurrencia. Eso sí, los que bajaban a pie se contaron con los dedos de una mano. Y entre tanta subida y bajada vespertina, rápidamente aparecieron las atracciones. Camas elásticas, un castillo hinchable y un futbolín humano que causó sensación. El director de la estación no pudo resistirse a probarlo.
Mientras la orquesta Los Brandys preparaba el escenario y comenzaba las pruebas de sonido, la temperatura empezó a caer en picado, así que poco a poco fuimos poniendo pies en polvorosa para ir a cenar y coger ropa de abrigo. Volvimos enfundados en forros polares justo a tiempo para el comienzo del baile.
Cantamos y bailamos al relente bajo las estrellas hasta la medianoche. No podía haber sido un día más completo. La Pinilla, ¡por muchos años más!
PD.- ¡Yo quiero que el Caragüevo me dé clases de esquí!!!