Hace tiempo, cuando llegaba esta época del año, el esquí y yo entrábamos en una relación tormentosa. Parecía increíble cómo después de llevarnos tan bien durante toda la temporada, llegaban momentos como estos, en los que pasaba unos buenos momentos y muchos malos. Sin duda, había mucho que aprender y comprender del esquí primaveral.
Y desde ya hace más de quince años, cuando volví a esquiar en Semana Santa, la primavera y el esquí se reconciliaron con mi persona para siempre, dándome descubrir uno de las grandes épocas para practicar nuestro deporte favorito.

Lo primero que asimilé es que hay que cambiar el chip. En mi caso, que se podria decir que me gusta esquiar más o menos deprisa, es como si en estos dias aparcara la Ducati Panigale para disfrutar del viaje a lomos de una Harley. Todo cambia, empezando por la nieve, que hay que saber en qué momento hay que esquiar cada zona de la estación. A medida que se va transformando, la fricción aumenta y la velocidad disminuye, pero el disfrute se mantiene. Y este año en particular, tras una temporada épica, el esquí primaveral está resultando delicioso. Estamos disfrutando un montón. Muchas estaciones están a punto de echar el cierreo y otras ya lo han hecho, pero algunos esquiadores con la etiqueta de galos seguiremos dando guerra, aguantando las bromas de los que todavía no se han caído del caballo y han descubierto lo que significa esquiar cuando en los valles se va en manga corta. Sólo nos queda resolver la pregunta de cada año: ¿hasta cuándo? La respuesta la tiene Masella, que podría aguantar perfectamente hasta el 1 de mayo. Estamos en sus manos.


Y si, aparcamos la Ducati, pero este sábado la volveremos a coger para la carrera del forfait de temporada :-) Nos juntaremos unos cuantos con ganas de pasarlo bien.