Terminando la temporada pasada volví por mi pueblo. Desde la ventana de mi casa pude comprobar que la Sierra del Aramo, aun conservaba nieve, lo que me animó a visitar una cima que se ha convertido mítica en la historia del ciclismo reciente, el Angliru.
L´Angliru como se escribe en asturiano, es un puerto de montaña que se encuentra en el Centro del Principado, en el concejo de Riosa. Situado a unos 1.570 msm, escoltado por el Gamoniteiru, el Gamonal y el Barriscal, ha ganado en popularidad desde que en 1.999 fue final de etapa en la Vuelta a España.
La subida según versa el panel indicador del km 0, tiene una distancia de 12,5 kilómetros, repartidos en dos partes claramente diferenciadas. La primera nos lleva durante 6 km desde La Vega hasta el Área Recreativa de Viapará, siendo posible llegar a la misma a través de Santolaya y Busloñé.
Este Aréa se encuentra a unos 700 msm, donde nos encontramos con un falso llano siendo un sitio recomendable para dejar el coche. Desde este punto comienza la segunda parte de la subida, donde gana la fama este Coloso.
Desde Viapará comienza la parte más dura de la ascension como se puede ver en algún letrero
El día amanecía muy cubierto, pero la previsión de subida de temperaturas y lluvia en las próximas horas, me llevó a tomar la decisión de tratar de subir.
Pude poner los esquís a unos 900 metros sin riesgo para mis pieles, y afortunadamente ya no las tuve que quitar hasta la cima del Puerto.
Durante unos 5 km, nos vamos a encontrar con unas buenas pendientes, comenzando con la curva de les Cabanes y su 20 por ciento de Desnivel. Desde este punto hasta el final nos encontraremos con varias zonas, donde la pendiente no baja del 15%, cruzando zonas que ya se han hecho populares entre los aficionados al ciclismo, destacando la Cueña Les Cabres, con su 23,5%.
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A unos 2 km del final de la subida, nos encontramos con la rampa mas inclinada de la ascensión, llamada la Cueña Les Cabres.
Al llegar a la cima del puerto el cambio en la dirección de la carretera me hizo sentir la fuerza del viento, que me arrastraba en una zona llana con las pieles puestas. También la visión había disminuido de forma considerable por las ventisca que se había formado, lo que me impidió subir a alguno de los Picos de la zona que se encontraban bien cargados de nieve.
Rápidamente busqué un sitio donde refugiarme para preparar el descenso que durante 600 m, me iba a hacer disfrutar no solo de la nieve sino del paisaje que rodea este Olimpo del Ciclismo, que también puede ser coronado con nuestros esquís.