Enviado: 14-04-2006 01:21
Va por Vds. y con el máximo respeto a las creencias personales:
PICORES
Con dos cojones, pisha, pero que lo mío no son almorroides, sino prurito anal desde hace más de tres lustros. Si bien es cierto que estuve en tratamiento reiterado y duro durante el doble de tiempo de lo habitual y con la doble medicación de la habitual, y por ende con el doble de mosqueo del habitual. Y resultó, vive Dios, que no eran almorroides, sino una infección en la zona perianal de tipo vírico o bacteriológico. Resultando que a resultas de lo cual resultó ser que no dio resultado el tratamiento resuelto. Consecuentemente, y en resolución, tampoco era infección ni nada por el estilo. Huelga decir que mi desgracia prurital o pruriginosa, que viene a ser lo mesmo, e incluso equivalente, no se remediaba.
Ante ello, concluyeron los doctos hombres de sensia que bien podía ser una lesión fúngica. Tampuerco respondí a las curandas de la medicina oficial. Y pregunto yo: ¿Cómo diablos iba a responder si en absoluto eran hongos los causantes de mis desventuras y enfados continuos por aquello del amargo picor y en sitio tan señalado?
Mi economía iba en vertiginoso descenso por todo lo anteriormente expuesto, pues entre otras cosas, raía docena y media de calzoncillos por semana (en verano, las dos docenas eran superadas con creces). Había días, con sus noches en que la paz de mi espíritu se veía terriblemente dañada e interrumpida por las incesantes picoretás y rascabindas uñarácidas. A tal efecto, sólo me descortauñaba cada tres meses, pues eran las uñas el más preciado tesoro de la miña anatomía, por hacerme tan grande favor a la hora de calmar los efluvios mastuércico-enervadores en pleno ojodelculoanal. ¡Espantoso! Lo peor es que no tenía el consuelo de la oración, pues hasta ésta me fue retirada por las hordas desalentadoras de las corrientes del neobolchevismo negador de toda evidencia divina, lo cual, a mí, me afectaba grandemente, ya que el Todopoderozo, hasta me niega el saludo desde entonces. Con tal desesperación, recurrí a la llamada medicina alternativa, que no por alternativa dejaba de ser medicina, y no por ello iba a dejar de creer en la misma sin dejar de intentallo.
Dirigíme al monte, hocino en mano( muy bien afilado, por cierto) y recogí, con lágrimas en los ojos, las sumidades florales de los mejores ejemplares de salvia, mejorana, ruibarbo silvestre, belladona, ortiga gigante, ortiga enana, ortiga mediana y ortiga no me da la gana, junto con un poco de plantago nivalis y de nivalis plantago, por aquello del equilibrio emocional y tardelcuéndico. Con las mismas me preparé unos mejunges, jarabes, polvos y vinos curadores, los cuales, una vez, bien mezclados y en su debida proporción, a la temperatura adecuada, dispuse en el bidete. Lo removí con la escobilla del vater, que era lo que más a mano tenía, y tras echar un buen puñado de sal y una cucharada sopera de cal viva, y volver a remover de nuevo, aprovechando el momento en que un extraño gas salía de tan ecúmbrico cóctel, dispuse el culamen, con no poca confianza en todo este asunto.
Bien sumergido en tan, supuestamente, eficaz mezcolanza, no tardé más de dos segundos en pegar un bote que ni los canguros rojos australianos serían capaces de dar, tal fue la terrible quemazón y espantoso dolor que sentí en el conjunto total correspondiente a la parte sumergida, que no a la emergida, ya que ésta salvose en su totalidad, a excepción hecha, claro está, de las salpicaduras varias, que fueron a caer, para mayor desgracia y sufrimiento, en pleno huevamen y forro prepuciano-capullar o capullesco, que también vale. Ni que decir tiene que dí gracias a toda la retahíla de la Semana Santa que no fuese El Sumo Hacedor, ( bien he indicado anteriormente que el Señor de los Cielos, hasta hoy, ni se digna a presenciar mis actos de grande penitencia en pro de su grandeza, gloria y bienestar) por no estar operado de la famosis, que si no el salto hubiese sido mayor aún y en estos momentos no estaría relatando mis pesares dérmico-dermatológicos, sino que estaría más muerto que vivo al habeme, literalmente, incrustado en el techo del cuarto de baño, con el consiguiente descraneamiento y descerebramiento de mi cabeza ojosengafada, orejiencerada, mocoennarigada y malalientoembocada, y tal vez pococuerocabelludada (esto es discutible), que no es poco.
Calmóme el hielo picado que inmediatamente me coloqué, metido en una bolsa, sobre la zona afectada. Tendido, como estaba, sobre el suelo de la cocina a la que arrastrándome, conseguí llegar con el culo en pompa y en carne viva, de la cual, con toda seguridad, aunque no me atreví a mirar de cerca, echaba humo por aquello de la combustión de los cuerpos sólidos y semisólidos. Sentí inmenso alivio con tal remedio, pero me quedé sin el hielo para el gazpacho de esa noche. No me importó en absoluto, porque bien podría sustituirlo por una sopa de rabo de salamanquesa ( la misma a la que intenté dar muerte dejándome su apéndice como recuerdo) pues le lancé la parte superior de mi dentadura postiza mientras ésta se descojonaba de mis males parapetada en la pared de enfrente. Todavía lo recuerdo con auténtico pasmo, rabia y enojo desenfrenado. Me sirve de consuelo el sabor tan exquisito del caldo que me tomé en honor del vil y diminuto saurio. Ojalá se haya muerto ya o por lo menos no le haya crecido la cola, que con eso me conformaría.
Dos meses después, estaba totalmente recuperado y cicatrizadas mis quemaduras, aunque el mosqueo todavía pervive en mí en forma de úlcera bulboduodenointestinal, pero con dieta mediterránea y adecuada medicación, esto es muy llevadero.
¡Pero los picores siguen!,¡Y las rascabindas también! Lo he probado todo y nada es eficaz. Suplico que se me crea cuando en un momento de terrible agonía me bajé las calzas y arrastré el esfinter anal por un barbecho, tal como en algunas ocasiones he visto hacer, no sé por qué, a muchos perros. Sólo conseguí erosionar y despellejar la zona objeto de litigio. Loas y alabanzas al agua oxigenada y a la polibidona yodada, que durante otros dos largos meses, consiguieron reponerme.
¡Y de nuevo los picores y rascabindas! ¿Acaso no hay solución?, ¿Acaso el hombre es capaz de atravesar los mares y océanos y de llegar a La Luna pero no es capaz de hallar la calma al tormento de este, mi prurito, escozor, picazón y amargura esfintero-anal? Pregunto. ¿No hay ningún hombre o mujer de sensia y de grande sabiduría que logre dar con el remedio?.Yo y otros muchos como yo, que sufrimos en silencio, le estaríamos eternamente agradecidos, y su nombre sería grabado a fuego en la Historia de los Benefactores de la Humanidad. Personalmente encabezaría una captación de donativos y encargaría una estatua esculpida en mármol de Carrara, que sería colocada, sobre un alto pedestal, en el patio de la consulta de colonoproctología , o bien del Hospital Clínico San Cecilio o del Ruiz de Alda. Convencido estoy de que las generaciones venideras peregrinarían y honrarían con su presencia la memoria de tan gran hombre o mujer, y ello a la postre repercutiría en el alzamiento de la economía de esta tierra.
Confiándome a la notienedesperdiciosididad de la mente y buen hacer de las gentes que con afán y denuedo trabajan e investigan en este campo, deseo con arduo entusiasmo que ese remedio llegue cuanto antes.
Favor que espero, anhelo y aguardo.
P.D.: Mientras tanto los paños de agua tibia aplicados a modo de compresa, me calman más de lo que cabría suponer. ¡Pero los picores siguen! ¡Y las rascabindas también! Horroroso.
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