Esquí y alpinismo
Oriol Duixans, el seleccionador, habla del esquí de montaña como "el más genuino, la forma más fácil de moverse por la montaña". ¿Podríamos hablar de esta modalidad como una combinación del esquí alpino y el de fondo? Duixans ríe y matiza: "Pero con particularidades".
Sir Arnold Lunn, un pionero e impulsor, sintetizó su génesis como "el fruto de dos grandes deportes: el alpinismo y el esquí". Precisamente esta frase contextualiza la paradoja que vive este deporte, presente en los primeros Juegos de la nieve (Chamonix, 1924), pero que no depende de las federaciones de deportes de invierno, de consideración olímpicas, sino de las de montañismo y escalada.
"La evolución de la competición ha creado un nuevo camino", apunta Duixans. Y añade: "Si fuéramos olímpicos, todo el esquí español cobraría otra dimensión". En Vancouver, durante su sesión 122, el COI reconoció el carácter olímpico de la escalada. El futuro invita al optimismo.
Particularidades de esta modalidad
En el esquí de montaña se compite en un circuito que suele presentar desniveles entre los 1.500 y los 2.000 metros. Los participantes, además de llevar un casco especial, una mochila y un ARVA (localizador, en caso de avalanchas), llevan esquís más ligeros, con fijaciones que permiten liberar el talón. Para los tramos de fuertes subidas se colocan en los esquís adherentes (pieles de foca).