Rodada en Technicolor, el filme cuenta con un reparto y un equipo técnico de primer nivel, contando con el apoyo de la productora Ealing, responsable de los mejores títulos del cine británico de mediados del siglo XX. El grandísimo actor inglés John Mills, da vida a Robert Scott en un filme nominado a los premios BAFTA en la categoría de mejor película en 1948.
Scott Of The Antarctic se estrenó el 7 de diciembre de 1948, en los días en que el explorador todavía era considerado un héroe. Fue más de 20 años después, cuando la reputación de Scott se puso en tela de juicio en dos biografías, que lo describieron como un héroe más heroico que un héroe absoluto. El filme de Charles Frend película se rodó en un momento en el que su estado era casi icónico, mostrándonos a un líder fuerte, determinado y compasivo, pero no sin sus momentos de dudas. Un ejemplo lo encontramos cuando los trineos motorizados que Scott había traído consigo fallaron a mitad de camino en la expedición; en aquel momento no puede dejar de recordar que hace un tiempo le recomendaron utilizar perros tirando trineos para transportar los suministros.
La desafortunada expedición se presenta como un gran fracaso heroico, pues los expedicionarios logran alcanzar el Polo Sur, no obstante, la expedición de Noruega capitaneada por Roald Amundsen (el próximo mes de febrero se estrena su biografía en cines) llegó primero y fue durante el largo camino de regreso cuando los cinco miembros del equipo de Scott murieron por la combinación de frío, fatiga e inanición.
Tal y como sucede en la mayoría de películas dramáticas basadas en hechos reales, el público ya conoce el final, por lo que no hay necesidad de crear una excesiva tensión o anticipación de lo que va a suceder. En la película protagonizada por John Mills, se realiza un interesante estudio de los valores y la camaradería que puede llegar a mostrar el ser humano en situaciones extremas y, como tal, la simple franqueza de su estilo documental funciona a la perfección a nivel visual.
La película está dividida en capítulos, cada uno con su propio título, una fórmula que ayuda a avanzar la historia. Mas allá de buscar la autenticidad en la narración, antes de iniciar el rodaje se recuperaron textos escritos y objetos reales del último campamento de la expedición, por tal motivo, cuando escuchamos a Scott (John Mills) expresar sus pensamientos al escribirlos en su diario, estamos escuchando realmente sus palabras. La fotografía principal de la película y la forma de superar de todos los desafíos técnicos que la acompañaron fueron obra del legendario director de fotografía Jack Cardiff, que ya había ganado un Oscar por Narciso Negro (1947).
Cardiff era muy consciente que filmar en la Antártida era un desafío económicamente (y a nivel de logística) insalvable, por lo que recopiló imágenes de archivo de la Antártida, envió a un cámara/ayudante a filmar a Suiza y Noruega y filmó el resto de metraje en un estudio en Reino Unido. La combinación de imágenes resulta un tanto peculiar, obviando detalles a nivel de temperatura, pues nunca se vislumbra el aliento de nadie, ni siquiera con ese frío mordaz. No obstante, el rodaje sigue siendo encomiable a nivel técnico y artístico, obligando a los actores a esforzarse a la hora de interpretar personajes al borde de la extenuación en el Polo Sur.
En el reparto encontramos rostros británicos muy familiares como pueden ser John Mills, que interpreta a un convincente Scott, James Robertson Justice, casi irreconocible sin su habitual barba, Kenneth More y un joven Christopher Lee, que empezaba a despuntar en la industria del cine. Recuperar un filme tan interesante restaurado en alta definición siempre se agradece, siendo un buen ejemplo de cómo los ingleses rodaban cine de montaña tras la Segunda Guerra Mundial y el hundimiento de la UFA alemana.
Víctor Riverola i Morera