vista de la vivienda LA CASA DEL ACANTILADO Para un amante de la naturaleza No es común, como arquitecto, trabajar con un cliente como el que hemos tenido la fortuna de encontrarnos. Un oftalmólogo montañero que encuentra en un acantilado frente al mar el lugar para realizar la casa de sus sueños y replicar las sensaciones que tiene cuando sube a la montaña. Una casa como ésta es en realidad un compromiso con uno mismo; un compromiso de proveerse de un instrumento para alcanzar una vida plena y un proyecto con el que identificarse hasta conseguirlo. Nada que ver con un piso industrializado, ese producto homogéneo, como si todos fuéramos lo mismo, y como si diera igual el lugar donde uno vive ni cómo se lo provee. En cambio nuestro cliente hablaba de la emoción de estar frente al vacío que se extiende desde la pared de su ladera sobre el mar. Levantarse por la mañana y salir a la terraza para disfrutar de la soledad frente al vacío y contemplar los barcos y una granja marina que se sitúa en un lateral del panorama. Y por la noche, recogerse en su refugio junto al fuego. Y en verano, hacer grandes fiestas con amigos, salir a la terraza y hacer una barbacoa, y hacer grandes cenas y comidas con mucha gente. ¿ No es magnífico? Un gran reto para nosotros sus arquitectos, pero un reto arquitectónico verdadero. La arquitectura tiene ese potencial, mejorar la vida de la gente; vidas singulares, con pasados, gustos y deseos singulares, con aspiraciones individuales: supone un gran esfuerzo de interpretación y, sobre todo, mucho trabajo para llegar a un diseño global que aúne arquitectura. diseño interior, paisajismo y mobiliario para conseguir la atmósfera adecuada La adrenalina del alpinista que vuela sobre el vacío se convierte en la guía de diseño, pero a su vez hay un límite económico muy exigente y un enorme problema técnico a resolver. Es aquí donde los sueños se pueden truncar. Las obras en parcelas difíciles son técnicas y complejas y requieren de un equipo que sea capaz de entender y resolver adecuadamente la naturaleza del terreno. Este tipo de parcelas son desechadas de principio y por ello más baratas y, sin embargo, son las más salvajes y espectaculares, y aquellas que proporcionan un contacto más intenso con la naturaleza. De igual manera que es fundamental para un montañero su experiencia y el conocimiento práctico para adelantarse al comportamiento del lugar exacto donde coloca el piolet, para un arquitecto es fundamental llegar a adquirir un conocimiento preciso sobre el lugar donde asienta la obra. Lidiar con estos terrenos requiere una información geotécnica precisa que es difícil de alcanzar pero que es esencial para la viabilidad económica del proyecto. A su vez, hay muchas maneras de aprovechar los recursos naturales más inmediatos. En contextos aislados hay que agudizar el ingenio para proveer de los servicios que ofrece la ciudad: basuras, energía, tratamiento de residuos... todo ello requiere una cuidada consideración. Y hay dos tipos de estrategias generales: o volar por encima del terreno y tocarlo muy poco, o enterrar la casa y abrirse al vacío. No hay soluciones intermedias cuando los terrenos superan el 80 por ciento de pendiente. En esta caso optamos por la segunda opción ya que el acceso sólo se puede realizar por la parte inferior. Además parecía lo correcto: desaparecer en el paisaje, guardar como en un cofre un espacio interior grandioso y abrirse al vértigo del vacío. Además existe un contexto cultural en Granda del uso de viviendas-cueva muy confortables y con un valor de mercado cada vez mayor. Con esta disposición de partida es natural aprovechar los recursos a nuestra disposición: con una temperatura constante del subsuelo durante todo el año de 21 grados era consecuente aprovechar la energía del terreno para obtener, gratis, la temperatura de confort durante todo el año: no hace falta por tanto calefacción ni refrigeración. Al contrario de lo que se piensa, esta casa no debe tener aislamiento: lo que hay que intentar es estar en contacto con el terreno para que refrigere o calefacte el espacio. En un periodo de 100 años se amortiza el valor de la casa sólo con el ahorro energético que supone. Esa es la cifra de años que debe durar, como mínimo, una vivienda. Nuestro cliente se sorprendió con la forma que adquirió el proyecto fruto de estas decisiones; no parecía una casa. Y así es; la posibilidad de construir en terrenos con mucha pendiente anula la posibilidad de hacer casas que parecen casas: sería monstruoso levantar una casa con tejado a dos aguas sobre una plataforma elevada; enterrarla sería aún peor. A una nueva tecnología de cimentación que permite ocupar este tipo de terrenos se corresponde necesariamente una nueva forma; por cierto, mucho más adecuada, sostenible y excitante. Un avión puede entenderse como un edificio habitado por personas que leen, beben, comen, duermen, lo que se suele hacer en una vivienda. Sin embargo ha adquirido una forma adecuada a su particularidad, y precisamente por ello resaltamos la belleza de los aviones que consiguen perfeccionar su esencia. Si volvemos nuestra atención sobre nuestras pasiones veremos que son una buena guía para dirigir la manera en que podemos vivir. Pablo Gil Jaime Bartolomé info@gilbartolome.com