A los cuatro años exactos de su primer oro en los Juegos de Invierno de 2002, Muehlegg, el héroe proscrito, Juanito de las nieves, sigue ganando carreras. Impresiona la profundidad de su huella cuando marca la pisada en la nieve. No es un niño perdido. Quizá es un nibelungo sin anillo y sin medallas. Tiene manazas como mandos: el control de potencia de un bulldozer humano, 186 centímetros, 35 años.
"Brrr... mucho frrío si pongo manos aquí", se queja cuando Helios de la Rubia le sugiere que ponga las manos en los carámbanos helados de Oberammergau, a diez bajo cero. Murmura Juanito. Pero se ríe. Y se entrega. Posa.
"Me entreno muy poco para esquiar, hago mucha bicicleta de montaña. Compito de vez en cuando. Poco. No volveré a la alta competición, es todo política. Un día, en España, por una carretera de Huelva, me piqué con mi bici con un ciclista profesional que se entrenaba. Era Mancebo. Ahí fuimos, juntos. Se sorprendió y se alegró mucho al verme. ¿Mis medallas de 2002? Nooo, no sé donde están". Atascos acorazados en las carreteras a la nieve: medio Múnich sale a esquiar el fin de semana. La otra mitad curiosea el Allianz Arena para saludar al Bayern y a Ballack.
Las medallas.
Johann, que tras los Juegos de 2002 aún conservaba dos medallas de oro (30 kms. y 10 kms. Pursuit), se vio obligado a devolverlas cuando el Tribunal de Arbitraje de Lausana (TAS) confirmó su suspensión de dos años por uso de darbepoetin-alfa (AraNesp), una sustancia "análoga" a la EPO. Esa analogía fue la perdición del Juanito que había emocionado a España. Recuerda Muehlegg...
"Las medallas se las di a mi abogado, Marcos de Robles, y supongo que él las entregó al Consejo Superior de Deportes o al Comité Olímpico Español. Cumplí la suspensión en 2004. Hablamos un poco, pero decidí que lo mejor era dejarlo. Yo era un pobre deportista al que nadie quiso ayudar. Es todo política. La alta competición es historia pasada para mí. Esto es política, y España no es un país fuerte en esquí alpino o esquí de fondo".
Cuando avanza haciendo la espina por las bañeras de Oberammergau, Johann Muehlegg es una máquina quitanieves. En 50 kilómetros cross-country, Johann aplana las bañeras con marcas de podio olímpico. Johann-Juanito sigue siendo español, con chalé en Huelva y predilección por la Semana Santa de Sevilla ("es algo muy personal"). Y es alemán, de Markobertdorf. Un alemán nunca pierde su nacionalidad.
De Robles intentó que el Tribunal de Arbitraje aceptara que las pruebas del positivo de Muehlegg en 2002 no tenían "validez científica. Nooo, no fue positivo, todo fue política". Eso le sale a Johann Muehlegg de lo hondo de su alma rubia: "Si os fijáis, las cosas cambiaron mucho después de lo mío. Los alemanes y los ingleses dejaron de aceptar algunas cosas. Samaranch se hizo mayor. Madrid no ganó para 2012. Ahora, veo que el Comité Olímpico Internacional teme por lo que pase en Italia. ¿No da la impresión de que temen que haya muchos dopados...?".
Rienda.
En la cantina de Oberammergau, Muehlegg almuerza con AS y con Bernd, Pierre y Günter, sus colegas de Kneissl. Pregunto: . Responde: "No lo sé". Risas. Él pregunta por Paquito Fernández Ochoa y por el Real Madrid. María José Rienda hace historia ahí cerca, en Ofterschwang. Apunta Johann: "Podéis ir allí. Váis a Kempten, luego Oberstdorf"... pero la hora triunfal de Rienda nos ha sobrepasado. Vienen los días de Turín. Y Muehlegg...
"Veré muy poco de los Juegos. No estoy más en ese ambiente. Rienda sí puede ganar, porque está bien justo ahora, cuando hay que estar. Veo más organización en el equipo español. Van con más control, con abogados: a mí me dejaron solo. El Rey Juan Carlos me llamaba personalmente. Con el presidente Aznar aún hablé tras ganar la tercera medalla, el mismo sábado". En la nieve aún se dibuja la huella poderosa de Johan Muehlegg. En su nieve, Juanito es feliz, feliz.
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