El lector de prensa extranjera se da cuenta de que en los últimos días se ha hablado mucho y muy extensamente de los nuevos modelos turísticos en aquellos países que disfrutan de un mercado consolidado.
Los informes se presentan pocos días antes del comienzo de la campaña de verano, que este año presenta incógnitas importantes.
Lo que se dice y se piensa fuera puede ser un indicativo muy interesante para analizar lo que pasa dentro. Dos cuestiones son en todos sitios iguales: el modelo turístico (el clásico) ha supuesto una urbanización masiva y un descontrol especulativo evidente.
La otra cara de esta moneda es también el clamor unánime de que la destrucción ecológica daña la calidad de vida y hace que el viajero se desplaze hacia otros lugares menos aclaparadores.
Eso explica el incremento de los mercados de los países árabes los últimos tiempos. Si añadimos la competencia e los precios, el círculo queda cerrado en los temas más importantes.
Los paisajes artificiales, fruto de un urbanismo irracional y una construcción masiva, solo conduce a lo que ya se conoce popularmente como un turismo de borrachera. ¿Es este el modelo que queremos? Si no es así, se puede advertir que aún tenemos margen para la reconstrucción y que el turismo es viable a medio plazo.