Pero en mitad de esta crisis, el Ayuntamiento ha decidido privatizarlas porque afirma que no puede sostener el gasto de estas dos instalaciones. De su mantenimiento se enccarga el Departamento de Parques, Jardines y, Atracciones, que espera que con su venta pueda ahorrarse este año 179.000 Dólares canadienses, y 536.000 el año que viene.
Pero los clientes y aficionados que acuden a estas pistas no están de acuerdo en la privatización, porque están seguro que eso significará el final de los forfaits gratis para la gente con menos recursos económicos, y la subida de los precios. Además los sindicatos afirman que se eliminarían tres puestos de trabajo fijos, y 10 temporales.
La decisión tardará todavía unas semanas en resolverse, pero lo que los habitantes de Toronto coinciden es que es una perfecta plataforma para crear nuevos aficionados al esquí y snowboard, que luego puedan ir a las estaciones más grandes, y que por tanto éstas deberían apoyar la actual situación.
Apenas quedan estaciones o instalaciones en mitad de grandes ciudades. Estados Unidos tiene un par en la Costa Oeste, y en Europa quedan varias en Moscú, una en Estocolmo y otra en Berlín prácticamente ya abandonada, situada sobre una montaña artificial construida con los restos de los edificios de la Segunda Guerra Mundial.