La realidad es que desde aquella victoria se ha buscado sin descanso en Estados Unidos una estrella del esquí. Todos señalaban a un joven llamado Samuel Bode Miller, de New Hampshire. Lo hicieron ya cuando ganó su primera carrera, en diciembre de 2001 en Val d’Isère, y su primera Copa del Mundo, cuatro años después. Miller era el primer esquiador norteamericano que lo conseguía en 22 años, desde los tiempos de Phil Mahre y Tamara Mckiney. Además, cuando logró una sorprendente victoria en el supergigante del 28 de noviembre de 2004 en Lake Louise, delante del mismísimo Herman Maier, se convertía en el quinto esquiador de la historia en ganar en todas las disciplinas del esquí alpino.
El peso de la fama
En aquel momento, se dieron cuenta. Sí, Bode era el elegido, el esquiador más completo desde Marc Girardelli. La gloria y los patrocinadores le abrirían pronto su puerta. Sin embrago, Bode se rebeló. Pasó de herencias y declaró la guerra al mundo, agobiado “por el peso y las exigencias de la fama”. Fueron dos años de despropósitos. Miller, harto de controles, pidió “la liberalización de la EPO porque es humillante que vengan, te obliguen a bajarte los pantalones hasta las rodillas y te hagan mear en un vaso”.
Acusaciones y amenazas
Acusó a Richard Pound, presidente de la Agencia Mundial Antidopaje, “de tomar drogas igual que los demás”. Amenazó con la creación de un campeonato paralelo y con su retirada del circuito: “No quiero saber nada de estos señores, ni de la manera en que llevan este negocio”. Reconoció en la CBS que había corrido borracho “porque en el reglamento de las carreras no se contempla ningún nivel máximo de alcohol en la sangre”. En los Juegos Olímpicos de Turín, se dedicó a vivir la noche.
Los patrocinadores le abandonaron y la retirada prematura sonó mucho. En mayo de 2007, el director de la Federación Norteamericana, Jesse Hunt, anunció la ruptura con el equipo: “Bode ha decidido no acudir más con el equipo y competir de forma independiente”. Miller dio la cara y dijo que “es difícil, pero voy a continuar esquiando bajo la bandera americana. Estaré orgulloso de ello”.
Ninguna reglamentación impedía a Miller ir por su cuenta, si bien habrá que ver en los Mundiales del año que viene de Val d’Isère cómo queda el asunto. Con la independencia, ha llegado la gloria. En el día de su 30 cumpleaños, parecía otro. “Espero superar la marca de Mahre. Llevo cinco, diez años, esquiando contra el récord. Creo que aún puedo ganar alguna carrera”.
Y lo ha hecho. Ha ganado los dos últimos descensos: el del Stelvio y la bajada de la Lauberhorn de Wengen, de cuatro kilómetros y medio, con la que ha igualado la marca de Mahre. Miller puede atacar este fin de semana la primera plaza de la clasificación general de la Copa del Mundo masculina de esquí alpino. Ya ganó la Hahnenkamm (combinada descenso eslalon) en 2004; ahora puede hacer historia de nuevo. Con la independencia, el mejor Miller está de vuelta.
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