La autoestima es la valoración positiva o negativa que tenemos de nosotros mismos, la cual se va formando a lo largo de nuestra vida. Se cimienta en la infancia, en donde nuestra crianza por parte de nuestros padres se basa en la confianza de éstos en nuestras capacidades, pero no todo debe reducirse a lo vivido en la infancia. Tanto los logros y los proyectos como las relaciones y la valoración social van construyendo el flujo continuo de la autoestima. Esta se forma en relación al contexto, es decir, aprendemos por medio de experiencias en el ambiente, por lo tanto, es susceptible de modificaciones.
La autoestima corresponde a cómo nos pensamos como esquiadores, cómo nos vemos y cómo reaccionamos frente a los desafíos. Es la manera en que nos estimamos y nos valoramos mediante opiniones, creencias, y emociones las cuales establecen un conjunto cognitivo-emocional que define la actitud hacia nosotros mismos. Este aspecto tiene importancia en nuestra esquiada porque el condicionamiento del despliegue de nuestras potencialidades depende de la valoración que nos hagamos de nosotros mismos. La propia creencia de lo que somos y valemos determina lo que sentimos. Nuestros pensamientos y sentimientos orientados hacia una misma dirección instituyen la creencia de lo que somos, por lo tanto, si controlamos nuestros pensamientos, podremos controlar nuestra actitud al esquiar.
Cada etapa de nuestro esquí aporta experiencias que se transforman en sensaciones generales de valoración y apreciación o, por el contrario, de descrédito y depreciación. Vamos construyendo nuestra autoestima como esquiadores desde los primeros mensajes, internos o externos, que recibimos durante la etapa inicial del aprendizaje. Existen mensajes que nos hacen sentir triunfadores y otros como fracasados.
La autoestima no es siempre constante dado que sufre fluctuaciones debidas al estado psicológico o emocional del momento y las circunstancias. Cuanto más estable sea, mejor nos sentiremos al afrontar las situaciones y más rápido nos repondremos de los fracasos. La vulnerabilidad de la autoestima puede darse también en cuanto somos competentes en otros deportes, pero no tanto en el esquí.
Autoestima alta y autoestima baja
Una autoestima saludable nos permite afrontar las dificultades, superar los fracasos, y desestimar la influencia de la opinión negativa de los demás, pero también consiente la aceptación de las propias limitaciones y de pedir ayuda.
Si somos víctimas de baja autoestima tendemos a la polarización de la autovalorización emitiendo juicios de perfección o de descrédito. Percibimos que cada experiencia es una prueba de nuestra propia valía, tendemos a ser sensibles a los fracasos y tardamos en recuperarnos de ellos. En cambio, si poseemos una alta autoestima nos sentimos orgullosos de nuestros éxitos, tolerantes con nuestros fracasos y nos recuperamos rápidamente de las experiencias negativas.
Los siguientes aspectos son característicos de una disminución en nuestra autoestima:
- Recurrimos al rechazo y a la propia insatisfacción.
- Adoptamos una autocrítica severa con nuestra manera de esquiar.
- Exhibimos hipersensibilidad a las críticas ajenas.
- Experimentamos un sentimiento de inferioridad y el miedo siempre presente a equivocarnos.
- Magnificamos nuestras debilidades y minimizamos nuestras capacidades.
- Al compararnos con los demás percibimos una autoimagen imperfecta.
Autoestima y locus de control
Sentirnos eficaces al esquiar genera la percepción de control sobre la conducta que adoptamos para interactuar con el entorno, lo que se traduce en una sensación placentera que refuerza nuestra autoestima. Esta se relaciona significativamente con el locus de control, es decir, nuestra creencia con respecto hacia dónde orientamos el control que ejercemos en nuestra esquiada. Si contamos con una autoestima alta, seremos propensos a atribuir nuestros éxitos a factores internos como la capacidad y el esfuerzo; y nuestros fracasos a la falta de esfuerzo. En cambio, si poseemos una autoestima baja tendemos a adjudicar nuestros éxitos a factores externos incontrolables como la casualidad, y nuestros fracasos a factores internos y estables como la falta de capacidad.
Los aspectos que fortalecen nuestra autoestima pueden ser, entre otros:
- Permitir sentirnos satisfechos con la propia manera de esquiar.
- Evitar prestar atención a lo que los demás dicen o dirán.
- Reconocer que nosotros mismos somos protagonistas de nuestra propia esquiada.
Para los que sufren de una baja autoestima, es recomendable reestructurarla modificando las propias creencias de la realidad. Somos los esquiadores que creemos ser y desde este lugar accionamos o reaccionamos a los desafíos de la esquiada. Somos artífices de nuestra realidad y la podemos cambiar, en primer lugar, modificando la valoración hacia nosotros mismos, o sea, practicando el amor propio. Nuestro Yo-esquiador nos acompañará hasta el día en que no esquiemos más, por eso, tenemos que ser más compasivos con nosotros mismos que con los demás.
Seguiremos con otro aspecto asociado a nuestra personalidad: la autocrítica
¡Hasta la próxima!
