el largo invierno

Fue un año especial. Hasta tal punto que los almendros y cerezos en flor del valle, sufrieron una trasformación, trasportadas sus flores por el viento del sur desde las zonas de pre montaña hasta los altos valles, se convirtieron en copos, en copos de nieve en pleno junio, y los habitantes de las montañas, lejos de amedrentarse, levantaron la mirada y aprovecharon el extraño fenómeno para calzarse de nuevo los esquís y deslizarse por las laderas, las temperaturas bajas y los cielos plomizos no tumbaron sus perspectivas ni hundieron su moral, aprovecharon la nieve hasta que se fundió con el nuevo invierno.

Las jornadas eran duras, pero diferentes, nunca antes habían visto crecer los lirios y salir entre los hielos, nunca el ganado había pastado en las pocas mancha verdes que les proporcionaba alguna tarde extraña de sol.

El otoño fue un insólito oleo de colores raros, una mezcla de los ocres y los blancos, los árboles mecían asombrados por el nuevo viento de norte, que se fundió con su vecino sur y exploto en un oeste de nuevas precipitaciones blancas.

Ese año todo se volvió asombroso, las gentes se miraban sin creencias, los abuelos murmuraban de un posible final, en cambio los niños y jóvenes, apreciaban la situación y la disfrutaban cada minuto, sin pensar en las consecuencias, al fin y al cabo era justo divertirse en el caos.

Finalmente el cielo se abrió y dejo entrever, rayos de sol cada vez más intensos, los ríos volvieron a fluir y la normalidad se restableció, nadie nunca más comento los acontecimientos y la vida trascurrió con la parsimonia de siempre entre los habitantes de los altos valles.


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