Hay marcas que son sinónimo de calidad y se han convertido en clásicos. El máximo exponente sería la japonesa Descente, que está ahí desde tiempos inmemoriales y es una gran marca, aunque la compra poca gente que quiera diferenciarse un poco.
Y hay otra que sólo llegar a nuestro país, a mediados de los 90, se convirtió en la más deseada, pues era nueva y tenía unos modelos espectaculares. No es otra que Spyder.
Hasta hace poco, fui uno más en su lista de clientes. Empecé mi idilio con esta marca en el año 96, cuando jubié mi viejo Nevica y vi un modelo Tommy Moe en Cofix con el que hubo un auténtico flechazo. Debo decir que es el equipo más impresionante que he tenido nunca. Estaba lleno de detalles y unos materiales muy sofisticados para la época (Cordura, Teflon,...). Con él no se pasaba desapercibido (y eso que venía del lila y verde fosforito). Me duró un montón de años hasta que un día me quedé calado con él y decidí que era el momento de cambiar de modelo (no de marca). Entonces, Spyder ya era archiconocida y vendía equipos como churros. Se podía encontrar en todas las tiendas.
Se había convertido en una marca de masas y empezó a perder pegada. No es que los equipos no estuvieran bien, pero ya no era la novedad, esa marca puntera que nos había atraído a todos. Ese lugar correspondía a nuevas marcas que traían frescura y que se posicionaban en otro punto.
En fin, que sigue siendo una referencia para los que quieren algo seguro (un poco lo de Descente) y sigue vendiendo mucho. Aunque, eso sí, yo ya me he cambiado de bando. Pero quién sabe, nunca digas de este agua no beberé...