Comenzando en suelo suizo a 3.720 metros de altitud, cerca de Zermatt, y terminando a 2.840 metros en territorio italiano, por encima de Cervinia , iba a ser no sólo el primer Descenso de la Copa del Mundo de esquí alpino verdaderamente internacional, sino también el más alto de la historia.
Todo sobre glaciares a los pies del Cervino, una de las montañas más emblemáticas y con un paisaje espectacular. Pero, en tiempos de fuerte sensibilización por el clima, esta carrera ha acabado en una auténtica tormenta mediática antes, y quizá más que nunca. El año pasado había cuatro Descensos en el calendario: dos para hombres y dos para mujeres, un estreno muy esperado y fuertemente deseado por el empresario anglo-sueco Johan Eliasch, presidente de la FIS. Pero la nieve era insuficiente incluso a esas altitudes. Así que se produjo un aplazamiento para esta temporada, retrasando la celebración de las cuatro carreras un par de semanas en el calendario.
Pero hasta ahora sólo se ha podido hacer, el miércoles, la primera de las tres carreras masculinas programadas para el próximo fin de semana.
Este año la nieve está ahí, pero por encima de los tres mil metros el tiempo es una lotería por los cambios muy rápidos de la meteorología. La bajada de entrenamiento de este jueves se adelantó media hora y la salida se acortó a la altura de la prueba femenina por el fuerte viento en la parte alta de la pista, pero a las 11h el entrenamiento fue cancelado definitivamente por la llegada de una tormenta de nieve.
Lo que ocurrirá el próximo fin de semana nadie lo sabe con certeza, ya que las previsiones meteorológicas no parecen ser ideales, aunque hay una ventana favorable para el sábado. Si todo se tuerce, la Open Speed de Zermatt-Cervia se pospondrá y se organizará el fin de semana siguiente al de las mujeres que se esperan para los días 18 y 19 de noviembre.
Pero, junto a los ecologistas que han mostrado sus quejas tras ver las imágenes de excavadoras en el glaciar, en el propio 'circo blanco' también se preguntan si sigue teniendo sentido en estos tiempos hacer carreras con tanta antelación al invierno real. Y si tiene sentido hacerlas sobre glaciares, delicados ecosistemas tomados como símbolo de la crisis climática por su progresivo y rápido deshielo.
La campeona estadounidense Mikaela Shiffrin, la mejor esquiadora de todos los tiempos con sus 88 victorias en la Copa del Mundo de esquí alpino, lleva tiempo diciendo estar en contra de las carreras de otoño, aunque luego es la primera que se presenta a la salida. Y con ella, muchos otros campeones también se han mostrado muy sensibles a estas cuestiones... pero también van.
El único que ha mostrado un rechazo activo es el campeón del mundo en 2021, el francés Alexis Pinturault. Ha decidido no participar en la etapa Zermatt-Cervinia, mientras que el otro gran ex campeón, el austriaco Benjamin Reich, se preguntaba polémicamente si sin carreras de esquí los glaciares dejarían de derretirse, dado que el calentamiento global está en el origen de ello, y no la competición.
Por supuesto, todo el mundo tiene que poner de su parte para, al menos, echar una mano en la reducción del impacto medioambiental; los partidarios del voto afirmativo señalan que detrás del esquí hay industrias, empresas y puestos de trabajo relacionados, que a su vez reclaman intereses y derechos.
En definitiva (incluso en lo que respecta al mundo del esquí), encontrar un equilibrio entre lo que se debe hacer y lo que realmente se puede hacer no será fácil. Por ahora, la solución en la que piensa la FIS es concentrar las competiciones en los verdaderos meses de invierno, reduciéndolas también en número, con el consiguiente descontento de las estaciones turísticas que podrían verse penalizadas.
No obstante, lo que es seguro es que que si el próximo fin de semana se cancelan las dos carreras debido al mal tiempo, se va a liar gorda, y la polémica será aún mayor.
La saida del Open Speed de Zermatt montada ayer mediante una carpa inflable