No sé vosotros, pero un servidor estaba harto de ir en manga corta. No hay como que baje el mercurio para que el orden se instale en nuestras vidas en forma de un vestir más cuidado, unos platos más elaborados -¿quién no prefiere una raclette a unos tomates aliñados?-, unas tertulias frente a un fuego y, cómo no, los preparativos para lo que tiene que ser una gran temporada de esquí.
Llevamos días inmersos en el otoño, pero a efectos prácticos, nada de nada. Pero hoy se ha producido el cambio en mi cabeza. He salido a la calle con un jersey y he notado esa agradable sensación de que el otoño se encontraba en plenitud. Lluvia y un frío que calaba hasta bien adentro.
Solo me ha faltado ver las imágenes que ofrecen algunas estaciones para confirmar todas estas sensaciones. De repente, esas neuronas que suelen hibernar de junio a septiembre y que llevaban más tiempo que de costumbre haciendo el gandul, han recibido el estímulo que esperaban.
Ya está, ha costado más de la cuenta pero, por fin, me encuentro con sensación de pretemporada de esquí. Y de repente, me acordado de todo eso que encargué a final de la temporada pasada y que, como si del día de Reyes se tratara, llegará dentro de poco. Y queda gestionar club, forfaits, licencias, probar todo lo que tenemos por casa,... Todo eso que va añadiendo emoción (y sí, también gasto, pero nos gusta tanto...) a los días previos a calzarnos los esquís. Porque una temporada de esquí como esta merece empezarla en las mejores condiciones. Y así lo haremos.
¿A vosotros os pasa? ¿O soy el único que, de repente, se activa? Bienvenido, por fin, otoño y buena pretemporada a todos. Yo ya empiezo a estar nervioso.